“Un infierno viviente”: en la ciudad sitiada de Mariúpol los residentes luchan para sobrevivir al ataque ruso
La gente en la ciudad ucraniana rodeada le cuenta a Bel Trew sobre su batalla diaria para evitar la muerte en medio de furiosos bombardeos: desde cómo deben tomar agua de los radiadores, cocinar en fogatas y vivir bajo tierra
Los bombardeos rusos son tan intensos que durante los últimos dos días Yuri y otros 200 aterrorizados civiles ucranianos han estado atrapados en el búnker de la iglesia, donde ahora viven en su asediada ciudad natal de Mariúpol.
Se están quedando sin alimentos y, dado que se han cortado los suministros de agua y electricidad, se ven obligados a escabullirse bajo el intenso fuego para sacar agua de un pozo cercano.
El viernes a la hora de la comida, el bombardeo llegó peligrosamente cerca. Un proyectil atravesó el techo del edificio de la iglesia, lo que destruyó la capilla principal.
Por primera vez en dos días, el aprendiz de soldador de 19 años, que está con su madre y su hermano de 11 años, salió del refugio subterráneo para evaluar los daños, y mostró vídeos a The Independent. En los clips, se observa el enorme agujero en el techo, bordeado por las astillas irregulares de las vigas de madera. Los bancos de la capilla y el altar están destrozados.
Él dice que fue un milagro que ninguna de las familias, que empiezan a quedarse sin suministros, resultara gravemente herida.
“Estamos bajo constantes bombardeos de mortero y uno de los proyectiles cayó en nuestra iglesia. Somos 200 personas las que vivimos aquí”, dice con desesperación, a través de una aplicación de mensajería encriptada durante uno de los raros periodos en los que la ciudad sitiada cuenta con conexión.
Agrega que un segundo proyectil alcanzó una casa cercana que todavía está en llamas.
“Es un infierno aquí. Imagina a 200 personas sentadas en una habitación durante dos días. Ni siquiera podemos respirar aire fresco”.
“No puedo salir a la calle, porque los fragmentos [de metralla] vuelan por todos lados y el fuego de las ametralladoras es constante. Hay disparos cada dos minutos”.
The Independent ha logrado comunicarse con personas que viven bajo intensos bombardeos en la ciudad costera sitiada, que, según funcionarios de la Cruz Roja de Ucrania, sufre la peor crisis humanitaria de todo el país.
Está efectivamente rodeada y no hay salida. Los intentos de crear corredores humanitarios han fracasado durante cinco días seguidos, dicen las agencias de ayuda. Se cree que alrededor de 200.000 personas siguen atrapadas sin electricidad ni agua dentro de la ciudad, que es estratégicamente importante para los rusos, ya que se encuentra a lo largo de la costa y es una puerta de entrada a otras partes del norte y oeste del país.
Los que están dentro de la ciudad o los residentes desplazados cuyos familiares siguen atrapados adentro, pintan un cuadro apocalíptico. En las partes más afectadas, dicen que para obtener agua, las familias se ven obligadas a sacarla de los radiadores de sus hogares o a derretir la nieve.
Bajo el incesante bombardeo, los cohetes y los disparos rusos, ellos se ven obligados a irrumpir en las tiendas en busca de comida.
En temperaturas muy por debajo de cero, queman todo lo que tienen en pequeños montones afuera de sus casas para cocinar y mantenerse calientes.
“Ayer mataron a dos de mis amigos, viajaban con otros tres en un auto al que le cayó un proyectil”, continúa Yuri con desesperación.
“El auto explotó y ellos ardieron en el interior”.
Según la oficina del alcalde de Mariúpol, más de 1.500 personas han sido asesinadas en la ciudad en las últimas dos semanas, aunque The Independent no pudo verificar esa cifra.
El propio alcalde difundió hace unos días un vídeo desde un búnker en el que decía que Rusia bombardeaba la ciudad cada 30 minutos. Afirmó que los corredores humanitarios estaban siendo minados y que los bombardeos impedían que la gente saliera.
El grupo de ayuda Médicos Sin Fronteras ha dicho que algunos residentes están muriendo por falta de medicamentos, mientras que otros muertos en los combates están siendo enterrados en tumbas improvisadas por sus vecinos. Las autoridades locales dijeron que Rusia bombardeó una mezquita que albergaba a 80 personas durante el fin de semana.
El sábado se informó que las fuerzas rusas habían bombardeado una mezquita en la ciudad, donde unas 80 personas, incluidos niños, buscaban seguridad. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania tuiteó: “La mezquita del Sultán Suleiman el Magnífico y su esposa Roxolana (Hürrem Sultan) en Mariúpol fue bombardeada por invasores rusos”.
“Más de 80 adultos y niños se esconden allí de los bombardeos, incluidos ciudadanos de Turquía”.
Un ataque contra un hospital de maternidad la semana pasada que mató a tres personas provocó indignación internacional y acusaciones de crímenes de guerra.
Los funcionarios rusos han negado repetidamente haber atacado la infraestructura civil e hicieron varias afirmaciones contradictorias sobre ese hospital, incluido que las fuerzas ucranianas de extrema derecha lo tomaron para usarlo como base y luego lo vaciaron de pacientes y enfermeras. También han negado atacar deliberadamente los corredores humanitarios.
Pero Maksym Dotsenko, jefe de la Cruz Roja de Ucrania, comentó para The Independent que todos sus esfuerzos para evacuar la ciudad hasta ahora han fracasado debido al bombardeo de Rusia.
“No podemos ayudar a las personas de Mariúpol. Hemos tratado de organizar convoyes de evacuación todos los días, pero no hemos tenido éxito”, dijo.
“Están completamente aislados. Ni siquiera podemos enviar un solo camión de alimentos”.
Las autoridades ucranianas dijeron que se suponía que habría otro intento de crear un corredor de evacuación el sábado, pero los residentes que huyeron de la ciudad dicen que tenían pocas esperanzas de que esto sucediera.
Mary, una analista de negocios de TI de 27 años, dice que escapó con su hermano de 16 años el 3 de marzo después de que un misil cayó en su patio trasero, y se cortó el agua y la calefacción. Incluso entonces, le dice a The Independent, la ruta estaba bajo bombardeo mientras intentaba irse.
Sus padres Svetlana, de 50 años y Sergei, de 55, siguen atrapados en la ciudad. Mary solo puede hablar con ellos durante uno o dos minutos cada pocos días cuando tienen señal en su teléfono móvil.
La última vez que supo de ellos fue hace unos días y no sabe si todavía están vivos.
Ella compartió el audio de esa última conversación. Suenan frágiles y asustados en la línea.
“Cuatro veces hemos intentado salir y cuatro veces se canceló el corredor humanitario”, dice su madre con la voz quebrada.
“Los aviones de combate vuelan sobre nuestras cabezas, escuchamos las bombas que caen de los aviones, pero no sabemos qué áreas están atacando, porque no hay conexión de telefonía móvil”.
La situación es desesperada, continúa su madre Svetlana.
“Tratamos de compartir cereales [pan] y agua. Tratamos de ayudar a los niños. Tratamos de ayudar a los ancianos. Por supuesto que no hay agua, ni gas, ni calefacción, ni luz”.
En los mensajes dice que el lado este de un río que corta a Mariúpol por la mitad fue “una catástrofe humanitaria”. Se encuentra más cerca de las fuerzas rusas.
“No podemos llegar allí en absoluto, no conocemos el estado de los puentes”, agrega.
“La gente está varada allí sin gasolina, no pueden salir de sus sótanos porque están disparando en las calles. Es muy difícil, necesitamos ayuda. Volteen a ver a Mariúpol”, finaliza antes de despedirse de su hija.
Mary dice que sus padres le dijeron que los civiles se vieron en la necesidad de irrumpir en las tiendas y saquearlas para obtener suministros.
“No hay electricidad, así que la gente guarda la comida afuera en la nieve. No hay calefacción, hace mucho frío”, añade Mary.
En la ciudad central de Vinnytsia, una encrucijada clave en el camino de los refugiados, las familias que han huido de Mariúpol ahora viven en los dormitorios de una escuela que fue convertida en un campamento informal para desplazados.
Dependen completamente de las ayudas humanitarias para sobrevivir. Sus informes desde el interior de Mariúpol son similares a los relatos de Mary y Yuri.
Helena escapó hace 12 días con su hijo, su esposa y sus tres nietos. Los familiares que pensaron que la lucha se detendría, se quedaron y ahora no se sabe de ellos.
“Veinte personas de mi familia extendida todavía están en la ciudad, no hemos podido comunicarnos con ellos en cinco días”, dice Helena, de 61 años, entre lágrimas, sentada junto a dos de sus nietos en una cama plegable.
“Están atacando todo. Un misil cayó sobre un edificio y madre e hija quedaron atrapadas bajo los escombros. Entendemos que la niña murió de sed porque no había suficientes excavadores para sacarlos a tiempo”.
De vuelta en Mariúpol, Yuri envía un vídeo que tomó en su búnker, donde en una oscuridad total se escuchan los constantes disparos de fondo. Él dice que todos en la iglesia están desesperados por escapar a un lugar seguro.
“Queremos irnos, pero cada vez que lo hemos intentado, han estallado fuertes bombardeos”, escribe antes de despedirse para pasar la noche.
“Entonces por ahora estamos atrapados aquí. Mi único mensaje es que estamos agradecidos con Dios de que todos hayan sobrevivido”.