‘Wakanda Forever’ es una prueba más de que Marvel no sabe hacer secuelas
La nueva secuela de ‘Black Panther’, al mismo tiempo que es excesiva, también está poco desarrollada, escribe Ed Power. Y comprueba que a Marvel le sigue costando trabajo hacer segundas partes decentes
Black Panther: Wakanda Forever llega con un peso aplastante sobre los hombros. La continuación recién lanzada de Ryan Coogler de la película original de Black Panther, de 2018, enfrenta un abrumador desafío doble: brindar al público de Marvel la emoción visceral que anhelan, y al mismo tiempo honrar el legado del difunto Chadwick Boseman.
Boseman murió de cáncer en agosto de 2020, menos de ocho meses antes de que repitiera el papel del heroico T’Challa en la secuela. Como Coogler tuvo que reescribirla de forma apresurada, la película ahora camina por una cuerda floja complicada. Debe funcionar simultáneamente como un homenaje a Boseman y abrir un nuevo capítulo para Wakanda, el reino ficticio de los superhéroes en el este de África.
Pero si dejas de lado la trágica pérdida de Boseman, Wakanda Forever es importante por otra razón. El UCM (Universo cinematográfico de Marvel) es uno de los grandes logros de la cinematografía moderna: entrelaza múltiples personajes e historias en 30 largometrajes y contando. Sin embargo, en un aspecto, se ha quedado corto constantemente. Resulta más un villano que un héroe a la hora de hacer secuelas directas.
El problema de las secuelas de Marvel abarca la totalidad del UCM: desde la terrible Iron Man 2 en 2010 hasta la espantosa Doctor Strange and the Multiverse of Madness, también conocida como Doctor Strange 2, a principios de este año. Cada vez que Marvel tiene un éxito y a continuación hace otra película con el mismo protagonista, los resultados invariablemente terminan por quedarse cortos. ¿Cómo es posible que una serie que acierta en tantas cosas falle de manera constante en lo mismo? ¿Y qué nos dice sobre las fortalezas y debilidades de la visión del jefe del UCM, Kevin Feige, para la franquicia?
Para empezar, hay que reconocer que existe una excepción a esta regla de oro de Marvel y sus frágiles secuelas: Captain America: The Winter Soldier de 2014. Este tenso thriller lanzó al monigote envuelto en franjas y estrellas de Chris Evans a una conspiración política de varias capas. También marcó la llegada a Marvel de los hermanos escritores y directores Anthony y Joe Russo (quienes harían las dos mejores películas de MCU, Avengers: Infinity War y Endgame). Sobre todo, demostró que con el guion y el enfoque correctos, las secuelas de Marvel pueden prosperar. Entonces, ¿por qué hoy se destaca como tal anomalía?
Dejando a un lado a Winter Soldier, cada secuela de Marvel ha fracasado a su manera. Con Iron Man 2, el consenso es que el director que volvió a intentarlo, Jon Favreau, cometió el clásico error de tratar de meter demasiados villanos. Lo hizo al enfrentar a Iron Man de Robert Downey Jr. contra el físico rebelde de Mickey Rourke, Ivan Vanko, también conocido como Whiplash, y el traficante de armas amanerado de Sam Rockwell, Justin Hammer.
Sin embargo, según Rourke, los problemas fueron más profundos que eso. “Al final del día, es un nerd con un bolsillo lleno de dinero el que está al mando”, se quejó con CraveOnline. “Favreau no tomó las decisiones. Ojalá lo hubiera hecho… Marvel solo quería un chico malo unidimensional, por lo que la mayor parte de mi actuación terminó en el suelo”.
El título de la peor secuela de Marvel recayó en Iron Man 2 durante tres años nada más. En 2013, Feige y compañía se superaron a sí mismos con la estéril Thor: The Dark World. Esta vez, el problema era que el estudio se estaba esforzando demasiado por aferrarse a las tendencias predominantes, que en 2013 incluía a la todopoderosa Game of Thrones. Feige y compañía llegaron a contratar a uno de los directores del género de fantasía cachonda, Alan Taylor.
Lo que Taylor no sabía era que se había involucrado en un proyecto que ya era problemático. Descontenta con el guion, Patty Jenkins, quien más tarde dirigió Wonder Woman, ya había abandonado el proyecto. Su temor, había dicho, era que recibiría la culpa si la película era un desastre y que, al ser la primera mujer en dirigir una película del UCM, el impacto negativo iría más allá de su carrera. En cambio, sería usado como… pues, un martillo de Thor contra todas las directoras.
“No puedes hacer películas en las que no crees”, le dijo a Vanity Fair en 2020. “La única razón para hacerlo sería demostrarle a la gente que puedo hacerlo. Pero no habría demostrado nada si no tuviera éxito. No creo que hubiera tenido otra oportunidad”.
Thor 2 también sufrió por tratar de establecer un tono más sombrío que su predecesora, al tiempo que conservaba los elementos más amenos de la franquicia que amaban a los fanáticos. The Dark World originalmente había terminado con la muerte del diabólico hermanastro de Thor, Loki. Sin embargo, cuando las audiencias de prueba se negaron a creer que el dios embaucador de Tom Hiddleston estuviera muerto (asumieron que era un juego de manos), Marvel se echó para atrás. Loki viviría después de todo.
“La versión con la que yo había comenzado tenía más asombro infantil; había ciertro imaginario de niños, que comenzó todo”, así describió Taylor su “versión del director” al Hollywood Reporter. “Había una cualidad un poco más mágica… Hubo grandes diferencias en la trama que se alteraron en la sala de montaje y con fotografía adicional: las personas [como Loki] que habían muerto ya no estaban muertas, las personas que se habían separado estaban juntas otra vez. Creo que me gustaría mi versión”.
Con las secuelas del UCM, a menudo existe la sensación de que su propio éxito toma a Marvel por sorpresa. La original de Thor, una película sobre un amanerado vikingo con un martillo mágico, realmente no debió haber funcionado. El director Kenneth Branagh elevó una propiedad pulp a algo vivo, que respira y es profundamente encantador. Había una sensación de un rayo capturado en una botella. La segunda vez, Marvel no supo cómo volver a conjurar esa magia improbable. En última instancia, Thor volvió a encarrilarse gracias a la colaboración con el singular Taika Waititi, quien inyectó en la marca su distintivo humor estrafalario para Thor: Ragnorak. Pero deja a The Dark World como el caso atípico no querido de las películas de Thor.
“En verdad admiro el conjunto de habilidades de alguien que puede entrar con una visión muy personal, como Taika Waititi, y lograr combinarla con las grandes demandas corporativas”, dijo Taylor. “Creo que mi conjunto de habilidades puede ser diferente”.
El síndrome de las secuelas también afectó a Avengers: Age of Ultron. La original de Avengers de 2012 había tenido éxito a pesar de la opinión generalizada de que un equipo de superhéroes estaba destinado a ser un enorme desastre. Sin embargo, cuando el estudio regresó con Age of Ultron en 2015, al director de Avengers, Joss Whedon, le resultó imposible repetir el truco de las tres cartas de su película original.
Un problema fue que, en su afán por dar a sus héroes momentos de humanidad, ideó un romance poco convincente entre Black Widow de Scarlett Johansson y Bruce Banner, también conocido como Hulk (un abatido Mark Ruffalo). También estaba bajo presión para introducir elementos de la historia que sentarían las bases para futuras excursiones de Marvel, como las tensiones entre el Capitán América y Tony Stark que brotarían en Captain American: Civil War de 2016.
Pero sobre todo, y al igual que con la segunda parte de Thor y Iron Man, había una sensación de que, habiendo movido montañas, a Whedon le faltaba la energía emocional para hacerlo todo de nuevo.
“Estaba tan abatido por el proceso”, dijo a una audiencia pública en el Festival de Cine de Tribeca en 2016. “Algo de eso estaba en conflicto con Marvel, lo cual es inevitable. Mucho se trataba de mi propio trabajo, y yo estaba… exhausto”
Más tarde fue criticado por convertir a Black Widow en un apéndice emocional glorificado de Hulk (a lo largo de Age of Ultron, la hipersexualizan o la representan como amable y maternal). Esa crítica fue parte de una reevaluación posterior de la obra de Whedon, ayudada por acusaciones de comportamiento poco profesional por parte de colaboradores tanto antes de Marvel (como la estrella de Buffy, Charisma Carpenter) como después (prácticamente todos los miembros del elenco de su condenada película de DC de 2017, Justice League). Hace tiempo que Whedon desapareció de la historia de Marvel. Sin embargo, sus problemas de secuela perduran.
Este año, Doctor Strange and the Multiverse of Madness fue un horrible espectáculo de CGI que careció del brío místico de su predecesor y dependió demasiado de los efectos psicodélicos. Mientras tanto, Wakanda Forever tiene una sensibilidad improvisada, aunque comprensible a raíz de la muerte de Boseman. Las críticas de la película han sido mixtas. The Independent la elogió como sensible y conmovedora, y la crítica Clarisse Loughrey escribió que “se siente subsumida bajo una gran sombra de pérdida”, con “cada fotograma envuelto en una tierna tristeza”. Otros, sin embargo, han sido menos positivos. “Sin historia e insípida”, escribió Vulture. “Irremediablemente estancada… repetitiva, demasiado familiar… ocasionalmente incoherente”, coincidió el Washington Post.
Cuando la atención se centra en personajes queridos como la hermana pequeña de T’challa, Shuri (Letitia Wright) y su madre, Ramona (Angela Bassett), Wakanda Forever funciona de forma maravillosa. Por desgracia, el antagonista acuático Namor (Tenoch Huerta) está poco desarrollado y no es lo suficientemente villano. La duración de casi tres horas también logra ser a la vez aturdidora y apresurada. Wakanda Forever hace una cosa bien al abrir con una conmovedora escena funeraria que es un tributo tanto a T’challa como al actor que lo interpretó.
Sin embargo, como continuación flácida de una gran película, la película nos recuerda que —para mezclar nuestras metáforas de cómics— las secuelas siguen siendo la kryptonita definitiva de Marvel.
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