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Migrantes en Iowa trazan retratos distintos en la cuna del cuadro "Gótico estadounidense"

Giovanna Dell'orto
Sábado, 23 de agosto de 2025 04:06 EDT

Fue en Cedar Rapids, rodeado de campos de maíz, donde el artista de Iowa Grant Wood pintó “American Gothic” ("Gótico estadounidense"), la icónica representación de 1930 de una mujer de aspecto severo y un hombre con una horca frente a una casa de madera blanca.

La ciudad presenta hoy muchas imágenes diferentes, después de más de un siglo de inmigración internacional y de esfuerzos de reasentamiento basados en la fe.

Para muchos recién llegados, así como para los residentes de toda la vida, esta ciudad ribereña en el corazón del país, donde migrantes del actual Líbano construyeron la mezquita más antigua que se conserva en Estados Unidos, es un microcosmos acogedor del crisol de culturas que es la nación en un momento en que la aplicación de las leyes migratorias está perturbando a familias y comunidades.

Cientos de familias refugiadas fueron reubicadas por el Centro Catherine McAuley, fundado por las Hermanas de la Misericordia, hasta que el gobierno del pesidente Donald Trump ordenó la suspensión del programa a nivel nacional esta primavera. En una clase reciente impartida en el centro, una mujer guatemalteca y su hijo, junto con cinco hombres de China, Benín, Togo, Sudán y Congo, entonaron el himno nacional estadounidense y repasaron preguntas para el examen de ciudadanía.

“Se trata de integrarse, de encajar: ¿cómo nos relacionamos en comunidad? ¿Cómo encontramos a nuestros amigos? ¿Cómo tendemos puentes entre las divisiones culturales?”, apuntó Anne Dugger, directora del centro.

Mientras los estadounidenses luchan por redefinir quién pertenece al tejido social, estas son algunas instantáneas de migrantes en el corazón del país y de sus comunidades religiosas.

Comienza la historia: Bohemios en Iowa

Bob Kazimour acude a misa a la iglesia de San Wenceslao, donde recuerda que de niño la liturgia era en latín y la homilía en checo. Es el idioma de generaciones de sus antepasados que dejaron lo que entonces era Bohemia, en Europa Central, para trabajar en las plantas empacadoras de carne de Cedar Rapids, formando el primer gran grupo de inmigrantes de la zona a mediados y finales del siglo XIX.

Kazimour aún puede cantar algunos villancicos checos, y hay un coro checo, una escuela checa y un festival de goulash para conmemorar sus orígenes.

Él y otros feligreses cuyos tatarabuelos acudían a San Wenceslao no están seguros de que las nuevas generaciones conservarán las costumbres checas. Pero la parroquia católica está creciendo de nuevo después de fusionarse con la de la Inmaculada Concepción, una iglesia del centro con una floreciente congregación latinoamericana.

“En Cedar Rapids, a diferencia de las costas, donde hay muchos problemas, tenemos la amabilidad de Iowa. Nos llevamos bastante bien”, señaló Kazimour.

La comunidad musulmana sigue creciendo

A principios del siglo XX, los musulmanes libaneses llegaron a la región centro-norte del país, a menudo como comerciantes ambulantes antes de establecer tiendas de comestibles. En unas pocas décadas, Cedar Rapids tenía docenas de estos negocios, y una mezquita.

Diez meses después de que Mohamed Mahmoud llegara a Estados Unidos desde Sudán en 2022, abrió una tienda de comestibles halal en un centro comercial a pocos minutos en coche del Centro Islámico de Cedar Rapids, donde reza los viernes.

“La religión es parte de la vida dondequiera que vayas. Si no encuentras una mezquita, es como si faltara algo”, dijo mientras servía dulces detrás de un mostrador con decoraciones de fiestas musulmanas y banderas estadounidenses. “Cedar Rapids es la mejor opción para vivir el resto de mi vida”.

Toques africanos en el festival del maíz

A unas pocas cuadras de la tienda de Mahmoud, el Festival del Maíz de la iglesia católica de San Judas estaba en pleno apogeo. Y entre los muchos voluntarios que lucían camisetas del 50 aniversario del evento estaban los miembros de la creciente congregación africana, en su mayoría procedentes de Togo y Congo.

Mientras freía pasteles y barritas de Snickers, Bienvenue D’Almeida describió el viaje que compartían muchos feligreses de su iglesia. Buscando mejores oportunidades educativas para sus hijos, solicitaron y ganaron la llamada lotería de la “green card” o tarjeta de residencia permanente, un programa para países con bajas tasas de emigración a Estados Unidos.

En San Judas, encontraron ayuda al llegar y pronto construyeron ministerios de habla francesa, desde grupos familiares hasta coros y una misa mensual en su idioma.

“Te sientes seguro, y por eso tienes ese sentido de pertenencia”, apuntó Roger Atchou, un padre de dos hijos de Togo y voluntario en el festival.

“Para nosotros, San Judas representa a Estados Unidos: está abierto a todos”, señaló Martin Mutombo, un congoleño miembro del consejo parroquial, que trabajó como voluntario con su esposa, Clarisse, y sus cinco hijos.

“Nos sentimos muy cómodos” en esta patria adoptiva, dijo Clarisse Mutombo. Sin embargo, son dolorosamente conscientes de que otros en la congregación están teniendo más dificultades, incluido un padre que fue detenido por quedarse más tiempo del que le permitía su visa.

Servicio dominical metodista en kirundi

Otra congregación de refugiados africanos se reúne en la histórica iglesia metodista unida de St. Paul para los servicios dominicales por la tarde en kirundi, uno de los idiomas de Burundi.

“Cuando trabajo aquí para Dios en St. Paul, tengo paz. Me siento en casa”, dijo el reverendo Daniel Niyonzima, traducido por su hijo.

El pastor y su esposa, nacidos en Burundi, llegaron hace casi 20 años después de más de una década en campos de refugiados en Tanzania, y fueron acogidos por la congregación metodista. Ahora son ciudadanos estadounidenses... y abuelos.

Al otro lado del pasillo del santuario, una organización sin ánimo de lucro creada por un miembro de la iglesia, Mugisha Gloire, un refugiado congoleño que llegó de niño a Iowa, ofrece clases de inglés y de educación vial. Gloire recuerda la calidez con la que fue recibido por un voluntario local que lo llevó a clases de natación y juegos de béisbol.

“Cedar Rapids tiene un largo camino por recorrer para dar la bienvenida a todo el mundo, pero también hay alguna gente muy buena”, aseguró Gloire.

Comunidad en crecimiento del sur de la frontera

A unas pocas cuadras al oeste de St. Paul está la iglesia católica de la Inmaculada Concepción, donde cinco niños fueron bautizados recientemente en la misa en español que se celebra de forma regular desde hace más de 12 años.

Con su sobrino Gael, de cuatro meses y recién bautizado, en brazos, Gabriela Plasencia, originaria del estado mexicano de Jalisco, dijo que recibir los sacramentos en español hace que “se viva diferente y se entienda más profundo”.

Poder rezar en su lengua materna es una bendición especial, mientras la campaña contra la inmigración ensombrece el ambiente, contaron algunos feligreses. Muchos conocen a personas que estaban en el país sin los permisos necesarios y que se han ido voluntariamente, y a otros que fueron arrestados y deportados. Todos se sienten afectados, afirmó el padre de Gabriela, David Plasencia.

“Aquí adentro (nos sentimos) tranquilitos, pero al salir a la calle sentimos esta ansiedad", apuntó.

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La cobertura religiosa de The Associated Press recibe apoyo a través de una colaboración con The Conversation US, con fondos de Lilly Endowment Inc. La AP es la única responsable del contenido.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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