Las sobrevivientes de violación de Woodstock ‘99 merecen más que una mención de cinco minutos
Advertencia de contenido sensible: este artículo contiene temas de violación y agresión sexual
Olvida que el Festival Fyre: Woodstock ‘99 fue la clase magistral original sobre cómo no organizar un evento musical a gran escala. Más allá de enojar a un grupo de niños ricos con alojamiento de mala calidad y sándwiches mediocres, los organizadores de Woodstock ‘99 no tuvieron en cuenta los requisitos básicos, como la seguridad, el saneamiento y el bienestar público, hasta el punto de que los asistentes literalmente quemaron todo hasta los cimientos (con velas proporcionadas por el personal, por supuesto).
Como las generaciones más jóvenes ahora descubren a través de la nueva serie documental de tres partes de Netflix:Trainwreck: Woodstock ‘99, además de las pilas de basura, la falta de higiene, agua (a menos que sea de la embotellada de US$12) y personal para mantener las cosas contenidas y seguras, los organizadores del evento permitieron voluntariamente que los chicos de fraternidad manosearan, acosaran, agredieran y violaran a las mujeres.
Tanto a los artistas como los asistentes los interrumpieron con demandas de “mostrar [sus] senos”. A las mujeres de la multitud las atacaron y rodearon los hombres. El crowd-surfing (transportar a alguien sobre las manos de una multitud) se usó como excusa para tener una sensación. Fue, en definitiva, una barbarie.
Después del evento, surgieron varias denuncias de violación. En un informe contemporáneo del Washington Post, un asistente llamado David Schneider detalló un ataque que presenció en el mosh pit (cuando los asistentes a un concierto hacen un círculo, bailan, se empujan y demás) durante el set de Korn.
“Vi a alguien empujar a esta chica al mosh pit, una chica muy delgada, tal vez de 90 a 100 libras [40 a 45 kilogramos]”, narró. “Luego, un par de muchachos comenzaron a quitarle la ropa, no tanto la parte superior sino la parte inferior. Le bajaron los pantalones y la violaban, y la pasaban de un lado a otro. Había cinco tipos que la violaban y tenían sexo con ella”.
Una mujer de 24 años de Pittsburgh afirmó que durante el set de Limp Bizkit, dos hombres la agredieron con los dedos y “algún tipo de objeto extraño”, antes de que uno de ellos la violara.
En el documental de Netflix, el gerente de producción del evento también detalla cómo descubrió a una niña menor de edad inconsciente y sin ropa en la parte trasera de una camioneta que había sido conducida entre la multitud durante el set de Fat Boy Slim. Ella requirió atención médica inmediata.
Al abordar los incidentes en una indignante entrevista, el promotor del evento, John Scher, no solo insinúa que las asistentes que decidieron ir en topless o hacer crowd-surfing de alguna manera pedían ser violadas y maltratadas, sino que luego intenta racionalizar el número de violaciones denunciadas.
“Woodstock era como una ciudad pequeña, ¿sabes?” expresó. “Si consideramos todas las cosas, diría que quizás habría tantas o más violaciones en cualquier ciudad de ese tamaño… pero no fue nada que ganó suficiente impulso como para causar problemas en el sitio, aparte de, por supuesto, las mujeres a las que les pasó”.
Los espectadores han expresado, con razón, su indignación por los comentarios frívolos y ofensivos de Scher. Pero lo que más me molestó fue el manejo del tema por parte del documental. No solo se limitó a menos de cinco minutos, lo que lo hizo sentir como una nota al pie de todos los demás actos de libertinaje y violencia, sino que los creadores de la serie tomaron la decisión activa de mostrar a las mujeres acosadas y agredidas, sin ninguna advertencia o intento de proteger su identidad.
Una cosa es criticar a los organizadores del evento por su total falta de previsión, cuidado y compasión, y perdonarlos por no proteger a las mujeres asistentes al evento. Pero se siente como muy poca cosa cuando la serie en sí se aprovecha de estas mismas mujeres y pasa por alto el tema.
Estas mujeres merecían más en ese momento y merecen más ahora. Imagínate, unos veintitrés años después, verse agredida en la pantalla. Imagina tener ese momento bastante perturbador, no solo frente a ti y tus seres queridos, sino frente al mundo entero.
Incluso para aquellos que no asistieron a Woodstock ‘99, las imágenes son desgarradoras y difíciles de ver. Para las mujeres que han sido objeto de violaciones y ataques similares, puede ser algo que las afecte bastante.
Si bien, por supuesto, es importante crear conciencia sobre estos problemas y arrojar luz sobre estos momentos oscuros de la historia, es fundamental que las afectadas estén al frente y en el centro de la narrativa. Netflix puede y debe hacerlo mejor.