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Guillermo del Toro crea un majestuoso y personal "Frankenstein" lleno de elegancia

Lindsey Bahr
Miércoles, 22 de octubre de 2025 13:59 EDT

Guillermo del Toro ha estado contando historias de monstruos desde que comenzó a hacer películas. Un romántico con una aguda apreciación por lo macabro, sus creaciones son cosas de extraña belleza, inquietantes, poéticas e inolvidables. No es de extrañar que su primer amor fuera "Frankenstein", primero la película de Boris Karloff, luego la novela, que lo puso en el camino para convertirse en cineasta.

Sin embargo, no esperes una adaptación fiel al pie de la letra de la inmortal historia de Mary Shelley. Este “Frankenstein”, en cines de México a partir del 23 de octubre y en streaming en Netflix el 7 de noviembre, es una interpretación, una lectura de ese cuento del brillante científico y su creación, de uno de nuestros cineastas más visionarios que lo ha hecho muy suyo. ¿Es su mejor obra? No, pero supera el obstáculo del temido proyecto de pasión que ha desconcertado a más de un grande antes que él.

Es una historia sobre historias, sobre padres e hijos, inocentes y monstruos, y la locura de la creación. Y aunque del Toro permite que tanto Víctor Frankenstein (Oscar Isaac) como la creación (Jacob Elordi) cuenten sus versiones de la historia, esto no es exactamente neutral. Del Toro siempre ha amado al "monstruo" y, quizás por ese amor, lo ha despojado de las complejidades que hicieron al personaje de Shelley tan fascinante. Aquí, la creación es un inocente, sujeto a los mismos impulsos de rabia que un niño pequeño. Pero, afortunadamente para los padres en todas partes, los niños pequeños, generalmente, pueden ser contenidos. La fuerza de esta criatura es sobrehumana, lo cual es desafortunado para cualquiera que lo provoque. No solo mata: desuella, arranca mandíbulas, lanza a hombres adultos con una velocidad que sugiere que pesan poco más que una pelota de béisbol. Todo es bastante espeluznante.

Pero ni él ni Víctor actúan sin razón: todos los hombres son productos y víctimas de sus propios padres, cuyas madres y figuras maternas (en ambos casos, Mia Goth, una metáfora que quizás es un poco demasiado obvia) no pueden protegerlos, nos dice del Toro, y estos dos están particularmente condenados.

Isaac es encantador como Víctor, brillante, egocéntrico y con un gusto por lo teatral, un desafiante forastero consumido por la idea de crear vida a partir de la muerte. Está obsesionado con superar a su padre (un amenazante Charles Dance), intelectual y científicamente, y la idea de que podría haber sido capaz de salvar a su difunta madre. Se ha relegado a ser un solitario loco, un orgulloso exiliado que solo tiene ternura por su hermano William (Felix Kammerer) y la prometida de William, Elizabeth (Goth), un excelente contrapunto para la arrogancia de Víctor. Mientras que Elizabeth podría encarnar algo de un cliché femenino cuyo instinto es nutrir y proteger a la creación, en lugar de moldearla y controlarla, Goth la imbuye de agudo ingenio y sabiduría. Es del tipo que incluso podría ser capaz de salvar a Víctor de sí mismo (o al menos eso es lo que él piensa), si tan solo no se estuviera casando con su hermano.

Y luego, por supuesto, está la criatura. No hay tornillos en esta cabeza: el diseño de Víctor es el de un artista intentando hacer un Adonis de mármol, pero cuyas costuras nunca desaparecen del todo y cuyo cabello desgreñado sugiere lo inquietante de los no muertos. En manos de Elordi, la criatura es un alma sensible torturada por su propia existencia. Su estado predeterminado es la gentileza, pero sus instintos de supervivencia son muy reales y muy violentos. Víctor rápidamente llega a odiar su creación porque la considera tonta y la deja valerse por sí misma.

Si la primera mitad de la película es una sinfonía de creación enloquecida, la segunda es una de descubrimiento, una historia de madurez para un monstruo que solo quiere un compañero, pero en vez de eso encuentra odio, repulsión y violencia, salvo por un anciano ciego (David Bradley) que, como Elizabeth, ve un alma gentil. La criatura también aprende rápidamente bajo un tutor más amable, lo que resulta ser un arma de doble filo al llegar a comprender la naturaleza de su ser y la maldición de la vida eterna. Todo está muy explicado a nuestro parecer.

La grandeza gótica en exhibición es un territorio familiar para del Toro, aunque a menudo ha tenido que permanecer dentro de ciertos límites. Trabajando con muchos de sus colaboradores habituales en "Frankenstein", parece que no se escatimaron gastos en esta elaborada construcción de mundos maximalista (la diseñadora de producción es Tamara Deverell), desde la lujosa finca de la infancia de Víctor hasta la planta de irrigación abandonada que se convertirá en su laboratorio. Los románticos, hermosos y nada prácticos trajes, también, (supervisados por Kate Hawley) podrían llenar un museo, sin mencionar todos los miembros amputados. Todo cobra vida electrizante con la apropiadamente épica banda sonora de Alexandre Desplat.

Todo en "Frankenstein" es más grande que la vida, desde la duración hasta las emociones: la empatía, la angustia, la rabia, el arrepentimiento. Y también puede ser un poco agotador, toda una vida de sueños comprimida en 149 minutos. Esperemos que del Toro esté en paz con su creación: puede que no sea material de obra maestra, pero tiene alma y es una aportación indudablemente hermosa y valiosa al canon.

"Frankenstein", un estreno de Netflix, tiene una clasificación R (que requiere que los menores de 17 años la vean acompañados de un padre o tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por "violencia sangrienta, imágenes espeluznantes". Duración: 149 minutos. Tres estrellas y media de cuatro.

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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.

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