¿Hasta qué punto debe preocuparnos la nueva variante de covid?
Análisis: las advertencias han sido altas y claras desde el principio: no hay que subestimar a este virus. Ahora, tras meses de relativo silencio en el frente genético, parece haber surgido un nuevo enemigo
La repentina aparición de una nueva variante -que la OMS espera llamar Nu- ha traído a la memoria recuerdos angustiosos del invierno pasado, cuando el mundo recibió la primera indicación de una nueva forma más transmisible del virus.
Ahora, al igual que entonces, hay muchas preguntas para las que tenemos pocas respuestas: ¿hasta qué punto la variante disminuirá la potencia de las vacunas? ¿Qué grado de infectividad tiene? ¿Causa más enfermedades? ¿Y qué significa todo esto para la trayectoria de la pandemia?
Los científicos ya están trabajando intensamente en la exploración de estas cuestiones y en la evaluación de la composición genética de la variante, aunque las autoridades sanitarias creen que es probable que pasen hasta ocho semanas antes de que podamos desarrollar una imagen clara de lo que está ocurriendo y de lo que nos espera.
Aun así, estar en esta posición es un logro increíble de la ciencia moderna, dado que “Nu”, o B.1.1.529, como se conoce actualmente, irrumpió en escena en cuestión de días.
Esta es una de las muchas razones por las que han saltado las alarmas. En Sudáfrica, que vuelve a estar en la mira tras su experiencia con la variante Beta, los casos se han disparado a lo largo del mes de noviembre, y la mayoría de estas infecciones se han reportado en la provincia de Gauteng.
Los científicos piensan que hasta el 90 por ciento de los nuevos casos en la región podrían haber sido causados por B.1.1.529, y se teme que esté “tomando rápidamente el relevo” de Delta, lo que sugiere que está “más en forma” que su primo viral. Si esto resulta ser así, solo será cuestión de tiempo que la variante domine en todo el mundo.
No es solo el rápido ascenso de la variante lo que ha despertado la preocupación, sino también su perfil genético. Los científicos están de acuerdo en que la B.1.1.529 es “sin precedentes” y “muy inusual” debido a su amplia gama de mutaciones, la mayoría de las cuales se centran en la proteína Spike, la clave con la que el virus consigue entrar en las células de nuestro cuerpo.
Se cree que la variante surgió de un individuo inmunodeprimido que no pudo eliminar el virus de su sistema, lo que le permitió transformarse gradualmente con el tiempo y adquirir una mutación tras otra, antes de salir de su entorno evolutivo.
Estas mutaciones, que se leen como una sopa de letras, “se han asociado previamente con un aumento de la transmisión y la evasión inmunitaria”, afirma la profesora Sharon Peacock, una de las expertas del Reino Unido que dirige nuestra respuesta a B.1.1.529. “Muchas mutaciones no nos resultan familiares”.
Todavía está por determinar cómo estas mutaciones cambian la naturaleza de la variante e interactúan entre sí. Algunos creen que reducirán la eficacia de las vacunas y la protección que confieren -el secretario de Salud, Sajid Javid, dijo que era una posibilidad el viernes-, mientras que otros insisten en que queda mucho camino por recorrer antes de que el virus covid pueda superar los altos muros de nuestras defensas inmunitarias.
Independientemente de las respuestas que aporten los científicos desde sus laboratorios, es tranquilizador ver una respuesta tan rápida a la variante, que los de Whitehall creen que es la “peor que hemos visto hasta ahora”. El Reino Unido se ha puesto en primera línea, y esto coloca a varios países del sur de África en la lista “roja” de viajes.
Se ha aprendido la lección de la variable Delta y la inexplicable decisión del gobierno de permitir la importación de miles de casos antes de cerrar la frontera con India. Como consecuencia, se sembró una gran -e imparable- ola en un corto periodo.
Aunque las restricciones a los viajes no detendrán, en última instancia, a B.1.1.529 -suponiendo que acabe despegando en todo el mundo-, nos da tiempo para preparar nuestra respuesta, para reorientar nuestros esfuerzos de vacunación y refuerzo, para planificar en consecuencia y, con suerte, para pasar los fríos meses de invierno que se avecinan.
El Dr. Steve Griffin, virólogo de la Universidad de Leeds, lo resumió bien: “Actuar ahora. Si resulta ser una tormenta en una taza de té, entonces retírese”. No se pierde nada por ir demasiado fuerte o rápido.
La OMS ha defendido las ventajas del principio de precaución desde el primer día de la pandemia -asumir lo peor, prepararse en consecuencia- y ahora es nuestra oportunidad para aplicarlo.
Si B.1.1.529 se desvanece, como muchas variantes anteriores, el mundo respirará sin duda un suspiro colectivo de alivio. Otra bala esquivada. Pero no pasará mucho tiempo antes de que nos encontremos de nuevo en este mismo baile.
Las advertencias han sido altas y claras desde el principio: no hay que subestimar este virus. Tras meses de relativo silencio en el frente genético -lo que llevó a muchos a suponer que el covid había alcanzado su punto álgido de evolución-, ha surgido un nuevo enemigo, que bien podría desplazar a la variante Delta. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que surja otro contendiente viral?
Estas variantes suponen la más grave de las amenazas para el programa mundial de vacunación, y en un mundo con una gran desigualdad en materia de vacunas, tasas de infección elevadas y poblaciones parcialmente protegidas, estamos apoyando activamente la evolución de este virus, en nuestro propio detrimento.
La OMS ha advertido recientemente de que ha empezado a cundir cierto grado de complacencia. Muchos creen que “la lucha ha terminado. Hemos ganado”. Esta despreocupación adopta muchas formas -desde no molestarse en llevar un cubrebocas hasta no donar miles de dosis de vacunas sobrantes a los necesitados-, pero puede deshacerse. Independientemente de lo que resulte de la B.1.1.529, esperamos que sirva como un recordatorio muy necesario de que estamos todos juntos en esto.