Descubren un antiguo templo que arroja luz sobre civilización andina desaparecida hace 1.000 años
La sociedad tiahuanacota prosperó cerca del lago navegable de mayor altitud del mundo, en la actual Bolivia, antes de desaparecer misteriosamente
Un equipo de arqueólogos descubrió las ruinas de un antiguo templo que, según afirman, ha ayudado a arrojar luz sobre el funcionamiento de la enigmática civilización andina que lo construyó.
Conocidos como los tiahuanacotas, vivían en la actual Bolivia, cerca de la orilla sur del lago Titicaca —el lago navegable más alto del mundo— antes de su misteriosa desaparición hace más de 1.000 años.
Según Nicola Sharratt, arqueóloga de la Universidad de California en Berkeley, EE. UU., los primeros habitantes de la región vivieron hace unos 10.000 años. Hasta 20.000 personas llegaron a residir en la zona. Los tiahuanacotas, hábiles canteros, fueron considerados precursores del imperio inca y uno de los primeros ejemplos de civilización en los Andes.
“Su sociedad se derrumbó alrededor del año 1.000 de nuestra era y ya estaba en ruinas cuando los incas conquistaron los Andes en el siglo XV”, declaró José Capriles, profesor asociado de antropología de la Universidad Estatal de Pensilvania. “En su apogeo, ostentaba una estructura societal altamente organizada, dejando tras de sí vestigios de monumentos arquitectónicos como pirámides, templos en terrazas y monolitos, la mayoría de los cuales están distribuidos en sitios alrededor del lago Titicaca y, aunque sabemos que el control y la influencia de los tiahuanacos se extendían mucho más allá, los estudiosos debaten cuánto control real tenían sobre los lugares más distantes”, explicó.
Capriles fue el autor principal del estudio internacional que detalla los hallazgos, los cuales fueron publicados esta semana en la revista Antiquity.
El templo se llama “Palaspata”, que era el nombre nativo de la zona. Palaspata se encuentra en una colina, aproximadamente a 200 km al sur del sitio histórico establecido de los tiahuanacos. La zona era conocida hasta entonces por los agricultores indígenas, pero nunca había sido explorada en profundidad por los investigadores.
Tras observar una extraña parcela de tierra con cuatro lados, recurrieron a la tecnología para saber más. Tomaron y recopilaron imágenes por satélite del lugar, y también tomaron fotografías con cámaras a bordo de drones. A continuación, utilizaron las fotos para construir una aproximación tridimensional del Palaspata y su paisaje circundante. El complejo, del tamaño de una cuadra, incluye 15 recintos cuadrangulares dispuestos alrededor de un patio interior rectangular.
Su composición, según los autores, sugiere que se utilizaba para realizar rituales tras el equinoccio solar: un momento bianual en el que el sol se sitúa directamente sobre el ecuador. Pero es probable que no se utilizara únicamente con fines religiosos.

Aún se desconoce mucho sobre la civilización tiahuanacota, pero, según Capriles, Palaspata habría estado en un punto comercial ventajoso. Mucha gente comerciaba y construía monumentos en las montañas. Este templo conectaba tres rutas comerciales principales: el altiplano, una meseta de gran altitud y los valles andinos de Cochabamba.
“La mayoría de las transacciones económicas y políticas tenían que estar mediadas por la divinidad; este podría haber sido un lenguaje común que facilitaría la cooperación entre varios individuos”, continuó Capriles.
En la superficie de las ruinas de Palaspata, los científicos hallaron fragmentos de vasos “keru”, que se utilizaban para beber una cerveza tradicional de maíz llamada “chicha” durante las fiestas y celebraciones agrícolas. El maíz se cultivaba en los valles de Cochabamba.


Los investigadores habían trabajado con el Ministerio boliviano de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización para exportar a EE. UU. muestras de las ruinas, que fueron datadas en el Laboratorio de Datación por Radiocarbono del Instituto de Energía y Medio Ambiente de la Universidad Estatal de Pensilvania.
La ciudad colabora ahora con las autoridades estatales y nacionales para ayudar a proteger y conservar adecuadamente el yacimiento.
“Con más información sobre el pasado de este antiguo yacimiento, obtenemos un vistazo de cómo la gente cooperaba, y cómo podemos ver materialmente pruebas de control político y económico”, dijo Capriles. “Aún queda mucho por descubrir que desconocemos y que podría estar escondido bajo nuestras narices. Solo requiere abrir los ojos para ver lo que hay ahí fuera”, añadió.
Traducción de Sara Pignatiello