Un año después de liberación, ucranianos de Jersón mantienen esperanza en medio de bombardeos
Un año después de que Ucrania recuperara la ciudad de Jersón de manos de las fuerzas de ocupación rusas, los residentes se han acostumbrado a oír disparos procedentes de la orilla izquierda del río Dniéper, donde se encuentran las tropas rusas. Saben que ese crujido familiar significa que tienen siete segundos para encontrar un refugio, o un muro resistente tras el que esconderse.
Sus vidas se limitan sobre todo a la comodidad del hogar y a la necesidad del supermercado. Muchas tiendas siguen cerradas. Los trabajadores municipales llevan chalecos antibalas y esperan a ser enviados a barrer los escombros de cada nuevo impacto.
Entre las pausas del fuego de artillería procedente del río, que marca la línea de contacto entre los ejércitos enfrentados en la región de Jersón, los ucranianos se aventuran a comprar comida, recorren en bicicleta las calles residenciales cubiertas de hierba o se reúnen en los pocos restaurantes que se atreven a permanecer abiertos.
El aniversario de la derrota de Rusia el 11 de noviembre es una ocasión agridulce, dicen muchos residentes, ya que la contraofensiva ucraniana sigue avanzando sin producir los avances espectaculares que muchos esperaban. Pero los que se quedan creen firmemente que algún día volverá la normalidad.
“Cuando has vivido bajo la ocupación, sabes lo que significa la libertad”, afirma Grigori Malov, propietario de uno de los tres restaurantes que aún funcionan en la ciudad. “Por eso tenemos una actitud especial ante los continuos bombardeos. Podemos soportarlo porque sabemos que podría ser peor”.
La huida de las tropas rusas de Jersón bajo un prolongado asalto ucraniano hace un año fue uno de los mayores éxitos de Ucrania en la guerra y se consideró un punto de inflexión. El presidente Volodymyr Zelenskyy recorrió triunfalmente las calles de la ciudad recién liberada en aquel entonces, saludando la retirada de Rusia como el “principio del fin de la guerra”. Muchos esperaban que sirviera de trampolín para nuevos avances en territorio ocupado.
Hoy, ambos bandos están inmersos en una batalla de desgaste.
El sábado, un día lluvioso y nublado, el ambiente estaba apagado y pocos residentes salieron a celebrar la ocasión, por temor a ataques rusos. Un puñado de personas acudió envuelto en banderas ucranianas y permaneció un rato junto a un monumento frente al edificio administrativo, para luego marcharse.
Malov no trabajó durante los nueve meses que vivió bajo la ocupación rusa. Cuando la ciudad recuperó el control ucraniano, abrió su local, con una cafetería en la planta superior y un restaurante en el sótano, para ayudar a que la ciudad volviera a la vida. Los residentes celebran cumpleaños, chocando copas, mientras los combates continúan a pocos kilómetros de distancia.
Los soldados ucranianos, que descansan entre combate y combate, frecuentan el restaurante de Malov para comer platos de pasta o pizzas con queso y compartir unas risas. A veces, Malov incluso organiza noches de monólogos, cuando encuentra algún artista.