Vulcanólogo revela qué ocurrió exactamente en el volcán Etna
Aunque las erupciones del Etna suelen clasificarse como estrombolianas, esta podría ser una excepción
El lunes por la mañana, hora local, una enorme nube de ceniza, gas caliente y fragmentos de roca comenzó a salir del monte Etna, en Italia.
Un impresionante penacho se elevó varios kilómetros sobre la isla de Sicilia, donde se encuentra el volcán activo más grande de Europa.
Aunque la explosión ofreció un espectáculo impactante, no se reportaron heridos ni daños, y los vuelos dentro y fuera de la isla apenas se vieron afectados.
Sin embargo, los expertos creen que esta vez, el volcán no siguió su patrón estromboliano habitual.
¿Qué ocurrió en el Etna?
La erupción comenzó tras un aumento de presión en los gases calientes dentro del volcán. Esa presión provocó el colapso parcial de uno de los cráteres situados en la cima del Etna.
Ese colapso dio paso a lo que se conoce como flujo piroclástico: una nube rápida y densa de ceniza, gas caliente y fragmentos de roca que salió disparada desde el interior del volcán.
Luego, la lava comenzó a descender por tres frentes distintos en las laderas de la montaña. Esos ríos de lava ya están en proceso de enfriamiento. El lunes por la noche, el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia anunció que la actividad volcánica había terminado.
El Etna es uno de los volcanes más activos del mundo, por lo que esta erupción se considera relativamente normal.
¿Qué es una erupción estromboliana?
Los expertos en volcanes clasifican las erupciones según su nivel de explosividad. Cuanto más explosiva es una erupción, más peligrosa resulta, ya que se mueve con mayor velocidad y alcanza áreas más amplias.
En el extremo más suave están las erupciones hawaianas. Probablemente, las han visto en fotos o videos: lava que baja lentamente por las laderas del volcán. Aunque puede causar daños, el impacto suele ser localizado.
A medida que las erupciones se vuelven más explosivas, lanzan ceniza y fragmentos de roca a mayores distancias, lo que aumenta el riesgo para las zonas cercanas.

En el extremo más explosivo de la escala están las erupciones plinianas. Un ejemplo clásico es la famosa erupción del Vesubio en el año 79 d. C., descrita por el escritor romano Plinio el Joven. Aquella erupción sepultó bajo metros de ceniza las ciudades romanas de Pompeya y Herculano.
En una erupción pliniana, los gases calientes, la ceniza y las rocas pueden salir disparados con tal fuerza que alcanzan la estratósfera. Cuando la columna eruptiva colapsa, los escombros caen a la Tierra y pueden causar una destrucción devastadora en una zona muy amplia.
¿Y las erupciones estrombolianas? Son mucho más suaves en comparación. Llevan el nombre del volcán Stromboli, también ubicado en Italia, famoso por emitir pequeñas explosiones cada 10 a 20 minutos, con la regularidad de un reloj.
En una erupción estromboliana, los fragmentos de roca y ceniza suelen recorrer decenas o cientos de metros por el aire, pero rara vez van más allá. El flujo piroclástico que se vio en la erupción de ayer en el Etna fue bastante más explosivo, así que técnicamente no fue una erupción estromboliana.
¿Se pueden predecir las erupciones volcánicas?
Las erupciones volcánicas se parecen un poco al clima: es muy difícil predecirlas con precisión, aunque hoy tenemos muchas más herramientas que antes para anticiparlas.
Para saber qué puede hacer un volcán en el futuro, primero hay que entender qué ocurre en su interior en el presente. No podemos ver directamente dentro del volcán, pero contamos con mediciones indirectas.
Por ejemplo, antes de una erupción, el magma asciende desde las profundidades de la Tierra hacia la superficie. En su recorrido, empuja las rocas y puede provocar pequeños sismos. Al registrar esas vibraciones, podemos seguir el camino del magma desde el interior hasta el cráter.

Cuando el magma empieza a subir, puede hacer que el suelo alrededor del volcán se abombe ligeramente, apenas unos milímetros o centímetros. Ese abultamiento se puede detectar con tecnología satelital, y nos da señales tempranas de una posible erupción.
Algunos volcanes también emiten gases aunque no estén en erupción. Al analizar la composición química de esos gases, los científicos pueden detectar señales de que hay magma nuevo ascendiendo hacia la superficie.
Pero no alcanza con saber qué está pasando dentro del volcán. También es clave conocer su “personalidad”: cómo suele comportarse, qué patrones sigue y cómo ha reaccionado en el pasado. Solo así es posible interpretar correctamente las señales y anticipar lo que podría venir.
¿Hay más erupciones volcánicas que antes?
Como vulcanólogo, a menudo escucho a la gente decir que hoy parece haber más erupciones volcánicas que antes. Pero no es así.
Lo que pasa es que ahora tenemos mejores sistemas de monitoreo y un ecosistema mediático global que está siempre activo. Por eso nos enteramos de más erupciones, y hasta vemos fotos, que antes pasaban desapercibidas.
El monitoreo es clave. Por suerte, muchos volcanes en países como Italia, Estados Unidos, Indonesia y Nueva Zelanda ya cuentan con sistemas de vigilancia avanzados.
Gracias a estos sistemas, las autoridades locales pueden emitir alertas cuando una erupción está por ocurrir. Para quienes visitan un volcán, ya sea por turismo o curiosidad, prestar atención a esas advertencias puede hacer toda la diferencia.
Teresa Ubide es investigadora ARC Future Fellow y profesora asociada de petrología ígnea y vulcanología en la Universidad de Queensland.
Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se distribuye bajo licencia Creative Commons. Lee el artículo original.
Traducción de Leticia Zampedri