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ENTREVISTA

Jafar Panahi, el cineasta más importante de Irán, fue sentenciado a prisión tras esta entrevista

El director galardonado ha enfrentado prisión y censura por parte del régimen iraní, que insiste en calificar sus películas como “propaganda antigubernamental”. Sin embargo, días antes de recibir una nueva condena de cárcel, conversó con Adam White sobre Un simple accidente’, su nueva película, y sobre por qué, para él, el impulso de crear arte siempre pesa más que incluso las consecuencias más severas

Head shot of Adam White
Miércoles, 03 de diciembre de 2025 08:55 EST
“¿Debería convertirme en alguien que se sienta a quejarse de lo difícil que se volvió todo? ¿O intentar encontrar una salida? Al final, resolví hacer lo que fuera necesario para continuar trabajando”
“¿Debería convertirme en alguien que se sienta a quejarse de lo difícil que se volvió todo? ¿O intentar encontrar una salida? Al final, resolví hacer lo que fuera necesario para continuar trabajando” (Getty)
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Afar Panahi quiere volver a casa. “Para ser sincero, todo este viaje me hace perder el tiempo por completo”, confiesa el cineasta desde una habitación de hotel en Nueva York, en plena gira de prensa internacional que ya se ha extendido por varios meses. “Espero que termine pronto y poder regresar a Irán, sentarme y ponerme a trabajar”. Considerado tanto un provocador profesional como un disidente político, Panahi es una figura que despierta a la vez temor y desprecio entre las autoridades iraníes. Mientras habla, esboza una sonrisa cargada de ironía. “Quiero proponer una solución legal para el futuro”, dice, con un tono abiertamente sarcástico. “Deberían prohibir que los cineastas salgan de sus países, así podrían avanzar de verdad en su trabajo”.

La tarde del jueves en que hablamos, su comentario me hizo reír. Sin embargo, la noche del lunes siguiente, cuando escucho la noticia de que Panahi ha sido nuevamente condenado a prisión por el gobierno de su país, aquella risa se transforma en una mueca de dolor. No obstante, si hay alguien capaz de enfrentar amenazas tanto físicas como existenciales, es él: un hombre que lleva 25 años desafiando al autoritarismo, tras haber soportado una prohibición de viaje de dos décadas, dos encarcelamientos previos y un veto para realizar películas.

Detrás de unos lentes anaranjados, con una voz áspera y quebrada por toda una vida de cigarrillos, Panahi encarna la figura del enemigo del Estado al estilo de Fred Hampton o Jane Fonda. Es valiente, imperturbable y transmite una seguridad casi intimidante. Sus películas —entre ellas el tierno drama El globo blanco (1995) y Un simple accidente, ganadora de la Palma de Oro este año y recién estrenada en cines— ofrecen retratos llenos de compasión del Irán contemporáneo. Aunque no siempre parten de ellos, sus relatos suelen aludir a temas como la opresión estatal, la misoginia y la brutalidad policial, lo que le ha valido amplio reconocimiento internacional. Un simple accidente ya se perfila como candidata al Oscar del próximo año. De hecho, Panahi se encontraba en Nueva York el lunes, recibiendo tres premios Gotham —Mejor director, Mejor guion original y Mejor película internacional— cuando se enteró de su nueva condena. Sin embargo, ese mismo trabajo que cosecha elogios en el extranjero es visto por las autoridades iraníes como “propaganda antigubernamental” y varias de sus obras están bajo constante ataque por ese motivo.

Las últimas nueve películas de Panahi han sido prohibidas en Irán. A pesar de su consagración internacional —ha obtenido los máximos galardones en festivales como Berlín y Venecia—, ha enfrentado la censura de forma reiterada. En 2010 fue condenado a seis años de prisión por “propaganda contra el Estado”, aunque recuperó la libertad tras cumplir tres meses. Más recientemente, en 2022, pasó otros siete meses encarcelado por un presunto vínculo con protestas antigubernamentales y solo logró salir tras iniciar una huelga de hambre que se prolongó por 48 horas. Su más reciente e inesperada condena fue anunciada este lunes por su abogado, Mostafa Nili: un año de prisión y una prohibición de dos años para salir del país, debido a “actividades de propaganda” no especificadas. Aunque ya han anunciado que apelarán, Panahi planea regresar a Irán, aun con la amenaza sobre él. Huir no forma parte del carácter de este cineasta de 65 años.

Explica que, en el pasado, tuvo oportunidades para escapar. Su prohibición de viajar, originalmente impuesta por 20 años, fue levantada antes de lo previsto en 2023, tras haber cumplido 14 años. En ese momento, Panahi y su esposa dejaron Irán y se trasladaron a París, donde editó Un simple accidente. Sin embargo, reconoce que no puede adaptarse a ningún otro lugar. “El problema está en mí”, afirma a través de su traductora, Iante Roach. “Solo puedo vivir en Irán. No tengo un conocimiento profundo de la gente en otros países, como Inglaterra o Francia. Y si hiciera una película sobre ellos, sería algo superficial”.

Solo pido que el Estado tolere mis películas lo suficiente para permitir que se proyecten

Cuando en 2010 se le prohibió oficialmente hacer cine, Panahi contempló la idea de rendirse. “Quedé profundamente afectado, en un estado de shock psicológico”, recuerda. Sin embargo, la sentencia coincidió con su transformación en una figura inspiradora para jóvenes cineastas y aspirantes, que comenzaron a acercarse con frecuencia. Muchos le preguntaban cómo lograr, como él, crear obras interesantes y subversivas en contextos tan restrictivos. Algunos ya se habían rendido. “Me pregunté qué debía hacer”, relata Panahi. “¿Convertirme en alguien que se sienta a quejarse de lo difícil que se volvió todo? ¿O intentar encontrar una salida? Finalmente, decidió seguir adelante: “Al final, resolví hacer lo que fuera necesario para continuar trabajando”.

Lo que hizo fue encontrar formas ingeniosas de doblar las reglas de su propio castigo. Con picardía, comenzó creando un documental sobre su situación, al que tituló This Is Not a Film. “Luego me pregunté qué más podía hacer”, cuenta. “Pensé: puedo conducir, así que puedo ser taxista. Pero si voy a ser taxista, también puedo colocar una cámara dentro del taxi y dejar que los pasajeros cuenten sus historias”. Así nació Taxi, su película de 2015. Más adelante, en 2021, realizó otra obra bajo estricta confidencialidad: un falso documental titulado Los osos no existen.

Mariam Afshari, Mohamad Ali Elyasmehr, Majid Panahi, Hadis Pakbaten y Vahid Mobasseri in ‘Un simple accidente’
Mariam Afshari, Mohamad Ali Elyasmehr, Majid Panahi, Hadis Pakbaten y Vahid Mobasseri in ‘Un simple accidente’ (Mubi)

“Las mejores películas que se hacen en Irán hoy en día se producen de forma clandestina”, afirma Panahi. “Y cada quien encuentra su manera de lograrlo. Muchos obtienen permisos oficiales para realizar cierta película, pero luego la filman de otra forma o incorporan un mensaje subversivo”. A pesar de la censura, no guarda rencor hacia las producciones más comerciales que sí cuentan con la aprobación del gobierno. “Solo pido que el Estado tolere mis películas lo suficiente como para permitir que se proyecten”, añade. Hasta ahora, solo El globo blanco y su continuación, El espejo (1997), han sido exhibidas legalmente en Irán.

Le pregunto a Panahi si siente alguna emoción al burlar las restricciones y filmar sin ser detectado. Con todo el contexto que rodea a sus obras, ¿resulta, aunque sea un poco, divertido? Él sonríe. “Sabes, estamos en una entrevista seria, pero también nos reímos bastante”, responde. “Así es la vida. Si le quitas la risa, todo se vuelve artificial y más difícil de soportar”. Yo lo interpreto como un sí.

Un simple accidente es, posiblemente, la película más abiertamente política de Panahi hasta ahora. La historia sigue a Vahid —interpretado por Vahid Mobasseri—, un ex preso político que trabaja como mecánico y que, un día, cree haber reconocido al hombre que lo interrogó con violencia años atrás. Su única certeza es la voz del sujeto, y aun así sabe que podría estar equivocado. A pesar de la duda, decide secuestrarlo y, como no sabe cómo actuar, recurre a otros amigos disidentes para debatir qué hacer. Como resultado, la película se convierte en un relato tenso y, por momentos, desconcertante. Sin embargo, evita caer en el tono moralizante, incluso cuando se sumerge en discusiones circulares sobre la violencia y la venganza. Finalmente, todo conduce a un desenlace impactante, filmado en un solo plano.

Las propias experiencias de Panahi en prisión influyeron directamente en la historia de la película. “Los presos comparten una vivencia común: el interrogatorio”, explica. “Nos obligan a sentarnos en una silla frente a una pared, sin la presencia de un abogado, mientras un interrogador hace preguntas desde atrás. Y lo que ocurre es que, en lugar de concentrarse en las preguntas y responder, uno queda atrapado tratando de adivinar quién es ese interrogador. Cómo es físicamente. Cuántos años tiene. Y si escucho esa misma voz fuera de la prisión, ¿seré capaz de reconocerla?”

Ebrahim Azizi en ‘Un simple accidente’
Ebrahim Azizi en ‘Un simple accidente’ (Mubi)

Hasta donde sabe, Panahi nunca se ha cruzado fuera de prisión con alguno de sus interrogadores, y no está seguro de cómo reaccionaría si eso llegara a ocurrir. Sin embargo, insiste en que no quiere que el público se quede atrapado en los detalles específicos de la trama. Su intención, más bien, es que la película provoque reflexiones más amplias. “Quiero que la gente enfrente la idea del ciclo de violencia”, señala. “¿Debe permitirse que la venganza continúe o, en algún momento, tiene que terminar?”

Le pregunto a Panahi por las personas que aparecen en sus películas, a menudo una combinación de actores profesionales y gente común. Al igual que él, son conscientes de que están participando en un proyecto que podría convertirlos fácilmente en blanco de represalias. ¿Les advierte sobre los riesgos? Panahi se encoge de hombros. “Saben muy bien con quién se les invita a trabajar, y todos comparten el interés de hacer algo distinto”, responde con serenidad.

Panahi menciona el movimiento Mujer, Vida, Libertad, que surgió en 2022 y llevó a miles de ciudadanos iraníes a las calles para protestar contra la represión y la corrupción del gobierno. La chispa fue el arresto de una mujer por parte de la policía de la moral, acusada de no llevar correctamente el hiyab.

“Desde entonces, muchos en Irán hemos decidido contribuir al movimiento, de cualquier forma posible”, afirma. En su caso, y en el de quienes participan en sus películas, el camino es el arte. “A todos nos interesa más crear una obra valiosa que pensar en las posibles consecuencias”.

Cate Blanchett y Juliette Binoche entregan a Jafar Panahi la Palma de Oro en el Festival de Cannes en mayo
Cate Blanchett y Juliette Binoche entregan a Jafar Panahi la Palma de Oro en el Festival de Cannes en mayo (Getty)

Como quedó claro esta semana, las consecuencias volvieron a alcanzarlo. Sin embargo, Panahi no tiene intención de cambiar su forma de trabajar ni de pensar, y admite que, en realidad, tampoco podría hacerlo. Recuerda una experiencia temprana: cuando aún era estudiante de cine, realizó un thriller psicológico de 30 minutos que, según confiesa, imitaba casi por completo el estilo y el lenguaje visual de Alfred Hitchcock, una de sus primeras influencias.

“Se veía muy bien, pero no tenía alma”, recuerda. Tal vez fue su primer acto auténtico de rebeldía: una noche, entró a escondidas en el laboratorio de la escuela y robó los negativos de la película. “Y luego los destruí para que nadie pudiera verla”, cuenta entre risas. “En ese entonces, nadie sabía quién era. Solo era uno más entre muchos estudiantes de cine tratando de encontrarse. Pero aun así entendí que tu firma tiene valor, y que no puedes ponerla en cualquier película. Sabía lo que significa dejar tu marca en algo”.

‘Un simple accidente’ llega a los cines el 5 de diciembre.

Traducción de Leticia Zampedri

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