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Opinión

Al crear una crisis migratoria en Los Ángeles, Donald Trump se ha convertido en el matón en jefe de EE. UU.

El envío de la Guardia Nacional para disolver las protestas contra la represión de los inmigrantes ilegales en California es un indicio de que el matón en jefe no ha hecho más que empezar, afirma Sean O'Grady

Miércoles, 11 de junio de 2025 16:31 EDT
Una periodista recibe un disparo en directo con una bala de goma en las protestas de Los Ángeles

Nunca hubo necesidad de que el presidente Trump enviara a la Guardia Nacional a Los Ángeles. Fue un deseo. Una elección.

Todos los indicios apuntan a que la resistencia a los funcionarios de ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU.), esencialmente a pequeña escala y no violenta, podía ser enfrentada por la policía local, así como por los propios funcionarios de ICE.

Lo mismo puede decirse de las protestas pacíficas de los residentes de la zona que se oponían a lo que consideraban acciones y tácticas extralegales —además de inmorales e inhumanas— de los funcionarios de ICE, a veces enmascarados.

Hay que decir que el jefe de ICE, Tom Homan —un hombre no muy familiarizado con los principios policiales ciudadanos de Peel— fue elegido específicamente por Donald Trump para el puesto por su desdén casual por la ley y las sutilezas constitucionales. No es de extrañar que sus subordinados actúen con la misma dureza que Homan y el mismo Trump profesan.

A muchos manifestantes les parecía que lo que estaba ocurriendo era un proceso de deportación arbitraria sin el debido proceso legal —una violación del antiguo derecho de habeas corpus—, así como la promulgación de una política cruel que estaba desgarrando comunidades.

En una entrevista reciente, el presidente prácticamente admitió que se estaba ignorando la necesidad legal de un debido proceso porque tendría que haber “millones” de casos. Pero eso, como se dice en los tribunales, no es un argumento jurídico, y simplemente pone de relieve la impracticabilidad del enfoque.

Un enfoque totalmente impulsado por los instintos autoritarios extremos del presidente y por motivos políticos. El presidente no teme a la división, la crisis y la violencia: son cosas de las se nutre.

En ese sentido, como en tantos otros, es tan inusual como peligroso que ocupe el cargo que ocupa.

Nadie que conozca a Trump ha afirmado nunca que dedique mucho tiempo a planificar las cosas: es alguien que funciona por instinto. Como señala el gobernador de California, Gavin Newsom, ordenó el envío de 2.000 efectivos armados de la Guardia Nacional al condado de Los Ángeles no para cubrir una necesidad insatisfecha, sino para fabricar una crisis donde no la había.

No había nada más que desobediencia y protesta. Pero Trump no puede soportar ser desafiado, ya sea por un demócrata en el Congreso, un rival en la escena inmobiliaria, un funcionario de mente independiente o el líder de cualquier país extranjero que no le caiga particularmente bien.

También es vengativo con sus adversarios, como demuestran sus “investigaciones” sobre Joe Biden. Prefiere la humillación al diálogo, y por eso una invitación a la Oficina Oval hace temer a sus homólogos ser tratados como lo han sido Volodymyr Zelensky, Mark Carney y Cyril Ramaphosa.

Trump no piensa ni planifica, pero sí tiene instinto para seguir un camino de acción que favorezca su propio interés. Por eso hace que todo se intensifique. Es triste decirlo, pero su electorado “votó por esto”, y disfruta viendo a sus enemigos percibidos —compatriotas estadounidenses, de hecho— alcanzados por balas de goma, gases lacrimógenos y, en general, intimidados por el matón en jefe de EE. UU.

De hecho, podemos ver cómo podría progresar este guion en los próximos días. En medio del caos y la confusión, puede morir un manifestante. Se sembrarán las semillas.

Trump se negará a condenar la acción, tal como hizo tras los sucesos de Charlottesville en 2017, y culpará a la izquierda radical y a los inmigrantes ilegales.

Los Ángeles, como en el pasado, será la ciudad en la que estalle la tensión. Arderá en llamas, Trump enviará más tropas. Tarde o temprano, se calmará, pero enormes daños a vidas, propiedades y el tejido de la sociedad quedarán atrás.

Estados rojos contra estados azules. Raza contra raza. MAGA contra el resto. Los demócratas serán presentados como del bando de los alborotadores y los saqueadores, y los inmigrantes de larga data volverán a ser grotescamente demonizados como delincuentes violentos. Y Trump estará satisfecho.

Traducción de Sara Pignatiello

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