El ADN de esqueletos de 900 años revela secretos de la realeza medieval
Un nuevo estudio de ADN desafía la leyenda sobre los orígenes de una nación

Durante dos siglos, los académicos han debatido sobre los orígenes de los Piastas, la primera dinastía real documentada de Polonia, que gobernó del siglo X al XIV.
¿Fueron nobles eslavos locales, exiliados de Moravia o guerreros procedentes de Escandinavia?
Desde 2023, un equipo de investigadores liderado por el biólogo molecular Marek Figlerowicz, de la Universidad Tecnológica de Poznań, realizó estudios genéticos y ambientales que aportaron evidencia directa sobre estos enigmáticos soberanos, llevando el debate a un terreno más firme.
La dinastía al descubierto
En su búsqueda de los orígenes de la dinastía Piast, los arqueólogos abrieron más de una docena de criptas. Pero fue en la catedral de Płock, en el centro de Polonia, donde hicieron el hallazgo clave.
Los huesos exhumados datan de entre los años 1100 y 1495, en concordancia con los registros históricos y el análisis genético confirmó que varios de los individuos eran parientes cercanos.
“Sin duda, se trata de miembros auténticos de la dinastía Piast”, aseguró Marek Figlerowicz durante una conferencia en mayo de 2025.
El equipo de Poznań logró extraer ADN legible de 33 personas (30 hombres y 3 mujeres), cuya cronología cubre todo el periodo de la dinastía.

Sorpresa en el cromosoma Y
Casi todos los esqueletos masculinos comparten un grupo raro de variantes genéticas en el cromosoma Y, que se transmite exclusivamente por línea paterna. Actualmente, ese linaje aparece sobre todo en el Reino Unido. La coincidencia más cercana registrada corresponde a un individuo pictio enterrado en el este de Escocia entre los siglos V y VI.
Los resultados apuntan a que la línea paterna de la dinastía Piast no se originó en regiones cercanas, sino en el área del Atlántico Norte.
Aún no se ha determinado cuándo llegó ese linaje: pudo haber migrado siglos antes del primer Piast documentado, Mieszko I (fallecido en 992), o apenas una generación antes, quizá a través de una alianza matrimonial. Lo que sí descartan los nuevos datos es la idea de una línea masculina local continua e ininterrumpida.
Sin embargo, el resto del panorama genético cuenta otra historia. La continuidad local en la población general es clara. A través de un estudio independiente de cementerios de la Edad del Hierro en distintas partes de Polonia, publicado en Scientific Reports, se determinó que, hace dos mil años, los habitantes ya compartían la misma base genética que los primeros súbditos piastas.
Otro proyecto que analizó tumbas anteriores a la llegada de los Piast llegó a conclusiones similares: los pobladores locales pertenecían a un amplio grupo genético que abarcaba desde Dinamarca hasta Francia.
En resumen, aunque la élite gobernante tuviera raíces extranjeras, lo hacía sobre una comunidad local establecida desde siglos atrás.
Un pantano cuenta su historia
Mientras avanzaban los estudios genéticos, otro grupo de la Universidad Tecnológica de Poznań examinaba el entorno natural del antiguo territorio Piast. Su foco fue el fondo pantanoso del lago Lednica, un sitio rodeado de islas cercano a Poznań, considerado el núcleo original del poder piasta.
El análisis de polen fosilizado, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, muestra un cambio ambiental abrupto hacia el siglo IX. El polen de árboles nativos como el roble y el tilo cae en picada, mientras aumentan los rastros de cereales y pastizales. También aparecen restos de carbón vegetal y hollín, signos claros de incendios generalizados.
Según los autores, este giro marca una verdadera “revolución ecológica”, provocada por prácticas agrícolas de tala y quema, y por la expansión de asentamientos militares. Estas guarniciones defendían las rutas comerciales que cruzaban la región, clave para el tráfico de ámbar y esclavos.

Modelos de auge y colapso
Con base en los datos ambientales, historiadores y científicos especializados en sistemas complejos desarrollaron un modelo de retroalimentación que incorporó variables como el crecimiento poblacional, los tributos en plata entregados a los gobernantes y la construcción de fortificaciones. A medida que se ampliaban los campos agrícolas, aumentaban los tributos; con mayores tributos, los líderes podían contratar más trabajadores para talar bosques y levantar murallas.
Este modelo reproduce con precisión el auge repentino en la construcción de fortificaciones en ciudades clave como Poznań, Giecz y Gniezno alrededor del año 990. También anticipa un colapso posterior, cuando cesa el flujo de plata.
Los registros de polen indican que los bosques comenzaron a regenerarse después del año 1070, mientras que los hallazgos arqueológicos apuntan al abandono de aldeas y al repliegue de guarniciones militares.
En su apogeo, el naciente Estado Piast se benefició del control parcial de las rutas comerciales de ámbar y esclavos que conectaban el mar Báltico con Roma.
Sin embargo, el impacto que tuvo la conversión al cristianismo de Mieszko I sobre ese lucrativo comercio continúa siendo objeto de debate entre los académicos.
Confluencia de linajes y comunidades
¿Cómo se conectan todos estos hallazgos?
La presencia de un linaje paterno con raíces escocesas entre los Piastas no implica necesariamente una invasión extranjera. Las dinastías medievales crecían tanto a través de alianzas matrimoniales como mediante conflictos armados.
Un ejemplo es Świętosława, hermana de Bolesław el Valiente —el primer rey de la dinastía Piast—, quien contrajo matrimonio con los reyes de Dinamarca y Suecia. Sus descendientes incluso llegaron a gobernar Inglaterra. Las redes de la nobleza europea eran fluidas y estaban en constante movimiento.
En cambio, la estabilidad genética del pueblo común sugiere otra historia: sin importar quién se sentara en el trono, la gran mayoría de la población seguía viviendo y trabajando en las mismas tierras que sus ancestros habían cultivado durante generaciones.

Un motor de investigación interdisciplinario
Nada de esto ocurre de forma aislada. Desde 2014, el Centro Nacional de Ciencia de Polonia financia a un equipo interdisciplinario compuesto por 24 especialistas en arqueología, paleoecología y bioinformática. Este grupo ha publicado 16 estudios revisados por pares y desarrollado una base de datos pública de genomas antiguos.
Hoy, las conferencias en Lednica y Dziekanowice reúnen a historiadores y biólogos moleculares bajo un mismo techo. El avance metodológico salta a la vista: los laboratorios polacos ya pueden analizar ADN antiguo sin depender de centros en Copenhague o Leipzig.
Lo que aún desconcierta a los investigadores
Quedan tres preguntas abiertas.
La primera: ¿esa línea paterna con rasgos británicos realmente comenzó con un pictio? La coincidencia genética más cercana registrada hasta ahora podría cambiar cuando se analicen nuevas sepulturas.
La segunda: ¿cuántos plebeyos compartían esa misma variante genética? Las muestras aisladas halladas en Kowalewko y Brzeg sugieren que era poco común entre la población local, aunque los datos actuales todavía son insuficientes para afirmarlo con certeza.
Y la tercera: ¿por qué se agotó tan rápido el flujo de plata? Algunos numismáticos apuntan a un posible cambio en las rutas vikingas después del año 1000, pero el asunto sigue sin resolverse.
Un veredicto equilibrado
En conjunto, la evidencia ofrece una mirada matizada: aunque los Piastas probablemente no fueran eslavos étnicos por línea paterna, gobernaron —y con el tiempo se identificaron— con un reino abrumadoramente eslavo.
Su ascenso meteórico no se explica tanto por el genio de líderes forasteros, sino por una coincidencia favorable de factores: tierras fértiles, abundante mano de obra y un auge en las exportaciones de ámbar y cautivos.
A medida que los genetistas secuencien más restos, incluidos los príncipes enterrados en las criptas del castillo de Wawel, en Cracovia, y los paleoecólogos amplíen sus análisis de polen lacustre hasta el siglo VII, seguramente surgirán nuevas sorpresas.
Darius von Guttner Sporzynski es historiador en la Universidad Católica Australiana.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y se reproduce aquí bajo licencia Creative Commons. Lee el artículo original.
Traducción de Leticia Zampedri