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Un pequeño dron entra en un reactor dañado de Fukushima por primera vez

Mari Yamaguchi
Miércoles, 28 de febrero de 2024 01:35 EST
JAPÓN-FUKUSHIMA
JAPÓN-FUKUSHIMA (AP)

Un dron tan pequeño que cabe en una mano voló al interior de uno de los reactores dañados en la malograda central nuclear de Fukushima Daiichi con la esperanza de que pudiera examinar parte de los restos de combustible fundido en zonas que otros robots no pudieron alcanzar.

Tokyo Electric Power Company Holdings también empezó a verter al mar la cuarta remesa de agua radiactiva, tratada y diluida de la planta. El gobierno y TEPCO, la operadora de la planta, dicen que el agua es segura y que el proceso está supervisado por el Organismo Internacional de la Energía Atómica, pero las descargas han encontrado una firme oposición de organizaciones pesqueras y supuesto un veto en China al pescado y marisco japonés.

Un terremoto de magnitud 9,0 y un tsunami destruyeron en marzo de 2011 el suministro energético y los sistemas de refrigeración de la planta, lo que provocó fusiones en tres reactores. El gobierno y TEPCO tienen previsto retirar la enorme cantidad de combustible nuclear fundido que queda dentro de cada reactor, una descomunal tarea de desmantelamiento que ya lleva años de retraso entre dificultades técnicas y falta de datos.

Para ayudar a llenar esa falta de información, estaba previsto que una flota de cuatro drones volara, de uno en uno, a la vasija de contención del reactor número 1, el más afectado.

TEPCO ha enviado varias sondas —incluidos un robot que reptaba y un vehículo sumergible— al interior de cada uno de los tres reactores, pero las expediciones se han visto complicadas por los escombros, la fuerte radiación y la incapacidad de dirigirlos entre los restos del siniestro, aunque en los últimos años los dispositivos consiguieron reunir algunos datos.

En 2015, el primer robot en entrar en el reactor se quedó atascado en una grieta. La misión consiguió algo de información útil, pero el robot reptante tuvo que ser abandonado.

El vuelo de dron del miércoles se realizó tras meses de preparativos y entrenamientos iniciados en julio, en un escenario ubicado cerca de la planta que recrea el lugar.

Los drones, que pesan cada uno 185 gramos (6,5 onzas) son muy maniobrables y sus aspas apenas levantan polvo, lo que los convierte en un modelo popular para comprobaciones de seguridad en fábricas. El dispositivo tiene forma cuadrada y mide 18 centímetros (7 pulgadas) por cada lado, con unos 5 centímetros (2 pulgadas) de grosor. Lleva una cámara de alta definición para transmitir video en vivo e imágenes de mayor calidad a una sala de operaciones.

Debido en parte a la duración de su batería, la investigación del dron en el reactor se limita a vuelos de cinco minutos.

Responsables de TEPCO planean utilizar los nuevos datos para desarrollar tecnología para sondas futuras y un proceso para retirar el combustible fundido del reactor en los próximos años. Los datos también se utilizarán en la pesquisa sobre cómo ocurrió exactamente la fusión de 2011.

Primero, dos drones investigarán el área en torno al exterior de la principal estructura de apoyo de la vasija, llamada pedestal, antes de decidir si los otros dos podrían enviarse dentro, a la zona que sondas anteriores no lograron alcanzar.

El pedestal se encuentra directamente bajo el núcleo del reactor. Las autoridades esperan grabar el fondo del núcleo para determinar cómo goteó ahí el combustible sobrecalentado en 2011.

En los tres reactores dañados quedan unas 880 toneladas de material nuclear fundido muy radiactivo. Los detractores dicen que el objetivo de 30 a 40 años para la limpieza marcado por el gobierno y TEPCO en Fukushima Daiichi es demasiado optimista. Los daños en cada reactor son distintos, y los planes deben adaptarse a sus condiciones.

El objetivo de TEPCO es retirar una pequeña cantidad de restos fundidos del reactor menos dañado, el número dos, a modo de prueba. La operación, que empleará un brazo robótico, estaba prevista en principio para finales de marzo pero tuvo que demorarse debido a las dificultades para retirar un depósito que complicaba el acceso. Ese retraso de varios meses se sumaba a casi dos años de demoras, un reflejo de la dificultad y la incertidumbre del proceso de desmantelamiento.

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