Venezuela celebra a San Pedro con su patrimonial, colorida y animada parranda de devotos
Unos con la cara pintada de negro y otros vestidos de mujer, los devotos del apóstol San Pedro festejan su día recorriendo en procesión las calles de las pequeñas ciudades venezolanas de Guatire y Guarenas
Unos con la cara pintada de negro y otros vestidos de mujer, los devotos del apóstol San Pedro festejaron el jueves su día recorriendo en procesión las calles de las pequeñas ciudades venezolanas de Guatire y Guarenas.
En la conocida parranda de San Pedro de Guatire y Guarenas, declarada por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad en 2013, se lucen trajes multicolores cuidadosamente confeccionados en representación de la esclava María Ignacia, cuya hija fue curada por el santo hija fue atribuida al santo.
A la imagen de San Pedro, cargada por las calles, le hacen comparsa los devotos tocando instrumentos musicales, bailando y entonando melodías populares.
La parranda de este años fue austera y evidenciaba una asistencia menor en comparación a otros años. Mantener la tradición es una hazaña en Venezuela, por la severa crisis económica que afecta a la capacidad de la mayoría de satisfacer sus necesidades básicas y que ha impulsado a casi siete millones de venezolanos a dejar el país en busca de mejores condiciones de vida.
Tras la misa de medianoche, que se celebra en todas las iglesias de Guatire y Guarenas, los fieles arrancan su procesión junto a familiares y vecinos.
Recorrer las calles en un ambiente festivo en agradecimiento a San Pedro -más allá de las apariencias– evoca a la decisión de otros esclavos de acompañar a María Ignacia, en su promesa de celebrar al santo en su día por haber curado a su hija.
Cuenta la leyenda en la que se basa la celebración que cuando la esclava María Ignacia murió, su marido decidió vestirse con sus prendas, abultar su abdomen con trapos para simular un embarazo y salir en su nombre a parrandear para mantener viva la promesa de su esposa.
Las mujeres tienen, por tanto, un papel importante en la organización de la parranda. Con meses de anticipación enseñan la práctica de la ceremonia, están a cargo de adornar las iglesias, visten las imágenes del santo y preparan platos tradicionales para compartir durante el festejo. También hacen gala de sus destrezas para dar un toque femenino al maquillaje de los hombres.
La parranda se hizo muy popular y acabó por sumarse a los esfuerzos tempranos de la Iglesia Católica venezolana de romper en general con la discriminación racial en las ceremonias religiosas, en particular en la celebración de la eucaristía, el mayor de los sacramentos cristianos.
Algunos expertos en esa cultura popular señalan que la parranda también fue capaz de unir todos los 29 de junio a los partidos políticos de la época. En esa región, localizada a unos 20 kilómetros al oeste de Caracas, dejaban a un lado sus encarnizadas diferencias -que incluso enfrentó a liberales y conservadores en una guerra civil entre 1848-1849- con el propósito de no politizar el festejo.
En contraste, los colores distintivos de liberales y conservadores están presentes en el ritual.
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El periodista Jorge Rueda de The Associated Press contribuyó a este despacho desde Caracas.