En la región italiana de Apulia, las mujeres se enfrentan a la mafia local con gran riesgo personal
La escena parecía haber salido directamente de “The Godfather”. La noche del primero de febrero, la cabeza de un chivo, ensangrentada y atravesada por un cuchillo de carnicero, fue dejada a la puerta de la casa de la jueza Francesca Mariano, en el sur de Italia. Venía acompañada por una nota que decía: “Así”.
No era la primera vez que Mariano recibía amenazas, incluidos mensajes escritos con sangre, después de dictar órdenes de detención contra 22 miembros de un clan mafioso local que opera en el sur de Apulia, el tacón de la bota italiana.
Apulia es conocida por sus olivares, sus “trulli” (casas encaladas con forma de cono) y sus espectaculares costas, que harán de escenario cuando la presidenta del Consejo, Giorgia Meloni, reciba esta semana a los líderes del Grupo de los Siete en su cumbre anual.
Sin embargo, la región es también la cuna de la Sacra Corona Unita: cuarta organización criminal de Italia. Mucho menos conocida que la siciliana Cosa Nostra, la ’ndrangheta de Calabria o la Camorra de Nápoles, pero igualmente eficaz a la hora de infiltrarse en todo, desde las empresas locales hasta el gobierno.
Aun así, un notable conjunto de mujeres como Mariano están desafiando su estructura de poder con gran riesgo personal. Están deteniendo y procesando a los miembros de los clanes, sacando a la luz sus delitos y confiscando sus negocios, y, encima de eso, tratan de cambiar las costumbres locales y las normas culturales que han permitido a esta mafia sentar raíces tan profundas como aquellas de los famosos olivos de Apulia.
“No le creo a nadie que diga que no tiene miedo. Eso no es cierto”, dijo Marilù Mastrogiovanni, periodista de investigación y profesora de periodismo en la Universidad de Bari, que ha publicado en su blog investigaciones detalladas sobre la infiltración mafiosa.
“El valor es seguir adelante a pesar del miedo”, afirmó.
La Sacra Corona Unita, o SCU, es el único grupo del crimen organizado de Italia del que se conocen sus orígenes: un delincuente local la fundó en la cárcel de Lecce en 1981, en parte para replegar a otros grupos mafiosos que intentaban penetrar en la zona.
Su nombre y sus ritos de iniciación están vinculados con la fe católica. La palabra “corona” se refiere, de hecho, a las cuentas del rosario.
Poco a poco, la SCU se ha injertado en el tejido social de Apulia, mezclando sus actividades ilícitas con sus negocios legales. Actualmente cuenta con alrededor de 30 clanes y unos 5.000 miembros, casi todos hombres.
“Su negocio principal es el tráfico de droga”, explicó Carla Durante, jefa de la oficina de Lecce de la Dirección de Investigación Antimafia, un cuerpo policial interinstitucional. “Eso siempre viene acompañado de extorsión y usura. Y ahora, como en todo el país, tenemos infiltración en la administración pública”.
La SCU toma los miles de millones de euros que gana del narcotráfico y los blanquea a través de negocios legales, a menudo vinculados a la floreciente industria turística de Apulia.
Una de las formas más eficientes para combatirla ha sido por medio de la confiscación de bienes pertenecientes a la mafia. El equipo de Durante se dedica a embargar propiedades de grupos criminales, como viñedos o granjas, que luego son entregados a organizaciones locales para que los transformen en centros o proyectos comunitarios de utilidad social.
“A estas alturas nos hemos dado cuenta de que es realmente el instrumento más incisivo, porque quitar los activos a los mafiosos significa también restarles poder”, afirmó Durante. Desde 1922, la oficina nacional ha confiscado más de 147 millones en activos de la mafia.
Pero la SCU de alguna manera se ha vuelto más eficaz que otros grupos mafiosos de Italia a la hora de arraigarse en la comunidad local y ganarse la aceptación social. En años recientes, por lo general ha evitado actos de violencia que acaparan las primeras planas, prefiriendo formas de intimidación más sutiles.
“El crimen organizado no deja de estar organizado, en el sentido de que goza de un cierto consenso en Italia”, indicó Sabrina Matrangola, cuya madre, una política local, fue asesinada por la mafia en 1984 tras hacer campaña para proteger un parque costero del desarrollo inmobiliario ilícito.
“Y mientras exista este consenso, mientras no todo el mundo elija el lado correcto, y alguien no esté dispuesto a poner manos a la obra para ayudar, estos lugares siempre estarán en peligro”, señaló Matrangola, que ahora trabaja como activista con el grupo Libera, que reconvierte los bienes de la mafia para ponerlos al servicio de la comunidad.
Para quienes lo desafían, el peligro persiste.
Dos semanas después de que Mariano emitiera sus órdenes de arresto contra la mafia para la denominada “Operación Lobo”, la fiscal principal del caso, Carmen Ruggiero, estuvo a punto de ser degollada por uno de los sospechosos.
Pancrazio Carrino, una de las 22 personas citadas en la orden de arresto, había manifestado su deseo de colaborar con la investigación de Ruggiero. Pero cuando Ruggiero se presentó para interrogarle en la prisión de Lecce, Carrino tenía otros planes. Había cincelado un cuchillo del retrete de porcelana de su celda y lo había escondido en una pequeña bolsa de plástico negra en el recto, planeando “cortarle la yugular” durante el encuentro, según los documentos judiciales.
“Si aquel día hubiera estado tan lúcido como ahora”, dijo Carrino más tarde a los investigadores, “Carmen Ruggiero ya sería historia”.
Al final, un guardia suspicaz lo registró antes de que pudiera atacar y encontró el cuchillo improvisado.
Siete meses después de la amenaza, Ruggiero entró confiada en la sala del tribunal de la prisión de Lecce para una reciente audiencia del caso, acompañada por una escolta policial de tres agentes.
No se ha dejado intimidar por las amenazas de muerte, como tampoco lo han hecho las demás mujeres que han desafiado el poder de la SCU. Pero han tenido que tomar precauciones, incluida una escolta las 24 horas del día.
Mastrogiovanni, la periodista, trasladó a su joven familia fuera de su ciudad natal después de que los reportes que publicó en su blog “Il Tacco D’Italia” sobre la infiltración de la SCU enfurecieran tanto al gobierno local que, en un momento dado, la ciudad se llenó de carteles gigantes que atacaban su trabajo. En uno de ellos aparecía metida hasta el cuello en un hoyo.
Según la cultura patriarcal de la SCU, “una mujer no debe tener voz”, y menos aún si la utiliza para escribir sobre la mafia.
Mariano, la jueza, también vive con escolta policial las 24 horas del día, pero cree que su labor de desafío a la SCU va más allá de los pasillos del tribunal. En su tiempo libre, Mariano aprovecha su pasión por escribir libros, poesía y obras de teatro para tratar de cambiar actitudes a nivel popular. Hace poco produjo una obra sobre la mafia en el Teatro Apollo de Lecce.
“Tenemos que empezar por la comunicación, que es fundamental para transmitir valores de dignidad, valor y responsabilidad”, dijo. “La capacidad de decir no, la capacidad de indignarse ante las cosas que están mal”.