El justo castigo de Kanye West no es suficiente y llega demasiado tarde
West es un ejemplo de lo que ocurre cuando se permite que la retórica de la extrema derecha se convierta en un elemento cotidiano
Kanye West es una de esas personas que hace tantas cosas horribles y erráticas, y se ve envuelto en tanta controversia que asumes en automático que hay un gran plan detrás que no puedes comprender.
He visto tuits de gente que insiste en que ha empezado a hacer declaraciones antisemitas como forma de librarse de su restrictivo contrato con Adidas. He visto comentarios de gente que está convencida de que ha destruido su reputación como una especie de movimiento de ajedrez en 4D para librarse de pagar la pensión alimenticia a su exmujer Kim Kardashian. He visto a gente que sugiere que sus crisis públicas son parte de una elaborada actuación artística que culminará con el lanzamiento del mejor álbum de la historia.
Tendemos a creer en teorías como esta porque la alternativa es simplemente triste: un multimillonario que tiene más recursos y adoración de los que tú o yo podríamos acumular en mil vidas es tan solo un tipo tonto y crédulo. Tiendo a no estar de acuerdo con la frase “el dinero no puede comprar la felicidad”, porque es el tipo de cosas que solo parecen decir las personas que tienen mucho dinero, pero el comportamiento de West me hace dudar.
Esto es lo que Kanye West ha conseguido hacer con su reputación solo en el mes de octubre: se presentó a un desfile de moda con una camiseta con el lema “White Lives Matter” [La vida de los blancos importan], un silbato para perros de la supremacía blanca creado para invalidar el movimiento Black Lives Matter. Más tarde, en Twitter, publicó que “iba a activar el nivel 3 de amenaza contra los judíos”, y luego se fue de gira mundial antisemita donde duplicó (e incluso triplicó) las declaraciones en repetidas ocasiones. Desde entonces, marcas como Balenciaga, Gap y JPMorgan Chase han cortado sus vínculos con el rapero.
Adidas también terminó su colaboración con West, aunque tardó bastante tiempo; es de suponer que tenían la impresión de que el rapero diría en algún momento “lo siento, mi cuenta fue hackeada; también, mi boca y mis camisetas fueron hackeadas” y todo el asunto se olvidaría.
Por si no fuera vergüenza suficiente que la Pepsi de la ropa deportiva lo botara, West también fue escoltado de la sede de la marca de calzado Skechers a principios de esta semana, después de presentarse sin avisar y, al parecer, exigir que hicieran unos zapatos deportivos feos con su nombre. Imagínense que vale más dinero que Dios -o quizás un dios menor, ya que la controversia hizo que West perdiera su condición de multimillonario de la noche a la mañana- y que el tipo que trabaja en la seguridad de Skechers le saque del edificio a empujones. El sueño del socialismo sigue vivo en Estados Unidos.
Ser despreciado por una compañía de zapatos es una cosa, pero de alguna manera se vuelve aún más humillante, ya que Madam Tussauds retiró su figura de cera de Kanye West de la vista del público y la trasladó a lo que solo puedo suponer que es un archivo extremadamente inquietante. ¿Quién iba a pensar que el tipo que escribió ‘My Beautiful Dark Twisted Fantasy’ acabaría siendo humillado por la empresa de velas más espeluznante del mundo? Oh, qué bajo ha caído el poderoso Ye.
Sin embargo, hay buenas noticias para West, ya que el director general de la empresa de streaming de música Spotify afirmó que la empresa no retirará la música de West de su plataforma, a menos que la propia música de West contenga un discurso de odio explícito. Parece un estándar muy bajo, lo que no sorprende en absoluto por parte de la empresa que dio a Joe Rogan US$200 millones para que asintiera a los antivacunas, pero con base en su comportamiento reciente, una parte de mí se preocupa de que West lo vea como un desafío.
Me gustaría creer que esta cadena de humillaciones personales y profesionales tendrá dos efectos inmediatos: el retiro de Kanye West de la vida pública, y alguna reflexión por su parte sobre por qué la gente parece estar tan enfadada con él todo el tiempo. Por desgracia, no creo que sea así.
West no se volvió así por casualidad. Sin duda, tiene algunos problemas subyacentes con su salud mental y su vida personal que estoy seguro han contribuido al alcance de su comportamiento actual, pero en la actualidad vivimos en un momento cultural en el que adoptar la retórica de la extrema derecha es “solo otra parte de la conversación”. Cuando West llevaba una camiseta con un lema supremacista blanco, surgió una foto de la derechista provocadora Candance Owens con él en la que lleva exactamente la misma camiseta.
Cuando hizo sus comentarios en Twitter, recibió la invitación a los programas de Piers Morgan y Tucker Carlson para explicarse. Pero él ya se había explicado. Sus tuits eran muy claros en su odio intencionado y explícito. No había nada más que decir, pues ya había dicho todo lo que necesitábamos oír de él para saber con certeza quién es.
Ni siquiera es que octubre fuera un mes particularmente inusual para el comportamiento errático de West. Ha dicho que la esclavitud fue voluntaria. Hizo comentarios amenazantes sobre el nuevo novio de su exmujer. Fue un ávido partidario de Donald Trump. Yo diría que las señales estaban por todos lados para empezar, pero ¿cuenta como una “señal” cuando es tan flagrante?
Kanye West es un problema, pero también es un ejemplo de lo que ocurre cuando se permite que la retórica violenta y de extrema derecha se convierta en un elemento cotidiano. Las marcas siguieron trabajando con West hasta el momento exacto en que ya no pudieron permitírselo. Algunas de ellas siguen ofreciéndole plataformas, incluso ahora.
Esperemos que las represalias contra West se mantengan y sirvan de lección a otros que quieran airear su odio en público. Por desgracia, creo que él podría ser una guía de hasta dónde la sociedad les permitirá llevar las cosas antes de enfrentarse a las consecuencias.