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El ejercicio que es al menos cuatro veces más eficiente que caminar

La bicicleta es uno de los transportes más eficientes que existen en términos de consumo energético

Anthony Blazevich
Miércoles, 16 de julio de 2025 15:17 EDT
Un especialista en ciencia del ejercicio sugiere un truco simple para potenciar los beneficios de caminar 10.000 pasos al día
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Estás en la puerta de tu casa. Tienes que recorrer cinco kilómetros para llegar al trabajo. No tienes auto y no pasa ningún autobús. Puedes caminar durante una hora… o subirte a la bicicleta y llegar en 15 minutos, casi sin sudar.

Eliges la bicicleta.

Y no eres el único. Se estima que hay más de mil millones de bicicletas en todo el mundo.

La bicicleta es uno de los medios de transporte más eficientes que se han inventado: te permite recorrer más distancia, en menos tiempo y con mucho menos esfuerzo que caminar o correr.

Pero, ¿por qué pedalear se siente mucho más liviano que caminar largos tramos? La respuesta está en la increíble mecánica del cuerpo humano cuando se sincroniza con esta máquina de dos ruedas.

Una máquina simple y brillante

La bicicleta, en el fondo, es una maravilla de simplicidad: dos ruedas (de ahí el “bi”), pedales que transmiten la fuerza a la rueda trasera mediante una cadena y un sistema de cambios que permite regular el esfuerzo según el terreno. Sin embargo, esa estructura tan básica esconde una ingeniería afinada que encaja casi perfectamente con la forma en que funciona nuestro cuerpo.

Cuando caminamos o corremos, en realidad nos dejamos caer hacia adelante de forma controlada y evitamos la caída total con cada paso. Las piernas se mueven en amplios arcos, levantan su propio peso contra la gravedad en cada zancada. Solo ese movimiento consume mucha energía. Piénsalo así: ¿cuánto tiempo resistirías si tuvieras que mover los brazos sin parar durante una hora?

En cambio, al andar en bicicleta, las piernas se mueven en un ciclo corto y circular. No hay que levantar todo el peso de las piernas con cada paso: solo se rotan los muslos y las pantorrillas en un pedaleo compacto. El ahorro de energía se siente enseguida.

Las bicicletas aprovechan uno de los grandes inventos de la humanidad para resolver estos problemas: la rueda
Las bicicletas aprovechan uno de los grandes inventos de la humanidad para resolver estos problemas: la rueda (Getty Images)

Pero la verdadera eficiencia de la bicicleta está en cómo transforma la energía humana en movimiento. Al caminar o correr, cada paso genera una pequeña colisión con el suelo. Se escucha en el golpe del zapato contra el pavimento y se siente en las vibraciones que recorren el cuerpo. Toda esa energía se desperdicia: se disipa en forma de sonido y calor después de pasar por músculos y articulaciones.

Caminar o correr también tiene otro problema de eficiencia: con cada paso, tu cuerpo se frena ligeramente antes de volver a impulsarse. Cuando el pie cae por delante del cuerpo, genera una fuerza hacia atrás que te desacelera por un instante. Después, los músculos tienen que trabajar más para vencer ese freno y volver a impulsarte hacia adelante.

El roce perfecto con el suelo

La bicicleta soluciona todo esto con una de las grandes invenciones de la humanidad: la rueda.

En lugar de un impacto, hay un contacto suave y constante: cada parte del neumático apenas “roza” el suelo antes de despegar. No se pierde energía en el golpe. Como la rueda gira de forma fluida, la fuerza que haces al pedalear se aplica verticalmente sobre el suelo y se traduce en movimiento directo hacia adelante. Sin frenadas, sin rebotes, sin desperdicio.

Pero además, las bicicletas ayudan a que nuestros músculos trabajen de forma más eficiente. Los músculos humanos tienen una limitación básica: cuanto más rápido se contraen, menos fuerza generan y más energía consumen.

Esto se conoce como la famosa relación fuerza-velocidad de los músculos. Por eso correr a toda velocidad se siente mucho más agotador que trotar o caminar: los músculos se acercan a su límite de velocidad y se vuelven menos eficientes con cada zancada.

Las bicicletas resuelven este problema gracias a las marchas. A medida que aumentas la velocidad, puedes cambiar a una relación más alta, lo que permite que los músculos mantengan un ritmo constante aunque la bicicleta se acelere. Así, tus músculos se mantienen en su punto ideal: generan fuerza sin gastar energía de más. Es como tener un asistente personal que ajusta tu esfuerzo en tiempo real para que siempre trabajes en tu zona de mejor rendimiento.

A veces, caminar es mejor

Aunque la bicicleta es increíblemente eficiente, no siempre tiene la ventaja.

En pendientes muy pronunciadas —de más del 15 % de inclinación (es decir, se suben 1,5 metros cada 10 metros recorridos)—, las piernas tienen dificultades para generar suficiente fuerza con el movimiento circular del pedaleo. En esas situaciones, nuestros músculos funcionan mejor empujando en línea recta, como al caminar o escalar, lo que vuelve más efectivo dejar la bici de lado.

Después de todo, aunque existieran caminos hasta la cima, nadie subiría el Everest pedaleando.

Caminar (o escalar) se vuelve más eficiente en pendientes muy pronunciadas, superiores al 15 %
Caminar (o escalar) se vuelve más eficiente en pendientes muy pronunciadas, superiores al 15 % (Getty Images)

Con las bajadas, pasa lo contrario. Mientras que pedalear cuesta abajo se vuelve cada vez más fácil, incluso llega a no requerir esfuerzo alguno, caminar por pendientes muy inclinadas puede resultar más exigente.

Cuando la inclinación supera el 10 % (es decir, se desciende un metro por cada diez recorridos), cada paso genera impactos fuertes que desperdician energía y castigan las articulaciones. Caminar o correr cuesta abajo no siempre es tan simple como parece.

Mucho más que un medio de transporte

Los números lo dicen todo: andar en bicicleta puede ser al menos cuatro veces más eficiente que caminar y hasta ocho veces más que correr. Esa eficiencia se logra al reducir tres grandes pérdidas de energía: el movimiento de las extremidades, el impacto contra el suelo y las limitaciones naturales de los músculos.

Así que la próxima vez que pedalees con facilidad mientras dejas atrás a los peatones camino al trabajo, tómate un segundo para valorar la maravilla biomecánica que llevas bajo tus pies. Tu bicicleta no es solo un medio de transporte: es una máquina afinada que trabaja en armonía con tu cuerpo, convirtiendo tu fuerza muscular en movimiento eficiente.

Anthony Blazevich es catedrático de Biomecánica en la Universidad Edith Cowan.

Este artículo se publicó originalmente en ‘The Conversation’ y se distribuye bajo licencia Creative Commons. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducción de Leticia Zampedri

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