Normas de asilo estrictas y maltrato a inmigrantes los empujan hacia el norte, rumbo a Reino Unido
La marea creciente subía hasta sus cinturas y empapaba a los bebés que abrazaban con fuerza. Alrededor de una docena de kurdos se rehusaban a abandonar las frías aguas del canal de la Mancha en un intento inútil por retrasar lo inevitable: La policía francesa acababa de frustrar su nuevo intento por llegar a Reino Unido en barco.
Hombres, mujeres y niños quedaron atrapados otra vez en la última frontera de su viaje desde Irak e Irán. Esperaban que una embarcación de goma los llevara a tener una vida mejor con vivienda, educación y trabajo. Ahora, desapareció en el horizonte, con sólo unos cuantos de sus pasajeros a bordo.
En la playa de la tranquila ciudad de Ambleteuse, en el norte de Francia, la policía suplicó a los migrantes que abandonaran el agua cuya temperatura de 10 grados Celsius (50 grados Fahrenheit) era tan fría que podía causar la muerte en cuestión de minutos. Háganlo por el bien de los niños, argumentaron.
“¡El barco se fue!”, gritó un agente cada vez más irritado en un inglés con acento francés. “¡Se acabó! ¡Se acabó!”.
Los solicitantes de asilo finalmente salieron derrotados del mar, pero no había duda de que intentarían llegar a Reino Unido nuevamente. No encontrarían el refugio que necesitaban en Francia ni en ningún otro lugar de la Unión Europea.
Las normas de asilo en Europa —que cada vez son más estrictas—, la creciente xenofobia y el trato hostil a los inmigrantes los están empujando hacia el norte. Si bien el gobierno de Reino Unido también ha sido hostil, muchos migrantes tienen familiares o amigos en ese lugar, y la percepción de que tendrán más oportunidades allí.
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Esta historia, con respaldo del Pulitzer Center for Crisis Reporting, es parte de una serie de The Associated Press que cubre las amenazas a la democracia en Europa.
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Las normas de la UE estipulan que una persona debe solicitar asilo en el primer país miembro al que llegue. Esto ha abrumado a países en el borde del bloque de 27 naciones, como Italia, Grecia y España.
Algunos migrantes ya ni siquiera intentan buscar una nueva vida en la UE. Vuelan a Francia desde lugares tan lejanos como Vietnam para intentar cruzar el canal de la Mancha tras no obtener permiso para ingresar al Reino Unido, que tiene requisitos de visa más estrictos.
“No estoy feliz aquí”, dijo Adam, un padre iraquí de seis hijos quien se encontraba entre quienes fueron atrapados en la playa una mañana reciente de mayo. Se negó a proporcionar su apellido debido a su incierta situación jurídica en Francia. No encontró escuela ni vivienda para sus hijos en Francia y estaba frustrado por la falta de respuesta de la oficina de asilo sobre su caso. Pensó que las cosas serían mejores en Reino Unido, señaló.
Si bien el número de personas que ingresan a la UE sin permiso no es tan alto como durante la crisis de refugiados de 2015-2016, los partidos políticos de extrema derecha en toda Europa, incluida Francia, han explotado la inmigración al continente y consiguieron grandes victorias electorales en las elecciones más recientes para el Parlamento Europeo. Su retórica, y el trato que ya reciben muchas personas en la costa francesa y en otras partes del bloque, chocan con los principios declarados de solidaridad, apertura y respeto hacia la dignidad humana que sustenta la UE democrática, señalan los defensores de los derechos humanos.
En los últimos meses, las normalmente tranquilas playas alrededor de Dunkerque, Calais y Boulogne-Sur-Mer se han convertido en el escenario de juegos de persecución —incluidos enfrentamientos violentos— entre la policía y los traficantes. La policía ha disparado gases lacrimógenos, gas pimienta y balas de goma. Los traficantes han arrojado piedras.
Si bien los cruces en barco a través del canal de la Mancha representan sólo una pequeña fracción de la migración hacia Reino Unido, Francia acordó el año pasado retener a los inmigrantes a cambio de cientos de millones de euros. Es un acuerdo similar a los tratos celebrados entre la Unión Europea y las naciones del norte de África en los últimos años. Y aunque la policía ha detenido a muchas personas, no les ofrecen soluciones alternativas, y no cabe duda de que intentarán cruzar de nuevo.
Más de 12.000 personas han llegado a Inglaterra en embarcaciones pequeñas en los primeros cinco meses del año, un 18% más que durante el mismo periodo del año pasado, según datos publicados por el Ministerio del Interior de Reino Unido. El Ministerio del Interior dijo que 882 personas llegaron a Reino Unido en 15 embarcaciones el martes, el total diario más alto del año.
La intensificación de la vigilancia fronteriza aumenta los riesgos y, en última instancia, provoca más muertes más cerca de la costa, dijo Salomé Bahri, coordinadora de la organización no gubernamental Utopia 56, que ayuda a los migrantes varados en Francia. Al menos 20 personas han muerto en lo que va del año en su intento por llegar a Reino Unido, según Utopia 56. Eso es casi el mismo número de personas que murieron durante el año pasado completo, según las estadísticas publicadas por la Organización Internacional para las Migraciones.
La gente se apresura para evitar ser atrapada por las autoridades y hay más muertes, dijo Bahri. A finales de abril, cinco personas murieron, incluida una niña de 7 años que fue aplastada dentro de un bote de goma después de que más de 110 personas se subieron a la embarcación en un intento frenético por escapar de la policía.
Las autoridades del norte de Francia negaron la solicitud de entrevista de la AP, pero han defendido anteriormente el trabajo de la policía que “salva vidas”, y culparon de la violencia a los traficantes de personas, quienes también han atacado a los agentes.
Un lugar en un bote de goma endeble puede costar entre 1.000 y 2.000 euros (entre 1.100 y 2.200 dólares), lo que lo convierte en un negocio lucrativo para las redes de tráfico de personas lideradas principalmente por grupos kurdos iraquíes. Pueden ganar hasta 1 millón de dólares al mes (aproximadamente 920.000 euros), según un informe publicado a principios de este año por la Global Initiative Against Transnational Organized Crime (Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional).
Sentado junto a una fogata en un almacén abandonado convertido en campamento de inmigrantes en Calais, Mohammed Osman contempla sus limitadas opciones. El sudanés de 25 años de edad estudiaba medicina en Moscú cuando estalló la guerra civil en su país natal hace un año. Suspendió su sueño de ser médico. Obligado a huir de los combates, su familia ya no pudo permitirse pagar las cuotas de su universidad y Osman se vio obligado a abandonar Rusia, donde su visa sólo le permitía estudiar, no trabajar. Cruzó a Bielorrusia y luego a Polonia, donde dice que fue golpeado y devuelto por los guardias polacos varias veces.
Finalmente, logró cruzar la frontera y llegó a Alemania, donde intentó solicitar asilo, pero se le ordenó regresar a Polonia, según las normas de la UE. Lo único que quiere ahora es terminar sus estudios de medicina en Reino Unido, un país cuyo idioma él, como muchos otros sudaneses, ya habla. La cuestión, como siempre, es cómo llegar allí. Las conversaciones sobre una posible deportación a Ruanda sólo han añadido más estrés y frustración.
“¿Así que cuál es el camino legal para mí?”, preguntó. “Soy una buena persona. Sé que puedo ser un buen médico... Entonces, ¿cuál es el problema?”.
En otro campamento improvisado cerca de Dunkerque que la policía intenta desalojar habitualmente, más sueños se mantienen en suspenso. Farzanee, de 28 años, dejó Irán para seguir su pasión: convertirse en fisicoculturista profesional. En su país le prohibieron participar en competiciones y la persiguieron por su deporte.
“Incluso fui amenazada con mi familia, por eso dejé mi país”, dijo, y se negó a dar su apellido por temor a su seguridad y la de sus seres queridos.
Junto con su esposo, consiguieron un visado para Francia con una carta de invitación falsa. Pero aun en territorio de la UE temen que puedan ser deportados de regreso a Irán y creen que sólo Reino Unido es un lugar seguro. Han intentado —y fracasado— abordar barcos rumbo al territorio británico “siete u ocho veces”, pero han prometido seguir con sus intentos hasta que lo consigan.
“Nosotros y otros iraníes como yo tenemos una cosa en común”, explicó Mohammad, el esposo de Farzanee. “Cuando les preguntas, te dirán: ‘vida libre o muerte’”.
Unos días después de esta entrevista, Mohammad y su esposa Farzanee llegaron a salvo a Reino Unido.
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El videoperiodista de The Associated Press Ahmad Seir contribuyó a este despacho.