Halloween y una tradición cristiana en declive conviven en el Día de Todos los Santos en España
Esqueletos, fantasmas y monstruos de todo tipo tomaron las calles de muchas ciudades en España al caer la noche para celebrar Halloween. A la mañana siguiente, una generación más mayor acudía a los cementerios del país para recordar a sus muertos.
La sobriedad de la tradición católica, por la que en el Día de Todos los Santos se limpian las tumbas y se llevan flores a los cementerios para pasar tiempo con los seres queridos, ha dejado paso en los últimos años a los caramelos, la sangre falsa y las telarañas de una de las fiestas estadounidenses más icónicas.
Como en muchas otras partes del mundo, en lugar de sus tradiciones ancestrales, los más jóvenes han abrazado la parte más comercial de una celebración nacida en Estados Unidos a partir de la fiesta pagana del samhain, que festejaba el final del verano y la cosecha. Y no parece que vayan a seguir los pasos de sus mayores.
El cambio cultural no se dio de la noche a la mañana, sino que es consecuencia de la secularización de las sociedades, explicó José Bobadilla, sociólogo especializado en cultura y diversidad religiosa.
“Obviamente, el proceso de una nueva culturización más americana ha influido no solo a nivel europeo”, dijo Bobadilla, que apuntó que la celebración actual, que se está extendiendo por todo el mundo, “resta importancia a la idea de que es un momento de encuentro con las personas que ya no están para recordarlas”.
Viejas y nuevas tradiciones
El cementerio de La Almudena en Madrid, el más grande de España y donde hay enterrados unos cinco millones de personas, recibía visitas el sábado desde primera hora.
En el acceso principal, varios puestos de flores esperaban con ramos y arreglos preparados a quienes dejaron la limpieza de las tumbas para última hora.
“Venimos siempre el día 1”, dijo Alicia Sánchez, una jubilada de 69 años que lamentó la pérdida de la tradición por la falta de interés entre los más jóvenes.
“A mí Halloween no me gusta porque no es una fiesta nuestra. Pero cada uno tiene sus tradiciones y eso es de respetar”, añadió.
Paz Sánchez acudió a la tumba de su esposo fallecido acompañada por su hijo, como muchos otros días. Esta vez, sin embargo, les sorprendió ver poca gente a pesar de ser el día de más afluencia del año.
“A lo mejor es que no tienen ganas de madrugar para venir al cementerio”, dijo Sánchez, de 87 años.
Unas horas antes, como desde hace alrededor de una década, Paracuellos de Jarama, una ciudad a unos 30 kilómetros al noreste de Madrid, se vestía de gala por Halloween.
Empezó con unos pocos vecinos, pero ahora decenas de casas se decoran al estilo estadounidense con calabazas y fantasmas, hay un pasaje del terror y cientos de personas recorren las calles pidiendo dulces.
Miguel Izquierdo transformó su vivienda unifamiliar en un barco pirata con madera reciclada para el casco y una sábana vieja como vela. Las luces, la música y 30 kilos de caramelos que se agotaron en menos de dos horas la convirtieron en una de las más populares.
Después de tres años, siguen participando “por cómo se lo pasan los niños, si no fuera por ellos, no lo haríamos”, afirmó Izquierdo, de 42 años, que dirige una productora audiovisual. “Nos gusta porque es una fiesta, porque es de disfraces y porque hay caramelos”.
“La fiesta no me disgusta... creo que está fuera de nuestras costumbres”, dijo Antonia Martín, de 68 años, que celebró Halloween —sin disfraz— por primera vez por sus nietos.





