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¿Puede el mundo evitar un genocidio en Sudán?

Las atrocidades siguen el mismo inquietante patrón que en Darfur hace 20 años

Philipp Kastner
The Conversation
Martes, 11 de noviembre de 2025 16:43 EST
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Hace dos años estalló una lucha por el poder entre dos facciones del ejército sudanés. Al día de hoy, el conflicto se descontroló y ha dejado a su paso miles de muertos, al punto de que un informe de Naciones Unidas lo califica de “mataderos”.

Hace dos semanas, las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), el grupo paramilitar que lucha contra el ejército sudanés, capturaron la ciudad de El Fasher, el último reducto de la región occidental de Darfur en poder de los militares.

Poco después, surgieron informes de masacres por motivos étnicos. Según la Organización Mundial de la Salud, 460 personas murieron en un solo incidente en el hospital de la ciudad. Los testigos describieron ejecuciones generalizadas y violencia sexual contra determinados grupos étnicos.

Una misión de investigación de la ONU concluyó ya el año pasado que ambas partes del conflicto habían cometido crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.

Asimismo, las atrocidades siguen el mismo inquietante patrón que en Darfur hace 20 años, donde se calcula que murieron 300.000 personas.
Asimismo, las atrocidades siguen el mismo inquietante patrón que en Darfur hace 20 años, donde se calcula que murieron 300.000 personas. (REUTERS/Mohamed Jamal/File Photo)

Grupos de derechos humanos y analistas han dado la voz de alarma sobre un posible genocidio. Algunos afirman que las matanzas recuerdan el inicio del genocidio de Ruanda en 1994, en el que murió la alarmante cifra de 800.000 personas.

Asimismo, las atrocidades siguen el mismo inquietante patrón que en Darfur hace 20 años, donde se calcula que murieron 300.000 personas.

Por aquel entonces, activistas famosos como George Clooney ayudaron a difundir información sobre la situación en Darfur. Se convirtió en un importante tema de política exterior en Estados Unidos, Europa, África y otros lugares. El genocidio de Ruanda aún estaba relativamente fresco en la memoria de la gente. El lema “nunca más” todavía se tomaba algo en serio.

La atención mundial llevó finalmente a la Corte Penal Internacional a acusar al presidente sudanés, Omar al-Bashir, de dirigir presuntamente la estrategia de asesinatos masivos en Darfur, y se convirtió en el primer jefe de Estado en ejercicio en ser acusado.

Sudán alberga actualmente la peor crisis humanitaria del mundo. Cientos de miles de personas han muerto desde 2023, 12 millones han sido desplazadas y 21 millones se enfrentan a lo que la ONU denomina “altos niveles de inseguridad alimentaria aguda”.

Sin embargo, en comparación con principios de la década de 2000, la comunidad internacional ha guardado un gran silencio.

Por qué es importante la atención mundial

Sería tentador decir que las guerras y el sufrimiento en Gaza y Ucrania han eclipsado a Sudán tanto en la mente de los líderes mundiales como en la de los ciudadanos preocupados. Pero no significa que el mundo no pueda hacer nada.

Sudán alberga actualmente la peor crisis humanitaria del mundo.
Sudán alberga actualmente la peor crisis humanitaria del mundo. (AP Photo/Jerome Delay, File)

Crear conciencia a nivel mundial no resolvió nada en Darfur hace 20 años, pero fue un primer paso, que condujo al despliegue final de una misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas y la Unión Africana.

La misión fue demasiado pequeña y limitada, pero demostró que las fuerzas internacionales de mantenimiento de la paz aún pueden tener un impacto positivo en el siglo XXI. Pueden supervisar los alto al fuego, aplicar programas de desarme, proteger a los civiles y evitar nuevas escaladas de violencia.

También es necesario prestar más atención (y presionar) a los actores externos que apoyan a ambas partes en el conflicto actual. Tales países persiguen sus propios intereses estratégicos en Sudán y consideran la lucha de poder una oportunidad para aumentar su influencia en la región y ejercer control sobre los recursos naturales de Sudán.

Las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) cuentan con el apoyo de Egipto, Turquía, Irán y Rusia. Emiratos Árabes Unidos, por su parte, ha sido acusado de financiar y suministrar armas a las Fuerzas de Apoyo Rápido, en clara infracción de una prohibición de armas.

Aunque estos países niegan estar armando a ambos bandos, los grupos de defensa de los derechos humanos afirman que, a pesar de ello, ha ingresado una avalancha de armas en el país. En concreto, se acusa a Emiratos Árabes Unidos de suministrar de forma encubierta drones, obuses (howitzers), ametralladoras pesadas y morteros a los combatientes de las FAR en Darfur.

Emiratos Árabes Unidos acaba de empezar a distanciarse de la RSF tras las recientes atrocidades cometidas en El Fasher.

Qué se necesita para la paz

Es urgente acordar un alto al fuego, para que puedan abrirse corredores humanitarios que permitan a las organizaciones de ayuda realizar su trabajo.

Debe terminar de inmediato todo apoyo militar exterior a las partes beligerantes. La prohibición de armas actual es demasiado limitada y se ha aplicado de forma deficiente; es necesario reforzarla.

Y deberían imponerse más sanciones, en particular a los presuntos responsables de crímenes internacionales. En enero, la administración de Biden impuso sanciones al comandante de las FAR y a varias empresas con sede en EAU que le apoyaban, sanciones que ahora deben ampliarse.

Dicha medida dificultaría que cualquiera de los bandos siguiera utilizando el lucrativo comercio de oro de Sudán para mantener la guerra.

Acerca del autor

Philipp Kastner es profesor titular de Derecho Internacional en la Universidad de Australia Occidental. Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se distribuye bajo licencia Creative Commons. Puedes leer el artículo original aquí

Para que la paz se mantenga a largo plazo, ambas partes deben acordar también un mecanismo para desarmar o integrar a los combatientes de las FAR en las fuerzas regulares.

Establecer algún tipo de proceso de justicia y reconciliación también puede contribuir a prevenir nuevos actos de violencia. Esto envía una clara señal de que cometer delitos no será recompensado. También puede ayudar a las comunidades a sanar y dar una mayor oportunidad a la paz.

En Darfur no ha ocurrido nada parecido en las dos últimas décadas. En cambio, los actores políticos siguieron explotando y agravando las tensiones étnicas. Las FAR, en concreto, han reclutado a combatientes de las infames milicias Janjaweed, responsables de las atrocidades de Darfur a principios de la década de 2000.

Otra complicación es la creciente fragmentación de la situación, ya que las Fuerzas Armadas Sudanesas y las FAR no son ejércitos perfectamente integrados. No tienen un control centralizado sobre sus diversas coaliciones de combatientes.

Esto significa que, aunque es importante conseguir que los líderes acuerden un alto al fuego, puede no ser suficiente.

Como resultado, las iniciativas de paz deben incluir acuerdos locales con líderes rebeldes individuales y facciones más pequeñas de combatientes, lo que puede aumentar en gran medida la seguridad de la población en zonas concretas.

Para ser claros, la paz duradera no viene de un pacificador milagroso. De hecho, este año no se ha conseguido nada tangible de los intentos de conversaciones de paz para poner fin al conflicto.

Pero aquí es donde otros intervinientes pueden desempeñar un papel importante. Los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, pueden sentirse ahora presionados para ejercer una influencia más positiva sobre las FAR e instarla a sentarse a la mesa de negociaciones. Lo mismo se aplica a Egipto y a las Fuerzas Armadas de Sudán.

Por tanto, es necesario elaborar un plan más exhaustivo, idealmente a través de una organización internacional como las Naciones Unidas o la Unión Africana, con el objetivo de capacitar al pueblo de Sudán para que tome sus propias decisiones políticas.

Sudán es un duro recordatorio de que lograr una paz duradera exige enormes esfuerzos. La devastadora situación del país exige que el mundo siga intentándolo.

Traducción de Michelle Padilla

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