Paseos culturales de la mano de expertos redescubren el pasado oculto de México
El ruido constante de los autos que se aglomeran en el sur de Ciudad de México hace que cueste imaginar que Cuicuilco alguna vez fue el centro de una antigua y poderosa civilización. No obstante, sobre el basamento que hoy está rodeado de edificios y un centro comercial se reverenciaba a un dios del fuego en tiempos prehispánicos.
“Esto es increíble”, dijo Evangelina Báez, quien pasó una mañana de octubre reciente en Cuicuilco con sus hijas. “Con tanta urbanización, todavía hay un remanso de paz”.
Su visita formó parte de un programa mensual de tours organizados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Además de supervisar los sitios históricos y monumentos del país, la institución salvaguarda el legado cultural de México, lo que implica tanto restaurar monumentos y obras de arte como supervisar proyectos de construcción para asegurarse de que no perjudiquen posibles restos arqueológicos.
Sus expertos, además, guían excursiones como la de Cuicuilco. Cada uno elige un destino, propone un itinerario al INAH y, una vez aprobado, se ofrece al público por unos 260 pesos (o 15 dólares).
“Me integré a estos paseos para dar a conocer nuestro legado vivo”, señaló la arqueóloga Denisse Gómez tras presentarse con los visitantes de Cuicuilco. “Nuestro contenido siempre está actualizado”.
De acuerdo con Mónica de Alba, quien supervisa los paseos, éstos se realizan desde 1957, cuando un arqueólogo decidió compartir las investigaciones del INAH con sus alumnos y colegas.
“La gente empieza a darse cuenta de que la ciudad tiene mucho que ofrecer”, dijo. “Incluso hay agentes de viajes que se hacen pasar por paseantes y nos copian la ruta”.
María Luisa Maya, de 77 años, suele unirse a las excursiones en solitario. Su favorita hasta ahora fue a un sitio arqueológico en Guerrero, un estado en la costa del Pacífico.
“Tengo ocho años de hacer estos paseos”, afirmó. “Pero es poquito. Hay otras personas que llevan hasta 20 o 25”.
Restos de una ciudad perdida
Cuicuilco es un vocablo náhuatl que significa “el lugar donde se hacen cantos y danzas”.
No obstante, el nombre de su gente se desconoce. Dado que el esplendor de la ciudad data del preclásico — 400 a 200 antes de nuestra era — quedan pocas pistas para ahondar en su historia.
“Fueron los Nahuas los que le dieron ese nombre, lo que nos dice que esta zona jamás fue olvidada”, dijo el arqueólogo Pablo Martínez, quien realizó la visita junto a Gómez. “Fue recordada inclusive en años posteriores al declive y los Teotihuacanos venían aquí a dejar ofrendas”.
El sitio arqueológico es una esquina tranquila entre dos de las avenidas más transitadas de Ciudad de México. Sin embargo, según Martínez, la ciudad se extendía mucho más allá de las cercanías y su población llegó a alcanzar los 40.000 habitantes.
“Lo que vemos ahorita es un segmento muy reducido”, dijo. “Es el gran basamento”.
Ahora cubierto de pasto y asemejándose a un cono trunco, la pirámide se usó para fines rituales. Los detalles de las ceremonias no están claros, pero las figuras femeninas que se preservan en el museo del sitio sugieren que se relacionaban con la fertilidad.
“Asumimos que eran ofrendas de objetos perecederos, como maíz, flores, semillas”, dijo Gómez. “Le daban de comer a los dioses”.
Ecos de un legado vivo
De acuerdo con datos oficiales, los sitios arqueológicos más visitados de México son Teotihuacán y Chichén Itzá. La primera es una ciudad anterior a los mexicanas, ubicada al noreste de la capital y conocida por sus monumentales pirámides del Sol y la Luna. La segunda es un importante sitio maya en el sureste, famoso por su Templo de Kukulkán del siglo XII.
El INAH supervisa ambos lugares, pero sus tours suelen concentrarse en las joyas ocultas del país.
Durante una excursión previa a la de Cuicuilco, los visitantes caminaron por un barrio de Ecatepec — a las afueras de Ciudad de México — donde los mercados al aire libre, la comida callejera y las fiestas religiosas mantienen vivas las tradiciones locales. Días antes, otro paseo se concentró en el mercado de La Merced, donde las flores, oraciones y música colmaron los pasillos durante la celebración de una virgen.
El programa de octubre contempla la coyuntura de Día de Muertos, pero la variedad de las visitas será extensa. En Xochimilco, por ejemplo, el grupo podrá recorrer los canales y chinampas a la luz de la luna, mientras que la caminata por Templo Mayor se enfocará en su importancia como centro religioso y social durante el Imperio Azteca.
“Estos paseos permiten que el público general se pueda aproximar a estas sociedades que les son lejanas en tiempo y espacio”, dijo el historiador Jesús López del Río, quien encabezará un paseo sobre los sacrificios humanos en honor a los dioses en Mesoamérica.
“Acercarse al pasado prehispánico no sólo es hablar de como los mayas usaban el cero para sus cuentas, o como los mexicas lograron edificar una ciudad sobre un lago”, agregó. “Sino entender cómo funcionaban las sociedades de antes, adentrarse a su manera de comprender y de relacionarse con el mundo”.
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