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República Dominicana apuesta por la fertilización asistida para frenar la pérdida de sus corales

Teresa de Miguel
Martes, 16 de diciembre de 2025 09:03 EST

A pesar del tanque de oxígeno a la espalda, Michael del Rosario se mueve con delicadeza bajo el agua: a veces nada perfectamente paralelo al fondo del mar, a veces totalmente perpendicular, con las aletas apuntando hacia el cielo.

Manteniendo esa postura de gimnasta suspendido en el agua, del Rosario extiende la mano y muestra con orgullo sus “bebés corales”, que están creciendo sobre unas estructuras metálicas que parecen grandes arañas conectadas entre sí.

Los fue plantando poco a poco junto con la organización de conservación marina Fundemar en lo que ahora es un gran vivero subacuático en Bayahibe, en la costa sureste de la República Dominicana. Bajo el agua la única herramienta de comunicación son las señas, así que del Rosario apunta con entusiasmo con su dedo índice, formando círculos sobre los corales más grandes, que ya empiezan a revelar sus característicos colores.

Estos corales fueron concebidos en el laboratorio de reproducción asistida de Fundemar mediante un proceso similar a la fertilización in vitro: uniendo un óvulo y un espermatozoide para formar un nuevo individuo. La técnica está ganando cada vez más fuerza en el Caribe para tratar de contrarrestar la drástica pérdida de corales debido al cambio climático, que no solamente los está matando por las elevadas temperaturas del agua sino que está haciendo cada vez más difícil que se reproduzcan naturalmente.

Un rayo de esperanza

“Vivimos en una isla. Dependemos totalmente de los arrecifes de coral y ver que se están perdiendo todos es de verdad súper deprimente”, dice ya en la superficie, donde las palabras fluyen como las burbujas bajo el agua. “Pero ver a nuestros bebés corales en el mar creciendo, vivos, nos da esperanza. Que es lo que se estaba perdiendo.”

Porque la situación de los arrecifes en el país caribeño, como en el resto del mundo, no es nada alentadora. Según el último monitoreo de Fundemar el año pasado, el 70% de los arrecifes de República Dominicana tiene una cobertura de coral menor al 5%. Eso significa que hoy en día las colonias sanas se encuentran a tanta distancia unas de otras que la probabilidad de que los gametos de un coral se encuentren con los del otro en la temporada de desove es cada día más baja.

“Por eso ahora los programas de reproducción sexual asistida son tan importantes, porque lo que antes naturalmente era normal en los arrecifes de coral es probable que para muchas especies ya no se pueda dar,” dice la bióloga Andreina Valdez, gerente de operaciones de Fundemar, desde el nuevo centro de investigación marina de la organización. “Entonces ahí es donde entramos nosotros a ayudar un poquito”.

Aunque muchos crean que son plantas, los corales son animales. Desovan una vez al año, pocos días después de la luna llena y al anochecer, cuando liberan millones de óvulos y espermatozoides en un espectáculo que convierte el mar a su alrededor en una especie de vía láctea. Fundemar monitorea los periodos de desove, recolecta los óvulos y espermatozoides, realiza la fertilización asistida en el laboratorio y cuida de las larvas hasta que son lo suficientemente fuertes como para ser llevadas al arrecife.

En el laboratorio, Ariel Álvarez observa a través de un microscopio una de las piezas en forma de estrella en las que están creciendo los corales. Son tan diminutos que apenas se pueden ver sin el microscopio. Álvarez apaga las luces, enciende una luz ultravioleta y entonces se revelan, a través de una cámara proyectada en una pantalla, sus formas redondeadas y fractales.

En uno de los cuartos del centro hay decenas de peceras repletas de corales que un día serán llevados de vuelta al arrecife. Según del Rosario, el laboratorio produce más de 2,5 millones de embriones de coral al año. Y, aunque solamente sobrevive el 1% cuando llegan al mar, la cifra “sigue siendo mucho más que lo que te encuentras naturalmente en el arrecife”.

Cambio de técnica

En el pasado, la técnica más extendida para la restauración de corales era la reproducción asexual: es decir, cortar una pequeña parte de un coral sano y trasplantarla en otro lugar para que crezca uno nuevo, como se hace con las plantas. Ese método es de muy rápido crecimiento, por lo que puede producir una mayor cantidad de individuos en mucho menos tiempo que la fertilización asistida.

El problema, explica Andreina Valdez, es que lo que hace es clonar a un mismo individuo, por lo que todos los clones son vulnerables a las mismas enfermedades. Por el contrario, con la reproducción sexual asistida se crean individuos genéticamente diferentes, lo que reduce las posibilidades de que una sola enfermedad acabe con todos ellos a la vez.

Australia fue el pionero en la fertilización asistida de corales y hoy en día la técnica se está expandiendo rápidamente en los programas de restauración de coral del Caribe, con proyectos punteros de la Universidad Nacional Autónoma de México y la fundación Carmabi en Curazao. También se está adoptando en Puerto Rico, Cuba y Jamaica, cuenta Valdez.

“No puedes preservar algo que no tienes. Así que (estos programas) están ayudando a ampliar la población existente”, dice Mark Eakin, secretario correspondiente de la Sociedad Internacional de Arrecifes de Coral.

Pero el mundo todavía tiene que abordar “el gran problema del cambio climático”, dice Eakin, o gran parte del trabajo de restauración "será en vano".

La quema de combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón produce gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera, lo que está llevando a un aumento generalizado de las temperaturas no solo en la superficie de la Tierra, sino también en el agua del mar. Los océanos se están calentando el doble de rápido que lo hacían hace 20 años, según el último informe sobre el estado de los océanos publicado el año pasado por la UNESCO.

Y ese calentamiento está siendo particularmente devastador para los corales.

Cuando la temperatura aumenta drásticamente, se rompe la relación simbiótica que mantienen estos animales con un alga que vive en su tejido y que no solamente les provee de sus llamativos colores, sino también de la mayor parte de su alimento. El coral se siente enfermo y expulsa a esa alga en un proceso conocido como blanqueamiento, porque su esqueleto blanco queda expuesto. Aunque todavía pueden sobrevivir, quedan tan debilitados y vulnerables a enfermedades que, si las temperaturas no bajan, terminan por morir.

Por ello, desde 1950 se han perdido el 50% de los arrecifes de todo el mundo, según una investigación de la Universidad de British Columbia publicada en la revista One Earth.

Mucho más que colores bonitos

Para países como República Dominicana, que se encuentra en el llamado “corredor de los huracanes”, preservar los arrecifes es particularmente importante. Los esqueletos de los corales ayudan a absorber la energía de las olas, lo que se convierte en una barrera natural contra los oleajes más fuertes.

“¿Qué vendemos en República Dominicana? Playas”, dice del Rosario. “Si no tenemos corales perdemos protección costera, perdemos las arenas de nuestras playas y perdemos el turismo.”

Además, los corales albergan más del 25% de la vida marina, por lo que son claves para los millones de personas en todo el mundo que viven de la pesca.

Eso lo sabe bien Alido Luis Báez.

Todavía no ha amanecido en Bayahibe cuando se sube a la lancha para ir a pescar junto a su padre, que a sus 65 años sigue saliendo al mar todas las semanas. El motor ruge a medida que avanzan una milla y otra más, hasta que la línea de la costa se desdibuja en el horizonte. Para conseguir el atún, el dorado o el marlín, Báez llega a navegar hasta 50 millas mar adentro.

“Antes no había que irse tan lejos”, lamenta. “Pero debido a la sobrepesca, a la pérdida de hábitat, y al cambio climático, ahora uno tiene que irse cada día un poquito más lejos”.

Las cosas eran muy diferentes cuando su padre, también llamado Alido Luis, empezó a pescar en los años 70. Por aquel entonces salían en un bote de vela, sin necesidad de motores, y los arrecifes de coral estaban tan saludables que encontraban todo tipo de especies muy cerca de la costa.

“Antes yo era buzo y cogía mucha langosta y mucho lambí”, cuenta con su voz disminuida por el paso de los años. “En un rato yo cogía 50 y 60 libras de peces. Pero ahora para coger dos o tres peces (los pescadores) echan el día ahí tirados”.

Michael del Rosario cree que todavía hay tiempo para frenar el declive de los arrecifes.

“Se necesita hacer más, claro", reconoce. "Pero al igual que en Fundemar estamos invirtiendo muchos esfuerzos y mucho tiempo para lograr preservar eso que tanto amamos, confiamos y creemos que muchas personas alrededor del mundo están tomando la misma iniciativa”.

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