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Los demócratas de Utah le dieron la espalda al estado y lo abandonaron: es vergonzoso

Afirmar que pedir a los votantes demócratas que respalden al candidato independiente de centro-derecha Evan McMullin es “poner al país por encima del partido” es irrisorio y ofensivo

Skylar Baker-Jordan
Miércoles, 27 de abril de 2022 18:34 EDT
McMullin lanzó su candidatura hace unos meses al sentirse repelido por la retórica “intolerante” de Trump
McMullin lanzó su candidatura hace unos meses al sentirse repelido por la retórica “intolerante” de Trump (Getty)
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2018 es el primer año que no voté por un candidato demócrata para la Cámara de Representantes de Estados Unidos. No me malinterpreten, me hubiera gustado. Como izquierdista acérrimo y demócrata de toda la vida (me registré en el partido cuando cumplí 18 años), la idea de votar por un republicano es un anatema para mí. Pero yo vivía en el este de Carolina del Norte y no hubo ningún candidato demócrata en la boleta electoral. Entonces, no voté, al menos no en esa campaña.

Fue exasperante el hecho de que me robaran mi derecho a decidir. Seguramente los demócratas podrían haber encontrado a alguien, cualquiera, que se postulara para la Cámara. Sí, en mi distrito las posibilidades de victoria eran escasas; el último demócrata que representó al tercer distrito del Congreso de Carolina del Norte fue derrotado en 1992. Pero sentir que el partido pensaba tan poco en mi distrito, y tan poco en las personas que vivían allí, que ni siquiera se molestaron en presentarse de la manera más básica, fue una verdadera patada en el estómago.

He estado pensando mucho en esto desde que se conoció la noticia de que los demócratas de Utah decidieron no nominar a un candidato para el Senado. En lugar de desafiar directamente al republicano titular Mike Lee, los demócratas de ese estado han respaldado al candidato conservador independiente Evan McMullin. Esto a pesar del hecho de que un demócrata dispuesto, Kael Weston, buscaba la nominación del partido.

Esto no es solo mala política, es casi una traición imperdonable no solo a la base del partido, sino especialmente a aquellos de nosotros que vivimos en las zonas rurales de Estados Unidos. El Partido Demócrata esencialmente ondea la bandera blanca de la derrota, y admite que está demasiado fuera de sintonía con la gente de Utah para ganar allí. Peor aún, están admitiendo que no tienen ningún deseo de cambiar esa situación.

En lugar de encontrar una manera de construir puentes y hacer incursiones en las zonas rurales de Estados Unidos, el Partido Demócrata simplemente se dio por vencido. Como votante de aquí, encuentro esta actitud profundamente insultante. En pocas palabras, no puedes esperar que la gente vote por ti si nunca les pides su voto. Y los demócratas simplemente decidieron que ya no vale la pena pedírnoslo.

Aparentemente, los demócratas hicieron esto para aumentar las posibilidades de que el simpatizante de Trump, Lee, pierda en noviembre. Ese es al menos el mensaje con el que va la propia campaña de McMullin. “Hoy, los demócratas de Utah votaron para unirse a la coalición multipartidaria de Evan McMullin y no nominar a un candidato para la campaña por el Senado de Estados Unidos de mitad de periodo de 2022”, arguementó la campaña de McMullin en un comunicado el sábado, según CNN. “Esta es la primera vez en la historia de Utah que el Partido Demócrata no ha presentado un candidato para una campaña estatal, y ha elegido en cambio poner al país sobre el partido”.

Me alegro de que Evan McMullin esté en contra de Trump. Cualquier estadounidense patriota debería estarlo después de la insurrección. Pero ser anti-Trump simplemente no es razón suficiente para votar por él. Eso no es una plataforma ni una postura. Es el mínimo indispensable. Y en lugar de admitir que nuestras ideas son tan impopulares en lugares como Utah que es mejor que no nos postulemos, los demócratas deberían encontrar formas de recuperar la narrativa y hacer que esas ideas sean aceptables para los habitantes de Utah (y, de hecho, para todos los estadounidenses).

No es “poner al país por encima del partido” elegir a un neoconservador como McMullin. Este es un hombre que se ha opuesto personalmente al matrimonio entre personas del mismo sexo, a pesar de que su propia madre está casada con otra mujer, aunque ha dicho que respeta la decisión de legalizarlo, pero que le gustaría que las iglesias puedan negarse a realizar ceremonias entre personas del mismo sexo. También se pronunció en contra del derecho al aborto y dijo que no cree que el gobierno deba proporcionar fondos a Planned Parenthood. En un momento en el que Roe vs. Wade está bajo ataque, eso es especialmente preocupante. Y este es un hombre que apoyó el TLCAN, que subcontrató empleos estadounidenses bien remunerados, así como las reducciones en los impuestos sobre la renta corporativa y el patrimonio. También apoya la comprobación de recursos del Seguro Social, el aumento de la edad de jubilación y la destrucción de la ya débil red de seguridad social.

Si eso es poner al país por encima del partido, uno tiene que preguntarse de quién cree McMullin que es el país. Como hombre gay de clase trabajadora, ciertamente no es mío. El propio Dick Cheney podría votar felizmente por McMullin, pero ningún demócrata en su sano juicio lo haría.

Por supuesto, los demócratas claramente no están en su sano juicio si les piden a sus votantes que emitan sus votos por gente como McMullin. Eso es porque los demócratas pueden ganar en las zonas rurales de Estados Unidos, solo tienen que saber cómo hacerlo.

Pregúntenle a Cloe Maxmin. En 2018, llegó a los titulares nacionales cuando ganó las elecciones a la Cámara de Representantes de Maine presentándose como una candidata extremadamente progresista en el condado más rural del estado más rural de Estados Unidos. Maxmin superó esta hazaña en 2020, desbancando al líder republicano del Senado de Maine.

Maxmin nunca puso en riesgo sus valores de izquierda, sino que se comprometió con sus electores en sus términos: generando relaciones, tocando puertas y presentándose a la elección. Esencialmente, ganó con algunas buenas políticas relacionales a la antigua. Ella entendió que en los pueblos pequeños y rurales de Estados Unidos, eso es lo que cuenta más que cualquier otra cosa.

Sin embargo, en Utah, los demócratas le dieron la espalda al estado y regresaron corriendo a nuestros propios lugares seguros en los elegantes suburbios y las ciudades cosmopolitas que representan cada vez más la base del Partido Demócrata. En lugar de llevar la lucha a los republicanos en su propio territorio, el partido ha dejado a los habitantes de Utah con una elección que no es entre la derecha y la izquierda, sino entre la extrema derecha y el centro-derecha.

Tal estrategia resultará espectacularmente contraproducente para el partido. La única forma de garantizar la viabilidad futura de los demócratas en estados como Utah es hacer el trabajo duro de postularse allí, de construir una base política y una red de simpatizantes, incluso si eso corre el riesgo de fracasar al principio. La falta de voluntad de los demócratas para hacer ese trabajo es precisamente la razón por la que estamos donde estamos: tanto miedo de perder en Utah, que ya lo hemos perdido. Es vergonzoso.

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