Barquero de Perú navega con escolares que viven en Brasil y estudian en isla disputada con Colombia
No importa si sale el sol o llueve, tres veces al día, de lunes a viernes y de marzo a diciembre, el barquero peruano Salvador Mitidieri cruza el río Amazonas con escolares del lado de Brasil para llevarlos a la única escuela que funciona en una remota isla disputada por Perú y Colombia.
Pese al reciente roce de palabras entre Bogotá y Lima quienes viven en esta zona alejada llamada Triple Frontera realizan sus actividades cotidianas navegando de un país a otro.
Vestido con sandalias, pantalón corto y ensopado en sudor, el barquero llega al muelle de Tabatinga, en Brasil, alrededor de las 6:30 de la mañana conduciendo su bote de madera pintado de celeste. Espera 10 minutos a los estudiantes que viven en esa ciudad brasileña y los lleva a la escuela “601014” de la isla peruana de Santa Rosa, un edificio de cemento y ladrillos fundado hace décadas por el gobierno peruano.
Antes de encender el motor fuera de borda, el barquero, de 36 años, entrega chalecos salvavidas anaranjados a los estudiantes que están tan acostumbrados a la rutina que charlan entre ellos de temas cotidianos o juegan con sus celulares mientras se acomodan de un lado y otro del bote para equilibrarlo.
“Quizá los niños que traigo van a ser doctores, abogados, policías", hipotetiza Mitidieri antes de iniciar su travesía diaria. El bote avanza lentamente subiendo y bajando mientras surca pequeñas olas que encuentra a su paso por el Amazonas. En la zona cruzan de un lado a otro más de 200 botes de tres países, según datos de la asociación de transportistas peruanos de la isla.
Luego de llevar a los estudiantes Mitidieri retorna a su trabajo habitual de transportista común. Navega hacia Tabatinga, Santa Rosa o Leticia —en Colombia—, de acuerdo con la necesidad de sus clientes que llevan de un lado a otro arroz, azúcar, papas, verduras y combustible.
Cuando llega el mediodía vuelve a Tabatinga para llevar a los alumnos de educación secundaria que estudian por la tarde. En el muelle brasileño, sentados o echados con los brazos detrás de la cabeza sobre un tabladillo, los transportistas hablan en portugués mientras esperan clientes y sus voces se mezclan con vallenatos o cumbias peruanas en español que salen de parlantes portátiles.
Entre los que esperan al barquero está la peruana Melany Mejía, de 17 años, quien desde hace una década vive en Tabatinga con su hermana mayor luego de quedarse huérfana. Todo ese tiempo, Mejía ha cruzado a diario dos países para estudiar.
Cuando termine su educación secundaria en diciembre desea convertirse en auxiliar de enfermería. No se ha decidido: podría ser en un instituto de la ciudad colombiana de Leticia, de la brasileña Tabatinga o de la peruana Iquitos, la más cercana de Perú, pero que está a 16 horas por barco desde Santa Rosa.
Por ahora los fines de semana Mejía vende ropa en Brasil y convence a los potenciales clientes en un portugués mezclado con español. Con sus ganancias compra útiles escolares, ropa y ahorra algo de dinero. Una vez por mes va desde Brasil a Colombia para pasear con sus amigas en Leticia o comer helados de maracuyá, una fruta que se siembra en los tres países.
La escolar cree que la vida en la remota zona amazónica de la triple frontera seguirá en paz, pese a las recientes diferencias diplomáticas sobre la isla de Santa Rosa entre Perú y Colombia.
“Aquí los de Colombia, Perú y Brasil viven en normalidad”, dice. “Los comerciantes, los turistas, la gente, todos se tratan con buen ánimo”.
Las únicas dificultades suceden cuando llueve mucho o hay fuerte viento en medio del río. El barquero Mitidieri dice que a veces detiene su bote por un momento para evitar navegar en dificultades. Llama al director del colegio peruano y le pide que justifique la tardanza de los escolares por el mal clima.
“Yo no llevo ganado para ir como loco, llevo personas, llevo estudiantes", dice.