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No terminar de leer un libro después de empezarlo es un insulto a los autores

El novelista Mark Billingham sugirió que los lectores deberían de lanzar un libro “a través del cuarto de manera iracunda” si este fallaba en fascinarlos inmediatamente. Pero, seguramente, el entretenimiento no es la única razón por la cual la gente lee – y sin duda – por la que los autores escriben.

Rupert Hawskley
Jueves, 14 de octubre de 2021 15:51 EDT
Premio Nobel de Literatura otorgado al novelista Abdulrazak Gurnah

Esta semana, el novelista Mark Billingham causó un ligero revuelo cuando sugirió que los lectores deberían de lanzar un libro “a través del cuarto de manera iracunda” si este fallaba en fascinarlos en las primeras 20 páginas. Durante una oratoria en el Festival de Literatura de Cheltenham, Billingham dijo que no termina de leer la mitad de los libros que comienza ya que “la vida es demasiado corta… Hay tantos libros buenos allá afuera”.

Muchos otros están de acuerdo con él. Hilary Rose, en una redacción en The Times, explicó que ella se “arrepiente con rancor de no haber tomado la lección de vida de Billingham antes”. El escritor de novelas de crimen Linwood Barclay agregó: “Piénsalo de esta manera. Si las primeros tres bocados de tu comida saben horrible, no necesitas comer más pensando que se pondrá mejor.” Pues, no, pero yo quisiera mencionar que si la entrada fue decepcionante, igual podrías quedarte a probar el plato fuerte. Muchos cocteles de camarones aburridos han llegado antes de un excelente bistec.

La lectura es, en mayor parte, una actividad privada; no es tan probable que cambiemos nuestros hábitos seriamente basados en el asesoramiento de otros. Lo que sea que funcione para ti, supongo. Aun así, la discusión de esta semana se me ha hecho desalentadora y, si se me permite decirlo, un poco infantil. La idea de que leemos solamente por entretenimiento, como una forma fácil de escapismo, parece ser el respaldo de todos los argumentos por el cual se dejan los libros: “No pude sumergirme en él”, “no me fascinó al instante”, “demasiado lento”. Pero, seguramente, el entretenimiento no es la única razón por la cual la gente lee – y sin duda – por la que los autores escriben.

La lectura debería retarnos y desconcertarnos, debe llevarnos a las mentes y vidas de aquellos que nos desagradan o nos cuesta trabajo entender. Esto puede no siempre ser fascinante pero siempre es enriquecedor. Escucharlos antes de hacer juicios es algo que les debemos a los escritores, y terminar sus libros es la única manera de hacer esto. Darle a un autor solo 20 páginas de tu tiempo es insultante.

La protagonista de la novela My Year of Rest and Relaxation de Ottessa Moshfegh, por ejemplo, es egoísta, complaciente y cruel. Leer sobre su personaje puede ser indignante y tedioso pero de igual manera, así es su vida. Ese es el punto, claro está, y nos permite experimentar su futura transformación junto a ella. Después de leer 20 páginas, entendería la urgencia de “iracundamente lanzar” la novela. Pero estoy agradecida de no haberlo hecho. Todo lector tiene una historia similar.

Efectivamente, Umberto Eco hizó la introducción de su novela The Name of the Rose tan impenetrable como pudo, esto para escardar a esos lectores que no estaban preparados para emprender el viaje con él. “Mis amigos y los editores sugirieron que abreviara las primeras cien páginas, ya que pensaron que eran muy difíciles y exigían mucho al lector,” escribió en su epílogo. “Sin pensarlo dos veces, me rehusé, porque, como yo insistía, si alguien quería entrar a la abadía [el escenario de la novela] y vivir ahí por siete días, tenía que aceptar la marcha de la abadía. Si no puede, jamás podría leer el libro entero. De esa manera las primeras cien páginas son como una penitencia o una iniciación, y si a alguien no le gusta, pues eso es su propio problema. Puede quedarse al pie de la montaña”.

El modo y estilo pueden ser frustrantes también. Si una novela está escrita de una manera fragmentada o no convencional, es poco probable que te fascine con sus primeras 20 páginas mientras luchas por interpretarla. A veces parecen disparates, como en A Girl is a Half-formed Thing de Eimear McBride, pero entonces se remueve el telón y el ritmo se asienta.

Es una analogía imperfecta, pero el sentimiento de euforia que conlleva un arduo camino es mayor que si simplemente hubieras andado a paso pesado al final del camino y regresado. Muchos de los placeres de la vida como los deportes, tocar un instrumento musical, leer un nuevo idioma, no fascinan tan fácilmente al principio. No es por decir que leer un libro por entretenimiento puro está mal; me encantan las novelas de crimen y suspenso. Pero estás limitando tu disfrute de la lectura si eso es lo único que buscas.

Existen libros con los que indudablemente jamás te conciliarás, o simplemente no son tan buenos. Intente e intente forjar una relación con Flights, de Olga Tokarczuk, pero, hasta su última página, nunca llegó a nada. ¿Fue una pérdida de mi tiempo? Posiblemente, pero nunca lo sabrás si no perseveras. Por cada libro así, hay incontables más que tardan en florecer y premian el esfuerzo. Me alegra hacer el intento.

En una entrevista reciente le preguntaron a Lee Child, autor de la super fascinante serie Jack Reacher, cual libro no había podido terminar. “Ninguno”, respondió “te terminado todos los libros que he comenzado a leer. Puedes aprender mucho de libros malos o difíciles de leer.”

Bien podría haber dicho, además, que te pierdes de demasiado si los lanzas “a través del cuarto de manera iracunda”.

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