Aurora: “Tememos más a los activistas que al fin del mundo o a una guerra”
Antes de su concierto íntimo a beneficio de War Child, la cantante noruega le cuenta a Hannah Ewens cómo las redes sociales han arruinado nuestra capacidad de empatía y cómo convive con su neurodivergencia
Aurora Aksnes no es ingenua sobre su misión como música y activista. Hace diez años, esto era una variación del típico título multifacético que todos ponían en su biografía de Instagram. Hoy ya no.
El momento cultural actual es, según ella, una especie de caída colectiva: una etapa en la que la expresión política pública se percibe como pasada de moda o incluso sospechosa; además, siente que la conversación se encuentra en un punto especialmente frágil.
“La gente le tiene más miedo a los activistas que a que el mundo se muera”, afirma con una perplejidad genuina. “Más miedo a los activistas que a la guerra. ¿No es curioso?”. Hace una pausa y frunce la nariz. No es una pregunta retórica.
Aurora es, ante todo, curiosa. Dice que esta intersección entre activismo y música se vuelve más compleja según quién hable; por ejemplo, recuerda la reacción ante los llamados de Bob Vylan para que termine la ofensiva militar israelí. En general, el público acepta que una mujer blanca con apariencia juvenil hable sobre Palestina, pero no un hombre negro.
“Es muy triste ver cuánto miedo tiene la gente de acercarse a alguien que alza la voz contra las grandes fuerzas del mundo. Nos vuelve muy débiles”, dice Aurora. “Pero con Bob Vylan, me sorprendió mucho cómo reaccionó la industria y cómo reaccionó la gente; además, fueron dos cosas muy distintas”.
Después de la presentación del dúo en Glastonbury, cuando el vocalista Bobby Vylan gritó “Muerte a las FDI” (las Fuerzas de Defensa de Israel), su agente los dejó y su gira por Estados Unidos se canceló tras la revocación de sus visas. Además, grupos amplios del público los respaldaron e incluso artistas como Amyl & the Sniffers, Fontaines D.C. y Massive Attack expresaron apoyo.
En el estudio de pódcast de The Independent, la noruega de 29 años se ve pálida, luminosa y un poco etérea, como un ángel de nieve. Además, tiene un toque de la excentricidad de Björk, esa misma carga de imprevisibilidad; también muestra la sensibilidad pop elemental que se reconoce en Florence Welch. Y aparece la inventiva poco convencional de los primeros años de Grimes, presente tanto en las observaciones incisivas de Aurora como en su música.
Su voz en canciones como “Runaway”, su balada folk más conocida, parecen surgir de la niebla. En los últimos años, captó la atención de la generación Z gracias a sus reflexiones virales en pantalla chica sobre la vida, la muerte y lo extraño de la sociedad. Pero, cada vez más, la música y la responsabilidad moral van de la mano para ella.
Quedarse en silencio, siendo alguien a quien sí escuchan, es decir, una música con una plataforma pública, resulta impensable. “No usar tu voz solo porque incomoda me parece muy triste, porque renuncias a una parte esencial de ti y de lo que te hace humana”.
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Aurora está en Londres para ayudar a promocionar su íntimo concierto benéfico en la hermosa Union Chapel el 10 de diciembre, con el fin de recaudar fondos para War Child, una organización que apoya a niños cuyas vidas han sido devastadas por la guerra y el genocidio ante la llegada de un invierno frío.
Además, dividió el espectáculo en dos partes: Dusk, que abordará el activismo, la humanidad y el poder de las personas, y Dawn, que elevará al público hacia emociones de esperanza y renovación. Por eso, destaca: “Admiro muchísimo a organizaciones como War Child, que luchan contra ese instinto de volver a tu burbuja y relajarte”.
En su mente, la insensibilidad es el enemigo. Las redes sociales, “diseñadas para volver a la gente más estúpida, más insensible”, son, por supuesto, la principal culpable. De hecho, afirma que el modo en que presentan el contenido amplifica ese efecto.
“Cuando ves imágenes de una guerra real que está ocurriendo ahora mismo, gente real quemándose y muriendo, intercaladas con tutoriales de maquillaje: ‘Así se hace un pay de nuez’, ‘Así hago tal cosa’, y lo ponen todo junto… Las cosas tristes, inhumanas, que ni siquiera puedes comprender por completo, se mezclan con contenidos completamente vacíos. Así que imagínate cómo termina nuestro cerebro asociando esa guerra, o esas situaciones inhumanas, con la insensibilidad”.
Sobre el escenario, Aurora les ha insinuado a sus fans que tiene un cerebro neurodivergente, pero nunca había hablado de cómo eso impacta su vida como música. “Con la edad y con el tiempo, he aprendido un poco más a manejar el ser neurodivergente y a intentar no sobrecargarme hasta un punto sin retorno. No se habla tanto de esto: la neurodivergencia y el arte, cómo están hechas la una para la otra, pero también cómo pueden chocar”, explica. “Lo contrario de lo que quieres y necesitas de este mundo es, justamente, todo lo que llega como efecto secundario del simple hecho de hacer tu música”.
Por ejemplo, lo que las comunidades de autismo y TDAH llaman “función ejecutiva”, es decir, las habilidades mentales que permiten planear, organizar y manejar tareas, puede resultarle difícil.
Además, dice que todo se complica cuando no se trata de cosas que le “arden en el pecho”, esas que le permiten entrar en un estado de hiperfoco y olvidar que tiene un cuerpo. “Cuando actúo, es muy fácil olvidar que estoy cansada o enferma; simplemente desaparece, lo cual es muy genial. En cambio, con cosas que pasan más por la cabeza y no por el corazón, puede ser muy complicado día a día”.
Se sobreestimula muy rápido con la gente, algo que no es ideal, considerando que ser artista significa estar rodeada de personas todo el tiempo. “No me gusta la conexión que sucede en mi cabeza, cuando los individuos a veces se transforman en una entidad enorme, o en una pared”.
Aun así, le encanta conocer gente, porque su neurodivergencia la hace especialmente abierta a los desconocidos. “Es como un superpoder, pero si es demasiado todo el tiempo, ese superpoder desaparece. Me pone triste, porque entonces me pierdo muchos encuentros buenos con personas”.
Los artistas pasan gran parte de su vida en espacios liminales, algo que la estrella pop Charli XCX señaló recientemente en su boletín de Substack. De hecho, suelen estar siempre en movimiento: en salas de aeropuertos, buses de gira o bodegas frías antes de una sesión de fotos. “Soy bastante buena dejando que toda esta vaguedad de la vida despierte cosas buenas en mí”, dice Aurora con entusiasmo.
Por ejemplo, si viaja mucho, usa ese tiempo para leer un libro o dibujar. “Lo hago acogedor. Así que cuando siento que el tiempo se está desperdiciando, esperando llegar a algún sitio o lo que sea, me escapo dentro de mi cabeza, y me gusta mucho estar ahí. Y me resulta muy fácil”.

No sorprende que la solución de Aurora al cansancio del activismo sea volver al mundo físico, a ese acto tercamente analógico de reunirse. Para ella, cuando las personas coinciden en una misma sala por una causa, “es algo muy puro”. “Puedes ver a la multitud. Puedes sentir cuántos son. Puedes entenderlo”.
En ese sentido, las estadísticas solo se vuelven reales cuando se encarnan. “Uno de cada cinco niños en nuestro mundo está afectado por una guerra o un conflicto que impacta su voluntad de crecer, de hacer algo con sus talentos, con su impulso de ser humano y explorar y jugar”, dice.
Como cifra, suena horrible. Pero si tachas la cara de cada quinto niño en el anuario de tu escuela, te llega al corazón. “Es un buen ejercicio para transformar estadísticas que cuesta sentir”, me dice, llevándose una mano al pecho, “en algo que aterrice esos números en la realidad”.
Y, según ella, el proceso también puede invertirse para ayudar a la gente a entender los cambios positivos. War Child ha ayudado a 180.000 niños en Palestina. “Esa es la población de toda mi ciudad”, dice Aurora. “Son muchas vidas”.
A pesar de sus preocupaciones globales, Aurora sigue profundamente conectada con lo local. Por eso continúa viviendo en Bergen, Noruega, una ciudad rodeada de montañas como murallas y con inviernos que pueden extenderse hasta ocho meses.
De niña, no escuchaba mucha música —aún no está segura de que le guste—, pero en casa oía a artistas como Leonard Cohen, Enya y Nina Simone. De ellos, aprendió cosas distintas: Cohen le mostró que la suavidad femenina puede ser una fuerza política; Simone, que los buenos artistas reflejan la época en la que viven; y Enya es simplemente Enya (y, a juzgar por Aurora, una influencia decisiva). “Si lo haces bien”, dice Aurora, “tu voz dura para siempre. Y es una pena si esa voz solo habló de tonterías inútiles”. Sonríe, divertida consigo misma. “Aunque necesitamos tonterías inútiles también. A mí me encantan”.
Aurora vuela de regreso a casa esta noche. Y está nevando en Bergen, algo que la entusiasma. Allí, instalará su nuevo piano roto, una compra barata que la tiene encantada porque suena “desafinadito”. En su estudio casero seguirá alimentando un deseo persistente: crear algo completamente impactante y novedoso.
“Está muy claro que, como seres humanos, siempre reaccionamos a lo que hizo la generación anterior o a lo que solíamos hacer. Eso es lo que estoy haciendo yo también: siguiendo un patrón predestinado propio, en el que ahora estoy reaccionando a lo que era antes”.
De aquí a su regreso a Londres en diciembre para el concierto de War Child, los fans empezarán a ver el inicio de esta nueva etapa en su carrera. “Estoy emocionada por ver en qué se convierte”, dice. Luego, esboza una pequeña sonrisa. “La vida todavía guarda sorpresas”.
La única manera de ver el concierto de invierno de Aurora es participando en el sorteo, en el que los fans pueden ganar un par de boletos VIP. Cuantas más veces se inscriban, mayores serán sus probabilidades de ganar.
El sorteo para los boletos cierra a las 11:59 p. m. del domingo 30 de noviembre, pero aún puedes usar la página del sorteo para donar a War Child.
Traducción de Leticia Zampedri






