¿Qué dejó la cumbre de líderes de América del Norte?
López Obrador le propuso a Biden y a Trudeau fortalecer las economías de la región para competir con otros bloques del planeta, escribe Maria Luisa Arredondo
Al hacer un recuento de lo ocurrido durante la cumbre de líderes de América del Norte habría que empezar por un hecho que, no por ser obvio, carece de importancia: la reanudación de estos encuentros.
Hay que recordar que la última vez que se reunieron los mandatarios de Estados Unidos, México y Canadá fue en Ottawa, en junio de 2016. Las cumbres se suspendieron durante la presidencia de Donald Trump debido a los serios desacuerdos que éste tuvo con sus homólogos en torno a la renegociación del Tratado de Libre Comercio.
Las diferencias y asimetrías entre las tres naciones persisten, pero al menos con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca ha resurgido el espíritu de dialogar para resolver los enormes retos que enfrenta la región. En especial, preocupan los temas de la pandemia, migración, cambio climático y comercio.
Una de las mayores interrogantes que había sobre el encuentro, al que se ha llamado también la Cumbre de los Tres Amigos, era la postura que asumiría el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien ha hecho alarde de su simpatía hacia los gobiernos autocráticos del continente, entre ellos el de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Durante la pasada celebración de las fiestas patrias en la Ciudad de México, López Obrador tuvo como invitado de honor al cubano Miguel Díaz Canel y le dio un trato deferente al venezolano Nicolás Maduro. También elogió la Revolución Cubana al decir que debería ser declarada patrimonio de la humanidad y le exigió a Estados Unidos que pusiera fin al embargo contra la Isla.
México, además, se ha abstenido de opinar sobre las cuestionadas elecciones en Nicaragua, condenadas de forma mayoritaria por la Organización de los Estados Americanos (OEA) debido a que el gobernante Daniel Ortega ha encarcelado a los principales líderes de la oposición.
Discurso conciliador
Pero, para sorpresa de muchos, López Obrador llegó a Washington armado con un discurso conciliador y propositivo. No solo elogió los esfuerzos de Biden para aprobar una reforma migratoria sino que planteó la posibilidad de que los tres países de América del Norte se unan para crear un sistema que permita sustituir las importaciones de la región mediante el aprovechamiento de la mano de obra mexicana.
Aunque no mencionó por nombre a China, es claro que López Obrador se refirió a la potencia asiática, que se ha convertido en un auténtico dolor de cabeza para Washington por sus ventajosas prácticas comerciales.
La idea del mandatario mexicano sería construir un bloque entre las tres naciones de América del Norte, justo para poder competir en términos más igualitarios con China.
López Obrador tiene razón en que México puede contribuir a fortalecer las economías de Canadá y Estados Unidos con una fuerza de trabajo joven y creativa, con desarrollo tecnológico y con una gran riqueza de recursos naturales.
El ambiente en Estados Unidos es por demás propicio, tras la reciente aprobación bipartidista de la ley de infraestructura que creará millones de trabajos.
Reforma energética
Falta por ver, sin embargo, si la propuesta de AMLO puede implementarse, dados los obstáculos que hay en el camino. Uno de ellos es la política del gobierno mexicano en materia de energía.
Como es bien sabido, el mandatario mexicano quiere echar atrás la reforma energética que aprobó su predecesor, Enrique Peña Nieto. Esa reforma le abre la puerta al capital privado tanto interno como extranjero para explotar las energías renovables. Pero López Obrador asegura que solo beneficia a las grandes corporaciones y por ello quiere que el Congreso vote para anularla. Su apuesta es reforzar a las dos grandes paraestatales del país: Pemex y la CFE.
El problema con esta política de López Obrador es que arremete contra lo acordado en el T-MEC y contra la visión de favorecer las energías renovables para combatir el cambio climático que han defendido tanto Biden como el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.
Otro gran obstáculo que enfrenta México es el clima de inseguridad. La política del mandatario mexicano de “abrazos no balazos” no ha funcionado. En los tres años que lleva su gobierno, el número de muertos causadas por el crimen organizado ha superado ya los 100.000, una cifra que disuade a muchos extranjeros de invertir en México.
Estos y otros temas espinosos, como el de los abusos contra los migrantes en México y en Estados Unidos, el proteccionismo de Biden y el apoyo de AMLO a los autócratas de la región no se trataron. O al menos ninguno de los asistentes lo reconoció.
Por lo pronto, como sucede casi siempre en estas reuniones, prevalecieron los gestos amistosos entre los Tres Amigos. Biden, sonriente, dijo que Estados Unidos ve a México como su igual. Y López Obrador se deshizo en elogios para el ocupante actual de la Casa Blanca por su apoyo a una reforma migratoria.
Ojalá en los próximos meses prevalezca este espíritu que, aunque es simbólico, es esencial para avanzar en la solución de los grandes problemas regionales.