Reseña de ‘Smile’: una sola sonrisa macabra no es suficiente para sostener una película de terror
‘Smile’ adolece de nunca evolucionar más allá de lo básico: el trauma engendra trauma y, si no se controla ni se examina, puede consumir la vida de una persona
Dirección: Parker Finn. Protagonistas: Sosie Bacon, Jessie T Usher, Kyle Gallner, Caitlin Stasey, Kal Penn, Rob Morgan. 18, 115 minutos.
Es posible que hayas oído hablar de la técnica “la mirada de Kubrick”. Esta consiste en una mirada a la cámara: la cabeza inclinada hacia abajo y los ojos brillando bajo las cejas bajas. A Stanley Kubrick siempre le gustó lo rápido que podía indicar el descenso del hombre a la locura, y lo usó con gran efecto en A Clockwork Orange, The Shining, y Full Metal Jacket. Ponle una macabra sonrisa de oreja a oreja y obtienes Smile, el último ejemplo de cómo una sola imagen efectiva no siempre es suficiente para sustentar un largometraje.
El corto Laura Hasn’t Slept de Parker Finn de 2020 explotó hábilmente la porosa división entre la realidad y el sueño. Una mujer (Caitlin Stasey) le confiesa a su terapeuta que se ha mantenido despierta por miedo al hombre sonriente que la visita en sus sueños. En Smile, ese rostro se transforma en una maldición sobrenatural literal, en parte The Ring, en parte It Follows. La Dra. Rose Cotter (Sosie Bacon) lidia con el caso de una paciente (papel que Stasey retoma) que fue la única testigo del suicidio de su profesor. Ella afirma que ahora la atormenta un ente anónimo que “usa las caras de las personas como máscaras” y tiene “la peor sonrisa que he visto en mi vida”.
Cuando ocurre una tragedia, Rose descarta en un principio estas visiones como un síntoma de psicosis postraumática aguda. Pero luego ella ve la sonrisa. Una y otra vez, en diferentes caras. Es una vista innegablemente aterradora, que Finn captura en primeros planos constantes e inquebrantables, ya sea con un halo de luz o brillando en la oscuridad. Hay muchos sustos repentinos y, en ocasiones, ingeniosos. En una escena, Rose sirve varias copas pequeñas de vino, aparentemente solo para poder dejarlas caer momentos después con un estruendo.
Conocemos bien esta historia: ¿Rose está perdiendo la cabeza o realmente hay algo nefasto en el trabajo? El guion de Finn hace un intento elogiable de denunciar el estigma en torno a la enfermedad mental, donde la plenitud del alma de una persona se descarta después de un solo diagnóstico. Un policía intenta cerrar el caso de la paciente de Rose con un simple: “Ella era todo un caso mental, ¿verdad?”. Según nos enteramos, la propia madre de Rose se suicidó cuando su hija era una niña. Casi todos en su vida le reprochan el trauma que carga con ella y la pregunta de qué enfermedades hereditarias puede haber heredado: su jefe (Kal Penn), su hermana (Gillian Zinzer), su prometido Trevor (Jessie T Usher). La única excepción es una expareja, el policía Joel (Kyle Gallner), que está allí principalmente para quedarse, confundido pero empático, mientras Rose le cuenta varias revelaciones.
Rose hace búsquedas en Google. Revisa expedientes de casos antiguos. Visita a personas conectadas con víctimas anteriores. Es el mismo proceso que hemos visto en otras cien películas de terror, y el misterio aquí es lo suficientemente evidente como para que Rose nunca tenga nada importante que descubrir. Teniendo en cuenta que todas las películas de terror en estos días parecen ser “sobre traumas”, Smile nunca evoluciona más allá de lo básico: el trauma engendra trauma y, si no se controla ni examina, puede consumir la vida de una persona. ¿Se puede desarrollar una película de terror en torno a una declaración tan obvia? No se siente como una justificación adecuada para algo que, en realidad, se trata de lo bueno que era Kubrick haciendo películas.