¿El único superviviente de la época dorada de Hollywood? El hotel que lo ha visto todo
Celebrando 110 años de notoriedad, el Hotel Beverly Hills está inmerso en historias sobre la realeza del mundo del espectáculo, desde Dietrich hasta Monroe, Elizabeth Taylor, John y Yoko. Leonie Cooper va en busca de chismes y descubre qué actor solía tomar el sol desnudo junto a la piscina
Cuando se anunció la muerte de James Caan el mes pasado, se acordonó la mesa favorita de la leyenda del cine en el Polo Lounge, el famoso bar y restaurante del Hotel Beverly Hills. En la escondida Mesa Uno, que también era el sitio preferido de Charlie Chaplin, se colocó una vela y una foto de la estrella, así como la comida favorita de Caan; el especial de la casa, una ensalada “McCarthy” picada, con pollo, tocino, betabel y aguacate, y un martini extremadamente sucio con salmuera de aceitunas extra. “Cuando fallece uno de nuestros grandiosos y conocidos clientes habituales, siempre apartamos su mesa favorita y la dejamos todo el día y toda la noche”, dice Steven Boggs, director de relaciones globales con los huéspedes del hotel y verdadera fuente de la historia de Hollywood. “Lo llamamos ‘poner un lugar final’”.
Carrie Fisher, James Garner y Burt Reynolds son solo algunos de los otros clientes habituales difuntos que han recibido este mismo honor. Como habrán notado, los clientes habituales del Hotel Beverly Hills no son como los demás clientes habituales. Son Rita Hayworth, Katharine Hepburn, Paul McCartney y, según las publicaciones de la semana pasada de la cuenta de Instagram de chismes de celebridades Deux Moi, Kim Kardashian, Megan Fox y el rapero Machine Gun Kelly. Mientras que otros lugares caen en desgracia con la crema y nata de la cosecha de celebridades, ningún otro lugar en Los Ángeles cuenta con el mismo nivel continuo de poder de estrellato que el Hotel Beverly Hills.
“También nos sentamos donde a Al Pacino le gusta sentarse”, señala Boggs, quien ha acordonado la mesa de Caan y Chaplin para nuestra conversación, un acogedor asiento en la esquina con asientos de terciopelo verde salvia. “Puedo mostrarte dónde se sentó Frank Sinatra, dónde se sentó Marilyn Monroe, dónde se sentó Elizabeth Taylor, etcétera”, agrega, señalando la mesa donde Sinatra celebró el cumpleaños número 49 de Dean Martin, con la subsiguiente pelea de bar, que terminó con la fractura de cráneo de un conocido coleccionista de arte.
“Pero también puedo mostrarte la mesa donde le gusta escribir a Steven Spielberg, y la mesa que le gusta tener a Leonardo DiCaprio. La cena también es interesante. Jimmy Fallon viene y se sienta al piano y toca algunas melodías. La gente todavía viene aquí, los acuerdos se hacen constantemente. Sigue siendo el centro neurálgico”.
Los Ángeles es una ciudad a la que le gusta jugar sin pensar mucho con su historia. Aunque ha sido el centro mundialmente famoso de la industria del cine durante poco más de un siglo, muchos de sus tesoros arquitectónicos y edificios llenos de folclore cultural pop han sido destruidos. A pesar de su estatus legendario, el hotel Garden of Allah (adorado por Greta Garbo, Clara Bow y Errol Flynn), el majestuoso Ambassador Hotel, junto con el club nocturno Coconut Grove, en el que se reunía Rat Pack, y el sórdido paraíso del rock and roll The Tropicana Motel, todos han sido víctimas de la bola demoledora. Recientemente, Netflix compró el majestuoso Egyptian Theatre de Hollywood Boulevard, lo que hizo a muchos preocuparse por el futuro del palacio cinematográfico de 100 años de antigüedad, que se construyó durante un periodo de egiptomanía.
Sin embargo, el Hotel Beverly Hills sigue en pie. Construido en 1912 sobre 12 acres en las faldas vírgenes de las montañas de Santa Mónica, al oeste de Los Ángeles, el hotel originalmente tenía la intención de motivar a otros a comprar los terrenos adyacentes. Casi tan pronto como se inauguró, atrajo a la primera ola de Hollywood, con estrellas como Chaplin, Gloria Swanson, WC Fields y Harold Lloyd. La pareja dorada de la pantalla silente, Douglas Fairbanks y Mary Pickford, siguieron la estela del hotel y compraron una cabaña al lado, que remodelaron con un estilo Tudor falso y la convirtieron en la lujosa “Pickfair”, una de las residencias privadas más famosas de Estados Unidos.
En la década de 1930, con el nacimiento del cine sonoro, una nueva ola de actores hizo del hotel su patio de recreo. Entre ellos estaba Marlene Dietrich, quien desafió las reglas del bar Polo Lounge (no se permitían mujeres solas ni mujeres con pantalones) al presentarse sola con un elegante par de pantalones. Una ampliación realizada en la década de 1940 por el renombrado arquitecto negro Paul Revere Williams hizo que el hotel fuera aún más atractivo para la creciente comunidad de celebridades de Hollywood. El exterior se pintó de su color rosa característico (echen un vistazo a sus torrecillas de color durazno que aparecen en la portada del álbum seminal de The Eagles de 1976, Hotel California) y se adoptó el famoso esquema de color verde y rosa pálido de la propiedad.
Sin embargo, no es el edificio principal del hotel el que tiene más fuerza célebre: ese reclamo pertenece a los bungalows que se encuentran justo detrás. Estos 23 refugios autónomos, los primeros cinco de los cuales se construyeron en 1915, tenían acceso directo desde la calle y eran perfectos para los residentes que querían más privacidad. Una de esas huéspedes fue Elizabeth Taylor, que se alojó en varios bungalows después de seis de sus ocho bodas. El bungalow preferido de la ícono nacida en Gran Bretaña era el Número 5 y, después de su muerte en 2011, su familia organizó una ceremonia privada en su interior.
Los bungalows también albergaron una de las largas estadías de John Lennon y Yoko Ono (en un diván encargado por Dietrich para la suite), mientras que Paul McCartney y Linda Eastman pasaron una semana aislados en otro, poco después de conocerse. Marilyn Monroe también era una gran fanática de los bungalows, a menudo se hospedaba en los números 1 y 7, donde pasaba la Navidad con su segundo esposo, la estrella de béisbol Joe DiMaggio, y tenía una aventura con su coprotagonista de Let's Make Love, Yves Montand, en habitaciones contiguas, la 20 y la 21. El solitario director y empresario Howard Hughes a menudo se quedaba en el Número 4, reservando varias habitaciones a la vez para que nadie supiera exactamente dónde se hospedaba. “La única persona en el hotel que sabía exactamente dónde estaba era el chef ejecutivo”, explica Boggs. “Porque a Howard Hughes le encantaban sus sándwiches de rosbif”. Incluso entonces, el chef no le entregaba la comida directamente a Hughes, sino que la dejaba en el hueco de un árbol fuera de su bungalow para que el insomne director la tomara en medio de la noche.
Luego está el bungalow 1, donde la socialite, madre de Gore Vidal, Nina, tuvo una aventura con Clark Gable. “Llegué al punto en el que no digo que nada sea definitivamente cierto a menos que lo haya visto con mis propios ojos, o que alguien que lo haya visto estuviera lo suficientemente borracho como para decírmelo”, me asegura Boggs. Entonces, ¿quién te contó sobre la aventura?, pregunto. “¡Gore Vidal!”, dice riendo. El escritor e intelectual estadounidense fue un amante del hotel durante mucho tiempo y pasó sus últimos días en 2012 en el vestíbulo junto a una chimenea, cantando para sí mismo después de sus almuerzos llenos de martinis. “Gore, Dios lo bendiga, hacia el final de su vida pasó todos los días en el Polo Lounge”, explica Boggs. “Traía su propia partitura y hacía al pianista que tocara. Tenía un oído tremendo para la música pero una voz horrible. ¡La gente que no sabía quién era se molestaba mucho!”.
No es solo la tradición del entretenimiento lo que yace en lo profundo de los bungalows, sino también la historia política. El bungalow 3 es donde los hijos pequeños de Robert Kennedy descubrieron trágicamente que su padre aspirante a presidente había sido asesinado, después de verlo en las noticias.
La piscina del Hotel Beverly Hills, que una vez estuvo rodeada de arena dorada enviada especialmente desde Arizona, también ha visto una buena cantidad de actividad sensacional. El actor británico Rex Harrison era aficionado a tomar el sol desnudo, con nada más que un pañuelo cubriendo su ‘Doctor Doolittle’, en las cabañas privadas, que es donde el compositor Leonard Bernstein tuvo la idea de West Side Story. Cuando los Beatles se alojaban en el hotel, tenían que entrar a escondidas por la salida de la piscina para evitar las hordas de entusiasmados fans. Su mánager, Brian Epstein, incluso se reunió con el coronel Tom Parker en el Polo Lounge para organizar una reunión entre la banda y Elvis, que lamentablemente no se concretó en esa ocasión.
La piscina es también el lugar de una de las fotos de los Oscar más icónicas de todos los tiempos: la de Faye Dunaway reclinándose dramáticamente la mañana después de ganar el Premio de la Academia a la Mejor Actriz en 1977. Los periódicos están esparcidos por el suelo, uno anunciando el premio póstumo a Peter Finch por Mejor Actor por la misma película. Finch también estaba indeleblemente vinculado al hotel, pues murió de un ataque al corazón en el vestíbulo solo dos meses antes.
Celebrando los 110 años desde su apertura, el Hotel Beverly Hills sigue siendo tan popular como siempre, y los fines de semana de los premios Oscar y Grammy se llena de las celebridades más importantes del mundo. “Sigue siendo relevante”, comenta Boggs con orgullo. “Somos literalmente los últimos de nuestra especie”.
Fotos pocas veces vistas de Elizabeth Taylor tomadas por Bert Stern se exhibirán en el lobby del hotel Beverly Hills desde el 1 de agosto hasta el 30 de septiembre.