El mundo enloquece por los Labubus: ¿por qué todos están obsesionados con estos horrendos gremlins?
La última tendencia que enloquece a la sociedad es extraña, infantil y, francamente, espantosa, escribe Mike Bedigan
¿El mundo perdió la cabeza? La pregunta no es exagerada. El pasado martes 10 de junio, en una subasta en Pekín, se vendió por unos $170.000 dólares un muñeco de metro y medio, color verde menta, con sonrisa bobalicona y aspecto de gremlin bebé.
Se trataba, por supuesto, de un Labubu, la última moda que, por razones aún incomprensibles, parece estar enloqueciendo a medio planeta. Confieso que ya he perdido colegas, amigos e incluso el respeto por algunas personas cercanas por culpa de esta tendencia tan absurda como inexplicablemente popular.
Para quienes no estén al tanto: los Labubu son, en esencia, pequeñas figuras de monstruos con dientes afilados, comercializadas principalmente por la empresa juguetera china Pop Mart. Aunque fueron lanzados como muñecos de peluche en 2023, el año pasado se convirtieron en el centro de un auténtico frenesí global. Hoy, estas pequeñas criaturas de aspecto siniestro cuelgan de bolsos de diseñador en todo el mundo.
Figuras como Rihanna, Dua Lipa, Lisa de Blackpink y David Beckham contribuyeron a impulsar la tendencia.
Como resultado, los ingresos de Pop Mart se duplicaron en 2024 y alcanzaron los $1.810 millones de dólares. Las ventas de juguetes de peluche aumentaron más de un 1.200 % y representaron casi el 22 % del total, gracias al éxito de los Labubus.

En una subasta realizada el martes, dedicada exclusivamente a objetos de colección de Labubu, los 48 lotes disponibles se vendieron por un total de $520.000 dólares. La casa organizadora, Yongle Auction, anunció que llevará a cabo subastas similares de forma regular.
Aunque en Estados Unidos se venden al por menor por un precio relativamente accesible, entre $20 y $30 dólares, hoy en día resulta difícil conseguir muñecos auténticos debido a su enorme popularidad. Como señaló un coleccionista de Labubu: “Para conseguir una legítima, hay que arriesgarse en la página de Pop Mart y competir con millones de personas como yo cuando salgan a la venta”.
La otra opción es enfrentarse a otros clientes desesperados en una tienda física, que aún son escasas y poco frecuentes en Estados Unidos.
Parte del atractivo radica en que los juguetes se venden en “cajas sorpresa”, por lo que el comprador no sabe cuál figura le tocó hasta abrirla. La experiencia recuerda a la compra de sobres de tarjetas de béisbol, con una diferencia clave: cada caja cuesta entre $20 y $30 dólares, incluye una sola figura y, si se busca una en particular, no es raro terminar quitándosela a un niño.


Un conocido me comentó que escuchó a alguien en el metro ofrecerle dinero a otro pasajero por su Labubu raro, en ese mismo instante. Además, está confirmado que en los rincones menos visibles de Internet opera un mercado negro de Labubus falsificados. Y sí, hay historias de peleas en tiendas y asaltos motivados por estos pequeños monstruos.
Así que, tal vez, todos deberíamos respirar hondo. ¿De acuerdo?
Primero que nada: son muñecos.
La mayoría de los niños empieza a jugar con muñecos entre los dos y tres años, y luego los deja atrás, como parte natural del desarrollo, al acercarse a la preadolescencia. Cuando un adulto hecho y derecho sigue cargando uno, entra peligrosamente en el territorio de los “adultos Disney” y créanme, nadie quiere caer en esa categoría.
En segundo lugar, seamos honestos: ¡son espantosos!
Un Labubu promedio parece una criatura salida de una pesadilla. Tiene orejas largas y peludas de conejo, una carita de bebé torcida en una sonrisa con colmillos, y los ojos muertos de un tiburón. Si te despertaras a medianoche y lo vieras al pie de tu cama, probablemente llamarías a la policía. O a un exorcista. Me da igual si tiene una naricita de botón.

Que conste: no estoy señalando solo a Labubu. Lo mismo puede y debe decirse de otras marcas de juguetes que despiertan obsesiones adultas igual de intensas, como los Sonny Angels o los Funko Pops (también bastante ridículos). Solo creo que, como siempre, todos necesitamos calmarnos un poco y recordar algo básico: que todo internet diga que algo es genial no significa que lo sea.
Dicho esto, al final del día tu dinero es tuyo. Si cuentas con el capital para comprar en plataformas de reventa, donde los Labubus pueden costar entre $350 y más de $1.000 dólares, es completamente tu decisión.
Pero ¿por qué no coleccionar otra cosa? Discos de vinilo, cómics o incluso sellos. Algo un poco menos infantil o, al menos, algo que pueda quedarse en casa en lugar de asomarse desde un bolso y darme un susto de muerte.
Vive, ríe, ¿ama un Labubu? Lo que necesitas no es un muñeco, es terapia.
Traducción de Leticia Zampedri