Esposa del asesino en serie de la I-65 revela vida secreta que lo hizo pasar desapercibido durante décadas
EXCLUSIVA: Julie Jenkins, de 73 años, estuvo casada con Harry Edward Greenwell durante casi 20 años hasta su muerte en 2013. Nueve años después, comparte su conmoción por la noticia de que Greenwell estuvo cometió los asesinatos de tres mujeres en la década de 1980, y su temor de que haya más víctimas de las que se conocen actualmente - de Sheila Flynn
La esposa del presunto asesino en serie de la carretera I-65, Harry Edward Greenwell, se siente afortunada de estar viva, le comentó en exclusiva a The Independent el miércoles.
Julie Jenkins, de 73 años, estuvo casada con Greenwell durante casi 20 años, y se sorprendió mucho con la conferencia de prensa de varias agencias el martes, en que Jenkins señaló a su esposo, muerto en 2013, como el asesino de al menos tres mujeres a lo largo de la frontera entre Kentucky e Indiana en el finales de la década de 1980.
“Una cosa que me pasa por la cabeza es que, supongo, tengo suerte de estar viva”, le dice a The Independent Jenkins, una abuela que ahora vive en Minnesota.
“Mi primer esposo fue abusivo y casi me mata, y luego el siguiente decidió que mataría a otras personas. Esto es horrible”.
Ella dice que se siente “bastante aturdida”.
“Sigo pensando en nuestra vida juntos, y él era... amable, cariñoso. Tenía mal carácter [pero] eso no es inusual. No creo que mates personas porque estés enojado con ellas, no si son desconocidos. No sé qué pensar al respecto, aparte de que me siento horrible por las familias que lidiaron con eso durante tantos años, y sé que no hay nada que pueda hacer.
“Lo lamento. No tenía ni idea”.
Cuando se le preguntó sobre la sospecha de las autoridades de que su esposo podría tener más víctimas, Jenkins respondió: “Es una posibilidad. Cuando sabes lo que pasa con los asesinos en serie, por lo general no se detienen, así que espero, no, rezo, que no haya más víctimas con las que esté vinculado. Pero me temo que existe una posibilidad real”.
Agregó: “Lo siento por esas personas también, me hace no confiar en mi juicio”.
Según las autoridades, a Greenwell, quien tenía 68 años cuando murió, se le identificó a través de una investigación genealógica en las tres muertes a lo largo de la frontera entre Indiana y Kentucky.
“Esta técnica implica cargar un perfil de ADN de la escena del crimen en una o más bases de datos de genealogía genética en un intento de identificar a los parientes genéticos de un delincuente y ubicar al delincuente dentro de su árbol genealógico”, detalló la Policía Estatal de Indiana en un comunicado del martes. “Con este proceso, se logró una coincidencia de Greenwell con un familiar cercano. A través de esa coincidencia se determinó que la probabilidad de que Greenwell fuera la persona responsable de los ataques era más del 99,99 por ciento”.
La primera mujer de quien se supo que fue víctima del asesino de la I-65 fue Vicki Heath, una madre de dos hijos de 41 años que se había comprometido poco antes de que la encontraran muerta junto a los botes de basura detrás del Super 8 Motel en Elizabethtown, Kentucky, el 21 de febrero de 1987. Fue agredida y recibió dos disparos en la cabeza con una pistola calibre 38.
La segunda y tercera víctimas fueron asesinadas el mismo día: 3 de marzo de 1989.
A Mary “Peggy” Gill, de 24 años, responsable nocturna en el motel Days Inn en Merrillville, Indiana, la encontró muerta en el estacionamiento del edificio un automovilista que pasaba. Jeanne Gilbert, de 34 años, madre de dos hijos que también trabajaba como responsable de medio tiempo en el Remington Days Inn, también recibió un disparo mortal con la misma pistola calibre .22. El atacante robó ambos negocios, se llevó un total de US$426.
A una cuarta mujer que trabajaba en el turno nocturno en un motel Days Inn en Columbus, Indiana, la agredieron sexualmente y apuñalaron en 1990, pero logró escapar de la escena. Esa mujer, conocida solo como Jane Doe, le proporcionó a la policía un boceto, donde describió a un hombre con cabello gris grasiento, un ojo verde perezoso y barba.
Ese boceto fue la única pista durante décadas hasta que las pruebas de ADN vincularon a Greenwell con los crímenes.
Cuando Jenkins murió en 2013, su obituario no dio indicios de su supuesto pasado siniestro. Se le describió como un hombre de familia, granjero, bienhechor y un alma generosa después de su muerte en Iowa tras una batalla contra el cáncer, y escribió que había tenido “muchos amigos que amaban su actitud franca y su disposición a ayudar a cualquiera”.
“Su espíritu vivirá en muchos por las buenas obras que hizo”, continuó, años antes de que se le identificara como asesino serial.
Nacido en Louisville y uno de más de media docena de hermanos, varios de los cuales también fallecieron, Greenwell trabajó para Canadian Pacific Railroad “donde brindó seguridad pública durante 30 años” antes de jubilarse en 2010, decía el obituario.
“Harry disfrutó de la jardinería orgánica, vendió sus productos orgánicos en el mercado de productores local, viajó, leyó, forjó palabras, fue un ávido fanático de los deportes universitarios y al escoger caballos de pura sangre ganadores”.
En el momento de su muerte, estaba casado con Jenkins, quien tenía tres hijos adultos propios; Greenwell tenía su propio hijo e hija además de hermanos vivos, sobrinas, un sobrino, sobrinos nietos y una sobrina nieta.
“Le encantaba la jardinería; pasaba horas en su jardín”, le dice Jenkins a The Independent. “Reunió todo y lo llevó a New Albin [Iowa] en ciertos días y lo vendió a la gente, y siempre pensé que su mayor razón para llevarlo al mercado de agricultores era para visitar a todos los que iban allí”.
Ella dice que "él cultivaba de todo... tomates, cebollas, zanahorias, betabeles, calabazas”.
Antes de su muerte en 2013, dice ella, vivían en una casa de campo de tres habitaciones en las afueras de una ciudad de Iowa de unas 300 personas, y la casa daba a una carretera estatal.
Jenkins dice que un agente del FBI la contactó a principios de este año sobre Greenwell, quien le dijo que antes había cumplido una condena por robo. Ella dice que estaba completamente atónita ante cualquier sugerencia de que él hubiera estado involucrado en los asesinatos de mujeres.
“No podía imaginar esto de Harry”, le expresa a The Independent . “Y dije: ‘Sabes, ya lleva muerto mucho tiempo. ¿Cuál sería el punto ahora?’” en sacar a la luz casos antiguos.
“Y me respondió... ‘¿No cree que las familias tienen derecho a saber?’ Y claro que sí. Ni siquiera pensaba en ellas en ese momento. No puedo imaginar por lo que han pasado todos estos años, lo cual es horrible”.
Ella cuenta que le informó al FBI dónde encontrar al hijo biológico de Greenwell; el presunto asesino en serie se había casado dos veces antes, adoptó a la hija de una esposa y dio la bienvenida a un hijo con la otra.
Su primera esposa murió en un incendio en una casa antes de que Jenkins lo conociera en un bar de Minnesota.
“Sospeché mucho al principio, pues venía de una relación abusiva, pero él me aseguró que [la muerte de su exesposa] no era el caso”, narra Jenkins. “Y por supuesto que le creí; supongo que todavía lo hago”.
“Trabajaba en un ferrocarril, creo que fue en Wisconsin... cuando sucedió. Ella también estaba en Wisconsin, pero estaban al otro lado del estado, por lo que recuerdo. Creo que fue un accidente o una negligencia por parte de ella”.
No tenía ninguna razón, dice, para desconfiar de Greenwell en absoluto; él la apoyó en su batalla contra el cáncer de mama y amó a su familia.
A pesar de sus antecedentes penales, ella explica: “Solo me dijo que existían y, ya sabes, pensé que estaba bien... la gente cambia, así que solo le das a la gente una segunda oportunidad, y está bien, el robo no es genial, pero cumplió su tiempo [en prisión]”.
Greenwell, quien era cuatro años mayor que su tercera esposa, parecía arrepentido porque se moría por un cáncer prolongado, dice ella, aunque no tenía idea por qué exactamente.
Cuando estaba en el hospicio, “pidió un sacerdote y vino uno” cuenta Jenkins quien, a diferencia de su esposo, no es católica. “Supuse que era para su confesión, pero dudo que haya confesado esto”.
Ella agrega: “Solo asumí que el sacerdote estaría obligado a decirle a alguien que hizo esto, si lo hizo... y mi otro pensamiento [desde que me enteré de las acusaciones de asesinato en serie] fue: si no confesaba, ¿Cuál era el punto de confesar cualquier otra cosa? Porque eso habría sobresalido sobre cualquier cosa”.
Jenkins detalla que, después de su contacto inicial con el FBI, no supo más sobre los presuntos delitos de su difunto esposo, hasta la conferencia de prensa de esta semana.
“Mi hijo, en realidad, fue el primero en darse cuenta”, le dice a The Independent. “Me llamó a casa desde el trabajo y me enseñó la conferencia de prensa, y me siento horrible por esas familias pobres que perdieron a sus madres, sus hermanas, sus hijas”.
“Si hubiera sabido algo, si hubiera tenido alguna idea, claro que no habría guardado silencio al respecto, pero no sabía”.
Ella agrega: “Es aterrador, y mis hijos sienten lo mismo. Quiero decir, los dejé solos con él cuando estaba en el trabajo... Vivo con mi hijo y su familia, y tengo una nieta de quien Harry pensó que era muy especial. Tenían una conexión”.
Ella dice que su nieta de 17 años está “bastante devastada por eso”.
“Le dije anoche”, narra Jenkins a The Independent. “Con el internet, ya no puedes proteger a los niños, así que pensé que ella necesitaba escucharlo de mí, en lugar de cualquier otra persona”.
Los amigos y la familia se sorprendieron bastante, agrega, aunque aún no ha hablado con el hijo, los hermanos o la demás familia de Greenwell.
“Espero acercarme y discutirlo con ellos tanto como quieran, pero ayer no tenía la energía”, comenta.
Además de conmocionarse por la noticia, sus pensamientos más importantes están con las familias de las víctimas.
“Fue una especie de golpe a traición cuando el FBI se puso en contacto conmigo”, expresa. “Pensé, ‘Bueno, esto no puede ser real. Esto no puede ser... pero ese [agente] mencionó que la familia tiene derecho a saber, y pensé: Es cierto’. Así que hice lo que pude para señalarlos en la dirección correcta, y luego ya no supe más, y casi me olvido de eso”.
“Solo quiero que las familias de las víctimas sepan cuánto lamento lo que han pasado. Si hubiera habido algo que hubiera podido cambiar la situación antes de esto, ciertamente lo habría dicho”.
“No sé si quieran comunicarse conmigo por cualquier cosa, pero no me opondría a que eso sucediera”.
Del ávido y amable jardinero con el que pensó que se había casado, dice: “Supongo que crees conocer a alguien”.
“Pensé que lo conocía, pero al parecer no lo conocía muy bien”.