Lecciones del caso de Verónica Castro sobre el cuidado de la identidad e interacción digital
Durante la pandemia de covid-19 los adultos mayores dieron un “salto” a la digitalización sin una guía adecuada o educación digital para prevenir diferentes riesgos a los que hoy están vulnerables; de esto habla Soledad Villa
En los últimos días se ha dado a conocer una acusación de grooming en contra de Verónica Castro, una actriz mexicana de 69 años, quien en consecuencia, decidió dejar de interactuar a través de su cuenta de Twitter con la audiencia hasta no recibir una disculpa pública por parte de sus difamadores.
Aunque es un caso sobre el que todavía queda mucho que aclarar, con los detalles que se conocen hasta el momento hay varias lecciones que quedan para los adultos mayores en lo que respecta al cuidado de su imagen e identidad digital.
El grupo de población mayor a 65 años es hoy uno de los principales blancos de fraudes cibernéticos que se realizan a través de redes sociales y sistemas de mensajería, por lo que es indispensable contar con información suficiente acerca de cómo prevenirlos.
Durante el confinamiento que tuvo lugar con la pandemia de covid-19, muchos de ellos tuvieron su primer contacto con la tecnología o aprendieron a utilizar nuevas aplicaciones con el fin de mantener la comunicación con el exterior y con sus seres queridos.
La vida se digitalizó a un paso acelerado y los puso frente a nuevas realidades, desde vídeollamadas hasta vídeoconsultas con el médico, pasando por aplicaciones de mensajería, supermercado, banca en línea, entre otras.
Sin embargo, a la par no existió una guía sobre los riesgos que representa la interacción en medios digitales, como puede ser la desinformación, el robo de identidad, los fraudes, la difusión de información sensible, el acoso o el riesgo de ser víctimas del crimen.
En este contexto, la población de adultos mayores se encuentra vulnerable al mal uso que puede hacerse de la tecnología en diferentes contextos.
¿Qué pasó con Verónica Castro?
La actriz, que cumple 70 años el próximo 19 de octubre, tuvo diferentes interacciones en plataformas digitales como Twitter, WhatsApp y Zoom con un grupo de jóvenes de alrededor de 17 años, en las que no consideró que varias de las cosas que conversó “en confianza”, podían ser consideradas grooming, o acoso contra un menor de edad por un adulto.
Además, Castro parece haber pasado por alto que, a pesar de interactuar con cierta frecuencia, en realidad estaba compartiendo información, de la que perdía total control, con personas desconocidas.
Todos los mensajes, imágenes y videos que se envían a través de cualquier plataforma digital quedan registrados para uso de quienes lo reciben, independiente a si existe un consentimiento explícito o no.
La “intimidad” que genera la interacción virtual no es real, pues hay siempre un dispositivo de por medio que “enmascara” la identidad de quien está del otro lado.
En los fragmentos del Zoom que compartió Jorge Carbajal, el youtuber que dio a conocer el supuesto acoso de Verónica Castro, se escucha a la actriz hablar de un video sexual de Gabriel Soto que fue filtrado a través de redes sociales hace más de un año.
“Pero yo lo que quiero es ver el vídeo”, les dice la actriz, quien no refleja intenciones de entablar una conversación inadecuada o sugerente con las menores.
En la información que se ha revelado hasta el momento, las otras jóvenes que participaron en la conversación, aseguran que fue la adolescente que filtró los vídeos quien abordó primero el tema y no la actriz.
Sin embargo, lo anterior pasa a segundo plano cuando hay una filtración de información, como le sucede a cientos de mujeres a diario, que son víctimas de lo que se llama “porno venganza”, que se refiere a cuando un tercero da a conocer sin su consentimiento imágenes, videos, conversaciones o información personal de una víctima que los compartió en el contexto de una relación.
5 consejos para el uso de plataformas y dispositivos digitales
Ante este suceso, es importante tener en cuenta la necesidad apremiante de la educación digital en medio del uso acelerado de la tecnología que trajo la pandemia, no sólo para los adultos mayores, quienes son hoy un grupo vulnerable, sino para todos los que interactúan con las pantallas.
- No compartir contraseñas: esto se ha convertido en un problema para quienes no están familiarizados con la tecnología, en un mundo en donde comunicarse y realizar actividades diarias requiere medios electrónicos. Compartir las contraseñas puede ser una solución “sencilla” que cause problemas de gran tamaño, sobre todo cuando se trata del uso de la banca en línea, perfiles de redes sociales o correos electrónicos.
- No aceptar invitaciones o mensajes de desconocidos: este tema que debe ser tratado como en la presencialidad, así como jamás le abriremos la puerta o entablaremos conversaciones con un extraño, la “entrada” a nuestro espacio digital debe tener el mismo rigor.
- No compartir información sensible en RRSS: las imágenes de nuestro espacio físico (hogar, auto, vecindario, trabajo, ruta, parque para hacer ejercicio) deben ser consideradas información sensible a la que nadie debe tener acceso. Así como la información sobre nuestras actividades, familiares, posesiones, labores, etcétera.
- Considerar que la comunicación con un menor de edad, por cualquier medio o plataforma, conlleva responsabilidades siempre para el adulto, aún cuando exista el consentimiento de los padres o tutores.
- Uso consciente de las plataformas y dispositivos: antes de publicar en las redes sociales o de compartir un mensaje es importante tener en cuenta:
- Si conocemos la veracidad de la información o su fuente
- Si tenemos propiedad sobre el material o es de un tercero
- Si denosta o denigra a otra persona o a un grupo de personas
- Si forma parte de la información sensible que es importante cuidar, como dónde estoy, qué hago, con quién estoy, cuál es mi residencia o la identidad de mi familia
- Si la persona que recibe el mensaje ese confiable o tiene el criterio suficiente