Sydney Sweeney se convierte en símbolo de los Estados Unidos de Trump: la polémica podría definir su carrera
Una semana después de que se hiciera viral la campaña publicitaria que dio lugar a miles de artículos de opinión, los internautas siguen atascando las redes de opiniones sobre los jeans de Sydney Sweeney y sus credenciales políticas. Pero, ¿es ella la nueva cara de la derecha o simplemente un cebo para atraer clics? Zoë Beaty lo averigua


Como muchas historias estadounidenses, esta comienza con mezclilla y una discusión sobre el “progresismo”. Sydney Sweeney —con mirada penetrante, actitud relajada y una melena rubia californiana— mira fijamente a través de una valla publicitaria, directo hacia la polémica
El anuncio de la marca American Eagle, a simple vista, no tenía nada fuera de lo común: una mujer blanca y atractiva en jeans ajustados, sin decir nada particularmente novedoso. Sin embargo, el eslogan que lo acompañaba, “Sydney Sweeney tiene unos buenos jeans”, dio paso a un colapso digital que ya ha durado semanas: TikToks, opiniones contundentes, artículos de opinión a ambos lados del Atlántico, tuits de congresistas y nuevas acusaciones de histeria liberal. ¿La razón? Depende a quién se le pregunte
Para algunos, el eslogan del anuncio —acompañado por una voz en off en la que Sweeney habla de “genes” en la versión en video— era simplemente un juego de palabras de padre, una alusión juguetona a su atractivo. Para otros, era un peligroso mensaje subliminal a favor del excepcionalismo genético. La empresa, cuya acción subió más de un 17 % el lunes por la tarde (tras haber acumulado una caída del 36 % en lo que va del año, según Bloomberg), insiste en que todo se trata simplemente de mezclilla.
Pero no del todo. Se trata también de una actriz rubia, de ojos azules, nacida en Spokane, Washington, que saltó a la fama en series de culto como Euphoria y The White Lotus, de HBO, y que desde hace cinco años despierta una mezcla de admiración e incomodidad. Frente a la cámara, su imagen oscila entre bomba sexual y joven ingenua; detrás de ella, lidera su productora Fifty-Fifty Films, centrada en adaptar libros escritos por mujeres al cine.
Sweeney, quien se describe como una chica de “raíces de pueblo pequeño”, encarna un tipo muy específico del arquetipo estadounidense: accesible, deseable, como la reina del baile de la preparatoria, con la ambigüedad justa para que cualquiera proyecte lo que quiera sobre ella. Esta vez, la proyección escaló.
A las pocas horas de publicarse los anuncios, la idea de que “Sydney Sweeney está promoviendo la eugenesia” se propagó por todas las redes sociales. Se viralizó un debate sobre la cosificación de los cuerpos femeninos y la interpretación de la blancura como algo peligroso. Un TikTok en particular, con casi 300 mil likes y citado en cada artículo desde entonces, sentenció: “Esto literalmente parece propaganda nazi”.
“El discurso está roto”, anunció The Atlantic poco después. La reacción fue calificada de “histérica”, “frenética”, profundamente liberal y, sobre todo, profundamente femenina.
“El resultado en estos casos es que todos se enojan, pero de una manera que permite cierto aire de superioridad moral y, de paso, genera contenido”, escribió el periodista Charlie Warzel. “El anuncio de Sweeney, como todo buen tema de debate, permite que cada quien explote el momento político y cultural con fines distintos. Algunos con buenas intenciones. Otros, no tanto. Pero casi todos lo hacen porque hay cosas más profundas de fondo que queremos discutir en realidad”.
Y tenía razón: lo peor estaba por venir. Para el lunes, el escándalo ya vivía su segunda ola cuando se supo que Sweeney se había registrado como votante republicana meses antes de las elecciones de 2024. Horas más tarde, Donald Trump intervino con un tuit (ya eliminado) que, entre errores de ortografía, la describía como “una patriota hermosa” y “el futuro de los grandes jeans estadounidenses”.
El vicepresidente J. D. Vance también se sumó al opinar en Ruthless, un pódcast conservador estadounidense, que los demócratas deberían decirle a todo el que encuentre atractiva a Sydney Sweeney que es “un nazi”. Expresó: “Tienes a una chica normal, bella, estadounidense, haciendo un anuncio común de jeans”. Y agregó que cualquier ataque contra Sweeney no tiene que ver con ella, sino con “la vida estadounidense básica”.

Las acciones de American Eagle se dispararon. Y el discurso se volvió atómico.
¿Qué sucede cuando te conviertes en un símbolo de una guerra cultural ajena? Sweeney lo está descubriendo. Su politización por parte de la derecha no es un accidente.
Sweeney es joven, blanca y francamente atractiva. Su imagen de “chica buena” encaja con el perfil de las llamadas tradwives (esposas tradicionales idealizadas por sectores conservadores) y la convierte en el tipo de celebridad que la derecha busca activamente: una figura de alto perfil que pueda ser reivindicada o apropiada como aliada ideológica. Representa, además, la antítesis de la publicidad “progre”, como lo expresó esta semana el propio presidente de Estados Unidos, quien declaró —en mayúsculas— que Taylor Swift “YA NO ES ATRACTIVA”. Un ejemplo del tipo de discurso en juego.
Tampoco es algo inesperado: en marzo, después de su participación en Saturday Night Live con un escote pronunciado, medios conservadores declararon que “Sydney Sweeney había matado lo progre con su escote” y celebraron con titulares como “¡Los senos están de vuelta!”, según The Spectator.
Todo esto ocurre en un contexto en el que el silencio es interpretado como complicidad, y el hecho de que Sweeney no haya expresado apoyo público a causas progresistas la convierte en blanco fácil. Pero no está revolviendo mantequilla con las #Tradwives en TikTok, ni citando a Jordan Peterson. Lo inquietante es que hoy en día no hace falta declarar tu ideología para convertirte en portavoz de una. Basta con encajar en una imagen.

La ironía, como muchos han señalado, es que la reacción inicial no fue ni de cerca tan extensa como podría haber sido. Pero, al final, el momento de Sweeney ha servido más para mostrar cómo luce hoy una guerra cultural. ¿Fue todo una estrategia? ¿Es el buen manejo de prensa, ahora, simplemente tener el instinto para alimentar la máquina del discurso? Es muy posible.
Ahora, Sweeney enfrenta una decisión clave: ¿abrazará plenamente su nueva imagen conservadora con tintes trumpistas, reforzada tras su aparición en la reciente boda de Jeff Bezos? ¿O afrontará de frente la controversia? Ambas opciones, curiosamente, parecen poco probables. Más bien, todo indica que la mejor jugada para Sweeney es seguir navegando con una discreción sigilosa.
Y al parecer, le está funcionando. Tal vez sea una señal de que el rostro visible de la llamada “cultura de la cancelación” está cambiando. Al fin y al cabo, aunque el escándalo haya alcanzado niveles de discusión internacional, no deja de ser una tormenta digital más, y como todas, está esperando el siguiente momento viral para esfumarse.
Sea lo que sea lo que ocurra después, lo único que sabemos con certeza es esto: Sydney Sweeney tiene muy buenos jeans. Tal vez, después de todo, sí se trataba solo de la mezclilla.
Traducción de Michelle Padilla