Se acabó: va a ser muy difícil que Meghan Markle regrese a Gran Bretaña
Parece que la duquesa de Sussex no quiere volver a poner un pie en Gran Bretaña nunca más, y podría resultar que el sentimiento sea mutuo
Incluso para los fans de Meghan Markle, y me cuento entre los más fervientes, es una gran pena que aparentemente decidió no acompañar al príncipe Harry a la coronación.
Parece, aunque puede que no tenga la intención de serlo, un desaire al rey Carlos III y, posiblemente, al pueblo británico. Lo revelador es que Harry asistirá, pero sin su amada esposa y sus hijos. Su ausencia no da buena espina.
Obviamente, es una situación muy triste, y empeora aún más porque hace que cualquier visita posterior a Gran Bretaña de la duquesa de Sussex, privada o pública, sea mucho más incómoda.
Cuando se rompe el hábito de viajar para visitar a familiares y amigos, las relaciones se marchitan y perjudica a todos los involucrados. Aquellos de nosotros que esperamos una reconciliación y el regreso a la vida pública de los Sussex estamos naturalmente decepcionados. De hecho, parece que Meghan no quiere volver a poner un pie en Gran Bretaña nunca más, y podría resultar que el sentimiento sea mutuo.
Como vemos por el continuo alboroto sobre los Sussex, todavía tienen estatus de estrella y tienen un valor simbólico grande para la Casa de Windsor. Tal como se esperaba cuando supimos que “Harry conoció a Meghan” y se casaron en 2018 (cinco años el próximo mes para ser precisos), aportan una tranquilidad y glamour a la familia real que no se notaba desde la muerte de Diana.
Sin esfuerzo, hicieron que la monarquía pareciera más moderna y más parecida a la nación multirracial y la Commonwealth que pretende liderar. Se les extraña.
No tengo idea de qué llevó a este desenlace, o si el Palacio pudo haberle impuesto alguna exigencia a Meghan, o viceversa.
Bien podría ser que, en particular por la acción legal contra algunas de las secciones más hostiles de los medios británicos, Meghan temía ser objeto de otra ronda de abusos y el tipo de comentarios viles de los que fue víctima en las redes sociales y la sección de “comentarios” de sitios web de periódicos sensacionalistas.
Sin duda, habrá rumores sobre requisitos de tiaras, apariencias, estatus y cosas por el estilo. Son cuestiones difíciles de digerir. Para bien o para mal, puede que le preocupara la seguridad de sus hijos y la suya propia. El odio hacia ella es difícil de comprender y, a menudo, completamente irracional e incluso un tanto desquiciado. Podría ser abucheada. Sin duda lo habrá tenido en cuenta.
También está el triste recuerdo de la coronación de la reina Isabel II en 1953. Su tío, el duque de Windsor, que vivía exiliado en París, fue informado por el primer ministro, Winston Churchill (en nombre del palacio) que él, un antiguo rey, y su esposa, Wallis Simpson, no serían bienvenidos. Para Edward VIII, que había abdicado y provocado una crisis nacional 17 años antes, y cuyas acciones todavía suscitaban resentimiento en los círculos reales, era un resultado inevitable.
Este caso, siete décadas después, es muy diferente, ya que existe una invitación aparentemente sincera de Carlos III; pero es igual de conmovedor. La humillación de los Windsor corrió a cargo del Palacio; la de los Sussex es, al menos en parte, autoinfligida.
Entonces, por la razón que sea, nos quedamos, en el mejor de los casos, con un compromiso infeliz por lo que debería ser un día feliz. Harry estará allí y se reunirá con su familia por primera vez desde el funeral de la reina y la publicación de Spare.
Ni Meghan ni los niños estarán a su lado. El rey y el resto de la familia se sentirán defraudados de que ella no acompañe a Harry (o al menos uno así lo esperaría), y gran parte del público lamentará su ausencia.
Se sentirá mucho la falta de Meghan en la coronación, pero, por su parte, ella también se lo habrá perdido. Cuanto más duran el exilio y el alejamiento, más permanente se vuelven.
Traducción de Michelle Padilla