Las posibles estrategias militares de Irán para vengarse de Israel
Netanyahu argumentará que el ataque a Teherán fue una acción defensiva “necesaria”, aunque el impacto recaerá sobre todos, según Sam Kiley
Tras la última fase de la prolongada campaña israelí para desmantelar la capacidad nuclear de Irán, Teherán respondió con una modesta ofensiva de drones que fue neutralizada con relativa facilidad. Esta situación representa un riesgo para el resto del mundo.
El lanzamiento de un centenar de drones contra el Estado de Israel, luego de la eliminación de tres altos mandos iraníes y la destrucción de sistemas de defensa aérea, instalaciones nucleares y bases de misiles, evidencia que la capacidad convencional de represalia de Irán ya se encuentra seriamente debilitada.
Ante la imposibilidad de responder con fuerza militar convencional, Teherán recurrirá a la guerra híbrida para contraatacar a Israel y sus aliados.
Entre los blancos más evidentes se encuentran los buques que navegan por el Golfo Arábigo. Los petroleros, que transportan el combustible vital para la economía global a través de estrechos pasos estratégicos, han sido atacados en los últimos años con minas durante asaltos “misteriosos”, atribuidos a comandos iraníes. Estos incidentes han funcionado como ensayos de represalia frente a los ataques que Israel ya advertía que llevaría a cabo.
Durante años, los líderes iraníes calificaron al Estado de Israel como un “cáncer” que debía ser “extirpado” de Oriente Medio e incluso han llamado abiertamente a su aniquilación.

Irán creó a Hezbolá en Líbano e Irak como una fuerza interpuesta para mantener la presión sobre Israel. Además, apoyó a Hamás en Gaza y Cisjordania, transfirió fondos, personal técnico y misiles a los hutíes en Yemen y envió escuadrones de asesinos a distintos países para amenazar o eliminar a sus críticos.
La campaña militar de Israel en Gaza contra Hamás se ha convertido en un operativo que, según diversas denuncias, busca expulsar a la población palestina del enclave.
En paralelo, las operaciones israelíes en otros frentes han servido para preparar, de manera deliberada y prolongada, el terreno para una ofensiva directa contra el programa nuclear de Irán.
En los últimos 12 meses, Israel ha golpeado con fuerza a Hezbolá mediante bombas ocultas en buscapersonas, ataques aéreos y una incursión terrestre en el sur de Líbano. También ha seguido atacando las rutas de suministro de la milicia y a los asesores militares iraníes en Siria.
Desde Yemen, los hutíes, respaldados por Irán, lanzaron misiles y drones contra Israel. En respuesta, Israel, Estados Unidos y el Reino Unido los atacaron tras sus intentos de bloquear rutas marítimas clave en el mar Rojo.
El año pasado, Israel eliminó al líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah. En represalia, Irán lanzó más de 180 misiles balísticos contra territorio israelí. A su vez, Israel respondió con ataques aéreos contra bases de misiles iraníes, en una ofensiva orientada a debilitar la capacidad de largo alcance de Teherán.

Israel ha mantenido sus esfuerzos por frenar el avance del programa nuclear iraní. Entre 2007 y 2020, al menos seis científicos nucleares iraníes fueron asesinados. Cinco murieron en ataques realizados por sicarios en motocicleta, que colocaron explosivos en sus vehículos o les dispararon a través de las ventanillas. Mohsen Fakhrizadeh, el físico que encabezaba el programa nuclear iraní, fue abatido mediante una ametralladora controlada a distancia.
Fereydoun Abbasi, exdirector de la Organización de Energía Atómica de Irán, sobrevivió a un atentado en 2010, pero falleció recientemente en la última oleada de ataques atribuidos a Israel, junto con Mohammad Mehdi Tehranchi, físico teórico y presidente de la Universidad Islámica Azad de Teherán.
Los principales líderes militares iraníes también se convirtieron en blancos de Israel, en una estrategia que busca no solo desmantelar las capacidades nucleares de Irán, sino también debilitar su capacidad de respuesta militar.
El general de división Mohammad Bagheri, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y la segunda figura en la cadena de mando después del líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei; el general de división Hossein Salami, comandante en jefe del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica, la principal fuerza militar de Irán y el general Gholamali Rashid, subcomandante en jefe de las Fuerzas Armadas, murieron en el ataque.
Israel continúa atacando las defensas aéreas y las bases de misiles de Irán, en la mayor oleada de bombardeos aéreos contra el régimen y sus fuerzas armadas hasta la fecha.

Benjamin Netanyahu declaró que ordenó el ataque, una acción que ha defendido durante años, porque Irán podría haber estado a solo días de producir uranio apto para armas y a un año de fabricar una bomba nuclear.
Los años de demoras diplomáticas y negociaciones destinadas a frenar el programa nuclear iraní le dieron a Israel el tiempo necesario para planificar y avanzar, paso a paso, hacia lo que considera la única solución posible frente a una amenaza que percibe como existencial.
Desde el inicio de la Operación León Naciente, Israel ha atacado las instalaciones nucleares iraníes de Natanz, donde se cree que operaban centrifugadoras destinadas al enriquecimiento de uranio. En 2010, el virus informático Stuxnet, atribuido a Israel y Estados Unidos, infectó el sistema nuclear iraní y destruyó parte de esas centrifugadoras.
Según el Organismo Internacional de Energía Atómica, el principal programa de enriquecimiento de Irán se encuentra en Fordow, una instalación ubicada bajo una base de la Guardia Revolucionaria, a 800 metros de profundidad en el interior de una montaña.
Esa ubicación la deja fuera del alcance de ataques convencionales, incluso con bombas antibúnker. Ni Israel ni Estados Unidos poseen actualmente la capacidad operativa evidente para penetrar semejante fortificación con armamento convencional.
Según el gobierno israelí, algunos de los ataques en territorio iraní fueron llevados a cabo por unidades encubiertas del Mossad.

Es probable que Irán responda con represalias de naturaleza similar. Ha prometido una “dura bofetada” a Estados Unidos por su apoyo a Israel, mientras que el Reino Unido se apresuró a declarar que no estuvo involucrado en la Operación León Naciente.
Entre los posibles objetivos se encuentran las bases militares estadounidenses ubicadas en el Golfo Pérsico. Sin embargo, una represalia directa contra Estados Unidos podría desencadenar una guerra a gran escala que beneficiaría a Israel y ante la cual Irán difícilmente podría sostenerse. Un conflicto de esa magnitud podría provocar el colapso del régimen islámico en Teherán.
En cambio, es más probable que Irán recurra a tácticas indirectas: atacará el transporte marítimo en el Golfo Pérsico y contribuirá a elevar los precios del petróleo, una medida que favorecería a sus aliados en el Kremlin.
Además, continuará entrenando, financiando y coordinando a células militantes para ejecutar atentados terroristas en diversas partes del mundo. La devastación de Gaza a manos de Israel y la muerte de más de 55,000 palestinos con armamento suministrado por Estados Unidos, el Reino Unido y otros países ya ha encendido la indignación en gran parte del mundo islámico.
Irán aprovechará ese sentimiento para fortalecer su imagen como una nación dispuesta al sacrificio en su lucha contra la llamada “entidad sionista”.
Ese proceso tomará tiempo, pero la represalia de Irán será calculada, global y sangrienta.
Traducción de Leticia Zampedri