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De Etiopía a México, los volcanes menos conocidos del mundo suponen el mayor riesgo

Es probable que la próxima catástrofe volcánica mundial provenga de un volcán aparentemente inactivo, escribe Mike Cassidy, de The Conversation

Mike Cassidy
The Conversation
Martes, 25 de noviembre de 2025 13:54 EST
Un volcán etíope entra en erupción por primera vez en casi 12.000 años
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Es más probable que la próxima catástrofe volcánica mundial provenga de volcanes que parecen inactivos y apenas se vigilan que de volcanes famosos como el Etna en Sicilia o Yellowstone en Estados Unidos.

Pasados por alto con frecuencia, estos volcanes “ocultos” entran en erupción con más frecuencia de lo que la mayoría de la gente cree.

En regiones como el Pacífico, Sudamérica e Indonesia, cada siete o diez años se produce una erupción de un volcán sin antecedentes registrados. Y sus efectos pueden ser inesperados y de gran alcance.

Un volcán acaba de hacer exactamente eso. En noviembre de 2025, el volcán Hayli Gubbi, en Etiopía, entró en erupción por primera vez en la historia (al menos 12.000 años que sepamos). Provocó columnas de ceniza a 136 kilómetros en el cielo, y el material volcánico cayó en Yemen y quedó a la deriva en el espacio aéreo sobre el norte de la India.

No hay que remontarse muy atrás en la historia para encontrar otro ejemplo. En 1982, el volcán mexicano El Chichón, poco conocido y no vigilado, entró en erupción de forma explosiva tras permanecer inactivo durante siglos.

Esta serie de erupciones agarró desprevenidas a las autoridades: avalanchas calientes de roca, ceniza y gas arrasaron grandes zonas de selva. Se represaron los ríos, se destruyeron los edificios y las cenizas cayeron hasta Guatemala.

Varias personas observan la nube de ceniza procedente de la erupción del volcán Hayli Gubbi, en la región etíope de Afar
Varias personas observan la nube de ceniza procedente de la erupción del volcán Hayli Gubbi, en la región etíope de Afar (AP)

Más de 2.000 personas murieron y 20.000 fueron desplazadas en la peor catástrofe volcánica de los tiempos modernos en México. Pero la catástrofe no terminó en México. El azufre de la erupción formó partículas reflectantes en la atmósfera superior, enfrió el hemisferio norte y desplazó el monzón africano hacia el sur, lo que provocó una sequía extrema.

Esto por sí solo pondría a prueba la capacidad de resistencia y las estrategias de afrontamiento de cualquier región. Pero cuando coincidió con una población vulnerable que ya sufría la pobreza y la guerra civil, el desastre fue inevitable. La hambruna etíope (y de África Oriental) de 1983-85 se cobró la vida de aproximadamente un millón de personas. Esto atrajo la atención mundial sobre la pobreza con campañas como Live Aid.

Pocos científicos, incluso dentro de mi campo de ciencias de la Tierra, se dan cuenta de que un volcán remoto y poco conocido desempeñó un papel en esta tragedia.

A pesar de estas lecciones, la inversión mundial en vulcanología no siguió el ritmo de los riesgos: menos de la mitad de los volcanes activos están vigilados, y la investigación científica sigue centrándose desproporcionadamente en los pocos conocidos.

Hay más estudios publicados sobre un volcán (el Etna) que sobre los 160 volcanes de Indonesia, Filipinas y Vanuatu juntos. Estas son algunas de las regiones volcánicas más densamente pobladas de la Tierra, y las menos comprendidas.

About the author

Mike Cassidy es profesor asociado de la Facultad de Geografía, Ciencias de la Tierra y Medioambientales de la Universidad de Birmingham.

Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation y se reproduce bajo licencia Creative Commons. Lee el artículo original.

Las mayores erupciones no solo afectan a las comunidades que las rodean. Pueden enfriar temporalmente el planeta, perturbar los monzones y reducir las cosechas en regiones enteras. En el pasado, estos cambios contribuyeron a hambrunas, brotes de enfermedades y grandes revuelos sociales, pero los científicos aún carecen de un sistema global para anticipar o gestionar estos riesgos futuros.

Para ayudar a resolver este problema, mis colegas y yo lanzamos recientemente la Alianza Mundial contra el Riesgo Volcánico, una organización benéfica centrada en la preparación anticipada para erupciones de gran impacto. Trabajamos con científicos, responsables políticos y organizaciones humanitarias para poner de relieve los riesgos pasados por alto, reforzar la capacidad de vigilancia allí donde más se necesita y apoyar a las comunidades antes de que se produzcan erupciones.

Actuar a tiempo, en lugar de responder solo después de que se produzca el desastre, es la mejor manera de evitar que el próximo volcán oculto se convierta en una crisis mundial.

La razón por la que los volcanes “tranquilos” no son seguros

Entonces, ¿por qué los volcanes no reciben una atención proporcional a su riesgo? En parte, se debe a prejuicios humanos previsibles. Mucha gente tiende a asumir que lo que estuvo tranquilo seguirá estándolo (sesgo de normalidad). Si un volcán no entró en erupción durante generaciones, a menudo se considera instintivamente seguro.

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La probabilidad de un acontecimiento tiende a juzgarse por la facilidad con que nos vienen a la mente los ejemplos (este atajo mental se conoce como heurística de disponibilidad). Los volcanes o erupciones conocidos, como la nube de ceniza islandesa de 2010, resultan familiares y pueden parecer amenazantes, mientras que los volcanes remotos sin erupciones recientes rara vez se registran.

Estos sesgos crean un patrón peligroso: solo invertimos más cuando ya se produjo una catástrofe (sesgo de respuesta). El Chichón, por ejemplo, solo fue objeto de seguimiento tras la catástrofe de 1982. Sin embargo, tres cuartas partes de las grandes erupciones (como la de El Chichón y otras mayores) proceden de volcanes que permanecieron en calma durante al menos 100 años y, por ello, son los que menos atención reciben.

La preparación ante los volcanes debe ser proactiva y no reactiva. Cuando se vigilan los volcanes, cuando las comunidades saben cómo responder y cuando la comunicación y la coordinación entre científicos y autoridades son eficaces, se pueden salvar miles de vidas.

Se han evitado catástrofes de este tipo en 1991 (en el monte Pinatubo, en Filipinas), en 2019 (en el monte Merapi, en Indonesia) y en 2021 (en La Soufrière, en la isla caribeña de San Vicente).

Para colmar estas lagunas, el mundo debe centrar su atención en los volcanes poco vigilados de regiones como América Latina, el sudeste asiático, África y el Pacífico, lugares en los que millones de personas viven cerca de volcanes de los que apenas se tiene constancia histórica. Aquí es donde residen los mayores riesgos y donde incluso unas modestas inversiones en vigilancia, alerta temprana y preparación de las comunidades podrían salvar más vidas.

Traducción de Olivia Gorsin

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