El sabor y la rumba cubana son añoradas por los músicos, en una isla silenciada por la pandemia
Por la pandemia del nuevo coronavirus los grandes músicos cubanos quedaron con giras y conciertos cancelados y presentaciones interrumpidas.
Los Van Van, la más internacional de las orquestas cubanas, cumplía 50 años de vida este año y su director, Samuel Formell, tenía programada una gira mundial por casi 30 países, la filmación de un documental y conciertos para poner a bailar a sus compatriotas a lo largo de toda la isla.
En cambio, Formell se quedó en su casa durante siete meses componiendo temas instrumentales dedicados a dar aliento a los trabajadores de la salud, estudiando y haciendo arreglos postergados en su hogar y, como buena parte los músicos cubanos, cruzando los dedos para que la pandemia del nuevo coronavirus termine y puedan volver a los escenarios.
“La vida te cambia”, reconoció a The Associated Press en una entrevista el baterista Formell, de 53 años, quien reemplazó a su padre Juan al frente de la legendaria banda de 17 músicos con varios discos de platino y Grammy a cuestas.
Aunque prefieren no hacerlo público, algunos músicos reconocieron a puertas cerradas que se sintieron tristes y deprimidos por la brusca interrupción de las giras, la dificultad de entrar a los estudios o la imposibilidad de llegar al público. La mayoría apeló a la creatividad e incluso a internet, a la que no estaban tan acostumbrados y de uso limitado en la isla.
“Extraño mucho el escenario”, reflexionó Formell. “Siempre digo que es como un templo. Cuando te montas, tocas para personas que van a tener una reacción de bailar, cantar los coros o quedarse mirando como yo toco la batería”.
Pocos géneros como el popular bailable cubano -en el cual las parejas se abrazan o forman ruedas que se desarrollan en locales cerrados con miles de personas en contacto- resintieron tanto el parón impuesto por el COVID-19.
En estos meses Omara Portuondo cumplió 90 años y junto a la Orquesta Failde y Los Muñequitos de Matanzas organizaron un concierto en un teatro para festejarlo -pero sin público- que fue transmitido gratuitamente por las redes sociales.
Por su parte, el consagrado Chucho Valdés tocó en una presentación paga online, Haydée Milanés dedicó mucho de su tiempo a realizar colaboraciones con su padre Pablo o con Kelvin Ochoa, entre otros, y Harold López-Nussa mostró su jazz en sesiones por internet.
En junio el trovador Silvio Rodríguez presentó en digital “Para la Espera”, un álbum de 13 canciones, 10 de ellas inéditas, y fue el protagonista de un documental sobre su juventud.
Por su parte, el salsero Issac Delgado lanzó remasterizado su primer disco de los 90 -“Dando la Hora”-, mientras X Alfonso se las ingenió para presentar el volumen II de “Inside”, su primer trabajo nuevo en una década.
La cantante Laritza Bacallao interpretó baladas -algunas en inglés- que fueron transmitidas por la televisión cubana e incluso preparó un potente álbum con ellas.
“Han sido tiempos en los cuales hemos tenido que estar confinados, para cuidarnos y cuidar al público, y para los cubanos que son muy cariñosos a veces choca un poco”, comentó Bacallao a AP. “Pero hemos encontrado las formas para que siga viva eso de la comunicación”.
Hasta la fecha Cuba mantuvo bajo cierto control la pandemia -con poco más de 7.500 casos y 131 muertos desde marzo- pero a costa de cerrar todos los centros de actividades sociales, restringir el transporte, cerrar los aeropuertos y hasta eventualmente poner en toque de queda a la capital. En estas semanas se produjo una paulatina apertura.
Para el periodista cubano experto en música Michel Hernández, “una buena parte de los músicos cubanos podría haber sentido estragos en su economía personal y en la proyección de su carrera” por el COVID-19.
“A diferencia de músicos en la escena internacional, muchos artistas cubanos no cuentan con contratos discográficos sostenidos en el tiempo ni pertenecen a grandes disqueras que se ocupan de crear campañas bien hilvanadas para la venta de sus discos”, comentó.
El impacto económico tiene mucho que ver con el trabajo previo de los músicos y no fue para todos igual. Unos pocos reciben pequeños estipendios del gobierno y no es lo mismo para aquel que tocaba con regularidad en el extranjero y en centros cubanos de primer nivel, que los miles de artistas que amenizan pequeños centros turísticos o bares y restaurantes que cerraron por la pandemia ante las limitaciones impuestas al turismo y la cancelación de vuelos comerciales.
“Para los músicos ha sido muy duro en general, para algunos más que para otros”, explicó a AP la cantante y compositora Haydée Milanés, quien pasó meses convertida en la improvisada maestra de su hija de siete años.
Depende “de la economía que hayan tenido antes de la pandemia, pero esto ha hecho que todos (los músicos) en general tengamos que buscar otras vías de ganarnos la vida”, agregó la artista reconocida por su cálida voz y el sentimiento que impone a las interpretaciones.
Haydée Milanés admitió que internet se convirtió en la herramienta para que muchos de sus colegas pudieran desenvolverse.
“Yo vine a tener internet hace un año y pico. No se podía pensar en hacer un ‘live’ desde Cuba, aunque en el mundo entero estaba muy avanzado”, dijo Milanés. “La parte mala es que son caras (internet y el uso de redes sociales)... ayudaría mucho que tuviera un precio más bajo”.
Lo que no pudieron fue reemplazar el contacto directo con su público, la energía de miles de personas coreando canciones, las muestras de afecto de los admiradores, la firma autógrafos o las “selfies”.
Los músicos esperan que 2021 sea mejor y que la vida vuelva a cierta “normalidad”.
Mientras tanto tratan de reformular sus planes: Bacallao está al habla con sus productores internacionales, Milanés espera volver a los escenarios mientras retoma la composición y Formell convocó a sus músicos para comenzar a ensayar y presentará un disco homenaje a las cinco décadas de Van Van a comienzos de diciembre.
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Andrea Rodríguez está en Twitter: www.twitter.com/ARodriguezAP