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Huracán Helene desplazó a miles de alumnos. Algunos lucharon para ponerse al día con la escuela

Cuando Natalie Briggs, de 12 años, visitó las ruinas de su casa después del huracán Helene, tuvo que cruzar sobre una delgada viga de madera para llegar a lo que antes fue su dormitorio.

Había nudos de cables eléctricos dentro de la estructura de su casa. Meses después de la tormenta, la luz se filtraba a través de espacios entre las lonas que cubrían las ventanas. “Lo único en lo que podía pensar era: ‘Esta no es mi casa’”, dijo Natalie, quien se quedó un tiempo en el sótano de sus abuelos.

En la escuela, Natalie a veces tuvo ataques de pánico al pensar en su hogar en ruinas en Swannanoa.

“Hubo algunos momentos en los que no quería que la gente me hablara sobre la casa —o simplemente, que no hablaran conmigo para nada”, agregó Natalie.

Miles de estudiantes en todo el oeste de Carolina del Norte perdieron sus hogares hace un año cuando Helene azotó con algunas de las inundaciones, deslizamientos de tierra y vientos más feroces jamás registrados en la región de los Apalaches, alguna vez considerada un “refugio climático”. En todo el estado, más de 2.500 estudiantes fueron identificados como sin hogar como resultado directo de Helene, según datos estatales obtenidos por The Associated Press.

Si bien la mayor parte de los escombros de la tormenta han sido removidos, el impacto del desplazamiento persiste entre los niños de la región. Las escuelas reabrieron bastante antes de que muchos estudiantes regresaran a sus casas, y su aprendizaje y bienestar aún no se recupera.

El fenómeno es cada vez más común a medida que los desastres naturales causan una interrupción brusca con mayor frecuencia y ferocidad en las comunidades estadounidenses.

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The Associated Press colabora con Blue Ridge Public Radio, Honolulu Civil Beat, Calmatters y el Centro de Periodismo Investigativo en Puerto Rico para examinar cómo las comunidades escolares se recuperan de la disrupción que causan los desastres naturales.

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En las montañas de Carolina del Norte, el desafío de la recuperación es especialmente pronunciado. Después de todo, muchas familias en áreas rurales de bajos ingresos ya enfrentan desafíos como la inseguridad alimentaria y lograr rentas accesibles, dijo Cassandra Davis, profesora de política pública de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill.

“Casi argumentaría que no tienen la oportunidad de recuperarse”, dijo Davis.

Encontrar vivienda estable lo absorbe todo

Después de que Helene inundó su casa de alquiler en Black Mountain, Bonnie Christine Goggins-Jones y sus dos nietos adolescentes tuvieron que dejar atrás casi todas sus pertenencias.

“Perdieron su cama, ropa, zapatos, su mochila”, dijo.

La familia vivió en un motel, una casa rodante donada que tenía goteras y después en otra casa rodante antes de mudarse a un apartamento nuevo en junio.

A Goggins-Jones, asistente de autobús escolar en las escuelas de la ciudad de Asheville, se le dificultó mantener caliente la casa rodante durante el invierno. Sus nietos iban la escuela, pero esa no era una prioridad.

El área alrededor de Asheville, la ciudad más grande del oeste de Carolina del Norte, aún tiene una importante escasez de viviendas un año después de la tormenta.

La familia de America Sanchez Chavez, de 11 años, tuvo que separarse para encontrar dónde vivir. Helene dejó inhabitable su casa rodante en Swannanoa, y el dinero que recibieron de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) no fue suficiente para repararla.

America y algunos familiares se quedaron en el departamento de su abuela, mientras que su hermano mayor vivió en casa de un amigo. Al final, America se mudó con su madre a una habitación en el hotel de Black Mountain donde ella trabaja.

America dijo que todavía le atemorizan la lluvia y los truenos.

“En un momento, cuando la lluvia realmente se puso, como, bastante mal ... sí me asusté durante un rato”, contó.

Helene dañó más de 73.000 casas y cortó la electricidad y el agua durante semanas, si no es que meses. La destrucción de la infraestructura local también causó el cierre de escuelas durante largos períodos de tiempo —y un aluvión de días de nieve exacerbó aún más el tiempo sin clases. En el condado rural de Yancey, que tiene aproximadamente 18.000 residentes, los estudiantes perdieron más de dos meses lectivos el año pasado.

Estudiantes desplazados en todo Carolina del Norte

Tras un desastre natural, es común ver un aumento en el número de estudiantes que viven en arreglos temporales inestables, como dormir en un sofá, permanecer en un refugio o compartir vivienda con otra familia, según investigaciones del “Center for the Transformation of Schools” (Centro para la Transformación de las Escuelas) de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA). Esos arreglos temporales califican a los estudiantes como personas sin hogar bajo la ley federal.

En Puerto Rico, más de 6.700 estudiantes fueron identificados como sin hogar debido a las secuelas del huracán María durante el año escolar 2017-2018, según el estudio. Hawai vio un aumento del 59% en su población de estudiantes sin hogar tras los incendios forestales de 2023 en Maui.

Como parte de las secuelas de Helene, la cantidad de estudiantes sin hogar se disparó en los condados más afectados, según el análisis de datos de la AP del “North Carolina Homeless Education Program” (Programa de Educación para Personas sin Hogar de Carolina del Norte).

El condado de Yancey tuvo el mayor aumento porcentual de la región. El número de estudiantes sin hogar pasó de 21 en el año escolar 2023-2024 a 112 en el año escolar pasado. Todos menos 15 carecían de una vivienda debido a Helene.

Algunos estudiantes se inscribieron en sistemas escolares distintos, al menos temporalmente. Y otros nunca regresaron.

Terri Dolan, de Swannanoa, envió a sus dos hijos pequeños a quedarse con sus padres en Charlotte antes de la tormenta. Tras ver el alcance de la devastación, Dolan los inscribió en la escuela allí. Se quedaron más de un mes antes de regresar a casa.

“Mi trabajo es ganar dinero para nuestra familia y su trabajo es ir a la escuela”, dice Dolan que siempre le decía a sus hijos. Y agrega: “A pesar de que la escuela no estaba abierta aquí, sentí que necesitaban ir a la escuela y hacer su trabajo”.

Algunos distritos reciben dinero federal por servicios como transportar a estudiantes sin hogar a sus instalaciones escolares habituales y proporcionar tutoría bajo la Ley McKinney-Vento de Asistencia a las Personas sin Hogar. Pero los distritos deben postularse en un proceso competitivo y no pueden solicitar más dinero inmediatamente después de un desastre natural hasta el próximo ciclo de aplicaciones. Muchos quedan fuera por completo de la financiación de la Ley McKinney-Vento.

Los estudiantes impactados por Helene constituyeron al menos una quinta parte de la población sin hogar en 16 condados, pero sólo seis condados recibieron dinero del último ciclo de financiación de la Ley McKinney-Vento. A nivel nacional, sólo 1 de cada 5 distritos escolares recibe dinero de la Ley McKinney-Vento debido a fondos limitados, explicó Barbara Duffield, directora ejecutiva de Schoolhouse Connection (Conexión Escuela-Hogar), una organización sin fines de lucro que aboga por los estudiantes sin hogar.

“Si hay un desastre, involucrará a distritos que no obtienen dinero de (la Ley) McKinney-Vento”, dijo Duffield.

Inestabilidad de vivienda tiene un impacto duradero

Gwendolyn Bode, una estudiante en la Universidad Estatal de los Apalaches con miras a cursar un posgrado en Derecho, tuvo que abandonar su complejo de apartamentos que quedó destrozado por el lodo después de Helene. Cuando le dijeron que no podía obtener alojamiento en el campus, encontró un Airbnb donde quedarse hasta que aprobaran su solicitud de vivienda de FEMA, y luego se mudó a un hotel.

Sentía que se ahogaba al tratar de mantenerse al día con sus clases y un trabajo a tiempo parcial.

“No puedo decirte lo que aprendí”, dijo Bode. “Ni siquiera puedo decirte cuándo fui a clase, porque (mentalmente) no estaba allí”. Encontró más estabilidad después de mudarse a un apartamento para el semestre de primavera.

A Natalie Briggs, ahora de 13 años, el dolor de perder casi todo —además de alojarse en el estrecho espacio en el sótano de sus abuelos—, la abrumó en ocasiones, así como a Liz Barker, su madre. Barker expresó que se sentía como un “tiempo sin reglas” porque había mucho que atender además de su trabajo como profesional de la salud.

Las circunstancias a veces generaron roces, pero Barker agregó que, en general, ella y Natalie se habían llevado “bastante bien” juntas.

“Ella ha sido un poco más cariñosa desde que todo esto sucedió”, dijo Barker y sonrió a su hija.

“Le doy abrazos y así”, dijo Natalie, “y le digo que la amo, más que antes”.

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