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La única parte del cuerpo humano que la evolución biológica no puede explicar

Durante mucho tiempo, la función de la barbilla ha sido objeto de debate entre la comunidad científica

Max Telford
Viernes, 27 de junio de 2025 18:00 EDT
Investigadores de la Universidad de Tel Aviv esclarecen cuestionamientos sobre la evolución de los primeros humanos modernos
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El cuerpo humano se podría describir como una máquina con numerosas piezas (desde los detalles microscópicos de nuestras células hasta nuestras extremidades, ojos, hígado y cerebro) que se han ido ensamblando de manera aleatoria a lo largo de los cuatro mil millones de años de nuestra historia.

Y los científicos siguen preguntándose por qué ha evolucionado hacia esta forma concreta. ¿Por qué, por ejemplo, solo los humanos tienen una barbilla? ¿Y por qué, en relación con el peso corporal, un testículo humano tiene el triple de tamaño que el de un gorila, pero una quinta parte que el de un chimpancé? Como muestro en mi nuevo libro, The Tree of Life, todavía existen muchas preguntas por responder, pero hay otras que empiezan a resolverse.

La historia de la evolución nos cuenta cómo se fue desarrollando cada especie. A partir de orígenes sencillos, se han ido añadiendo cada uno de los componentes que conforman un ser vivo. Al analizar el árbol evolutivo de la vida, podemos seguir un camino sinuoso que denota las ramas cada vez más especializadas a las que pertenece una especie. Los humanos, por ejemplo, fuimos animales antes de convertirnos en vertebrados, mamíferos antes de evolucionar a primates y así sucesivamente.

Los grupos de especies con los que compartimos cada una de estas ramas revelan el orden en que fueron apareciendo las partes del cuerpo.

Es decir, el cuerpo y el intestino (inventos de la rama animal) se desarrollaron antes que la columna vertebral y las extremidades (rama vertebrada); la leche y el pelo (mamíferos) se formaron antes que las uñas (primates).

La historia de la evolución nos cuenta cómo se fue desarrollando cada especie a partir de orígenes sencillos
La historia de la evolución nos cuenta cómo se fue desarrollando cada especie a partir de orígenes sencillos (Getty/iStock)

Hay una forma de estudiar el problema separado de por qué evolucionamos cada una de estas partes del cuerpo, pero solo funciona si la característica en cuestión ha evolucionado más de una vez en ramas separadas del árbol de la vida. Dicha evolución repetida se denomina convergencia. Cabe destacar que, dentro de la biología, resulta frustrante porque confunde en cuanto a cómo se relacionan las especies. Las golondrinas y los vencejos, por ejemplo, se clasificaron en un principio como especies hermanas. Ahora sabemos, tanto por el ADN como por comparaciones de sus esqueletos, que las golondrinas son en realidad parientes más cercanos de los búhos que de los vencejos.

El tamaño sí importa, según la evolución

No obstante, la utilidad de la evolución convergente se demuestra cuando la consideramos una especie de experimento natural. Un ejemplo clásico es el tamaño de los testículos. Los machos adultos del mono colobo oriental blanco y negro y del macaco coronado miden lo mismo aproximadamente. Pero, al igual que los chimpancés, humanos y gorilas, estos monos similares tienen testículos muy distintos. Los testículos del colobo pesan solo 3 gramos; mientras que los testículos de los macacos pesan nada menos que 48 gramos.

Se podrían concebir varias explicaciones creíbles para sus diferentes tamaños testiculares. Los testículos grandes podrían ser el equivalente de la cola del pavo real: no útil per se pero atractiva para las hembras. Pero quizá la explicación más plausible esté relacionada con la forma de aparearse. Un mono colobo macho compite con ferocidad por acceder a un harén de hembras que se aparearán con él exclusivamente. En cambio, los macacos viven en pacíficas tropas mixtas de unos 30 monos y tienen un enfoque diferente del amor, ya que todos se aparean con todos: los machos con varias hembras (poligamia) y las hembras con varios machos (poliandria).

Basta con un mínimo de esperma para que el colobo cumpla el objetivo en el harén: si una gotita es suficiente para crear un bebé, ¿para qué producir más? En contraste, un macaco macho compite por reproducirse en una batalla entre su esperma y el de otros machos que se aparearon antes o después. Por ende, un macaco macho con testículos grandes debería producir más esperma, lo que le daría más posibilidades de transmitir sus genes. Es una explicación sensata para el diferente tamaño de sus testículos, pero ¿es cierta? Aquí es donde entra la evolución convergente.

Si observamos toda la rama de los mamíferos del árbol de la vida, veremos que hay muchos grupos de mamíferos que han desarrollado testículos de todos los tamaños. En casi todos estos casos separados, los resultados han demostrado de manera invariable que las especies promiscuas desarrollan los testículos más grandes, mientras que en las monógamas son más pequeños.

Un gorila macho de espalda plateada y testículos pequeños tiene acceso exclusivo a un harén. Los chimpancés y bonobos tienen testículos grandes y, en efecto, son muy promiscuos. Los delfines, por su parte, pueden tener los testículos más grandes de todos los mamíferos, que representan hasta el 4 % de su peso corporal (equivalente a unos testículos humanos de unos 3 kilos). Aunque la vida sexual de los delfines salvajes es, por naturaleza, difícil de estudiar, los delfines giradores al menos se ajustan a nuestras expectativas, ya que participan en eventos de apareamiento en masa llamados “wuzzles”.

Gracias a las múltiples observaciones proporcionadas por la evolución convergente, pudimos descubrir esta correlación coherente entre el tamaño de los testículos y la vida sexual en todos los mamíferos. Y en cuanto a los humanos, pues tenemos el tamaño de los testículos en un punto intermedio... así que cada quien tendrá sus propias conclusiones.

Pero, ¿y la barbilla?

La función de la barbilla ha sido objeto de debate entre la comunidad científica Como en el caso de los testículos, hay media docena de ideas plausibles para explicar la evolución de la barbilla. Podría haber evolucionado para fortalecer la mandíbula de un cavernícola batallador. Quizá la barbilla evolucionó para exagerar la magnificencia de una barba varonil. Incluso podría ser un subproducto de la invención de la cocina y de los alimentos más blandos que surgieron: un premontorio facial sin función alguna rezagado de una mandíbula cada vez más débil.

Sin embargo, es curioso que ningún otro mamífero tenga barbilla, ni siquiera nuestros primos más cercanos, los neandertales. Aunque disponemos de un rico conjunto de posibles explicaciones sobre su propósito evolutivo, la singularidad del mentón del Homo sapiens no se puede observar con la evolución convergente, por lo que no tenemos ninguna forma sensata de demostrarlas.

Puede que algunas partes de la naturaleza humana estén destinadas a seguir siendo un misterio.

Max Telford es catedrático Jodrell de Zoología y Anatomía Comparada de la University College de Londres (UCL).

Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se distribuye bajo licencia Creative Commons. Lee el artículo original.

Traducción de Michelle Padilla

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