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Venezolanos extrañan a Chávez; dicen que Maduro debe mejorar

Durante su último mensaje televisado antes de morir de cáncer, el presidente Hugo Chávez pidió a los venezolanos que eligieran a Nicolás Maduro como su sucesor

Regina Garca Cano
Martes, 07 de marzo de 2023 11:45 EST

Durante su último mensaje televisado antes de morir de cáncer, el presidente Hugo Chávez pidió a los venezolanos que eligieran a Nicolás Maduro como su sucesor. Chávez les prometió que las políticas izquierdistas que permitieron reducir la pobreza continuarían con Maduro, pero esa sigue siendo una promesa incumplida 10 años después.

Los venezolanos tienen ahora un país básicamente desmoronado, a medida que el fastuoso gasto gubernamental posibilitado por un histórico auge del petróleo ha llegado a su fin, Las normas democráticas y el respeto a la libertad de expresión se han erosionado aún más y las medidas de liberalización económica han hecho a los ricos más ricos y a los pobres más pobres.

Mientras la nación reflexiona este mes sobre la muerte de Chávez hace una década, los venezolanos reconocen ahora que, ya sea por elección o por las circunstancias, el enfoque de Maduro para dirigir el país sudamericano rico en petróleo no se parece mucho al de su mentor, aunque él profese repetidamente su veneración por Chávez.

“Las cosas están muy mal”, dijo el domingo Ana García, una ama de casa de 37 años, mientras cargaba una imagen de Chávez por Caracas durante una conmemoración del deceso del gobernante.

“El gobierno dice con razón que las sanciones (occidentales contra el gobierno son las culpables), pero estoy segura de que Chávez encontraría la forma de ayudarnos. A veces uno siente que Maduro y la gente que lo rodea no hace lo suficiente”, agregó.

Chávez aprovechó el ingreso inesperado de cientos de miles de millones en dólares del petróleo para lanzar numerosas iniciativas, entre ellos mercados de alimentos administrados por el estado, viviendas públicas nuevas, clínicas de salud gratuitas y programas educativos.

Pero una caída global en los precios del petróleo y la mala gestión del gobierno, primero durante su administración y luego bajo Maduro, empujaron al país a la crisis política, social y económica que ha marcado la totalidad de la presidencia de este último.

Desde entonces, más de 7 millones de venezolanos abandonaron el país luego de que la pobreza se disparó, la desnutrición se generalizó y los opositores al gobierno fueron hostigados y encarcelados.

La crisis también alimentó un movimiento de oposición respaldado por el gobierno de Estados Unidos para tratar de derrocar a Maduro. La presión internacional incluyó sanciones económicas a PDVSA (la compañía energética estatal de Venezuela), diseñadas para mantener el petróleo del país fuera de algunos mercados occidentales.

En respuesta, Maduro ha recurrido a políticas como la distribución de paquetes de alimentos altamente subsidiados a través de una red nacional de organizadores vecinales del partido gobernante, así como la emisión de millones de tarjetas llamadas Carnet de la Patria, utilizadas para acceder a programas y beneficios sociales que incluyen bonos. Los líderes de la oposición y los observadores internacionales acusan al gobierno de usar ambos programas como zanahoria y garrote durante las elecciones.

Maduro también tomó medidas enérgicas contra manifestantes y activistas y ordenó el arresto y la tortura de opositores políticos, según activistas de los derechos humanos. Después de que la oposición ganó el control de la Asamblea Nacional, Maduro ignoró el cuerpo por completo al establecer una legislatura paralela con autoridad suprema sobre la elaboración de leyes. Los partidos y políticos que se oponen a Maduro tienen prohibido participar en las elecciones.

Maduro siempre ha negado que haya habido una crisis, aunque finalmente aceptó la asistencia alimentaria de las Naciones Unidas.

El presidente imprimió cada vez más bolívares, la moneda del país. Con ello disparó la inflación, un problema que abordó dos veces quitando múltiples ceros al bolívar, introduciendo nuevos billetes y cambiando el nombre de la moneda. Maduro fijó controles de precios y luego los eliminó parcialmente. A medida que el dólar estadounidense se usó como la moneda de facto en el país, el presidente la denunció al principio, sólo para luego adoptarla como una “válvula de escape”.

“Tenemos un régimen más personalista que tiene que ver más con Maduro y la supervivencia (del partido gobernante) que con cualquier tipo de ideas chavistas”, opina Ryan Berg, director del programa para las Américas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un centro de estudios con sede en Washington. “Con el chavismo tenías algo parecido al control estatal de casi todos los sectores, pero ya no hay ese tipo de gasto”.

En la actualidad, alrededor de tres cuartas partes de los venezolanos viven con menos de 1,90 dólares al día, el referente internacional de pobreza extrema. El salario mínimo pagado en bolívares equivale a 5 dólares al mes, debajo de los 30 dólares de abril pasado.

Millones de maestros, profesores y empleados públicos ganan el salario mínimo más bonificaciones, a menudo recurriendo a actividades paralelas o a remesas de familiares en el extranjero para poder llegar al siguiente pago. Otros, como los jubilados, dependen enteramente de sus pensiones —que son iguales al salario mínimo— y de algún bono ocasional.

“La gente lo apoya por diversas razones”, señala Berg. “Algunos dependen mucho del gobierno, y si no fuera por el gobierno, se podría decir que seguramente tendrían menos comida, aunque sea de calidad muy cuestionable”. Agregó que las autoridades también recurren al miedo, la propaganda y la desinformación para mantener el control.

Maduro no cuenta con una infinita reserva de apoyo. A medida que se prolonga la crisis, incluso los simpatizantes del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela lo cuestionan.

“Por eso el llamado al gobierno es que tiene que hacer las cosas mejor, extrañamos a Chávez”, dijo García durante la conmemoración.

La escasez de alimentos —que fue tan grave y generalizada que ha forzado a la gente a viajar cientos de kilómetros (millas) para comprar comestibles o pelear por una bolsa de harina—, ha dado paso a supermercados completamente abastecidos y tiendas de productos importados, pero millones de personas pasan hambre debido al alza vertiginosa de los precios de los alimentos —que sólo en agosto pasado subieron un 30%—, junto con salarios magros y un tipo de cambio inestable.

Del mismo modo, se acabaron lo que alguna vez fueron filas de un día para comprar gasolina, pero ahora hay menos gasolineras que venden combustible subsidiado y hay más que cobran precios de mercado.

En estos últimos tiempos, el gobierno ha venido pregonando una reactivación económica: 12% de crecimiento en 2022 y un 6,5% previsto este año, según Naciones Unidas.

Pero incluso esa recuperación deja a Venezuela muy por detrás todavía de donde estaba antes, después de que la economía se contrajera un 80% entre 2014 y 2020. Muy pocas personas, principalmente un pequeño grupo en la capital, se están beneficiando de ella.

Ahora en Caracas hay señales por todas partes de un repunte de corte capitalista: los escaparates vacíos durante mucho tiempo se han transformado en cafeterías hechas para Instagram, tiendas de ropa de alta gama y restaurantes elegantes donde los clientes llegan con guardaespaldas armados.

Muchos de ellos pertenecen a una clase de nuevos ricos que aprovecharon conexiones políticas con la élite poderosa y pudieron acceder a oportunidades lucrativas, contraviniendo la afirmación de Chávez de que “ser rico es malo”.

Mientras tanto, la propaganda socialista —alguna vez omnipresente— también se está desvaneciendo. Los anuncios de tiendas, cirujanos plásticos y conciertos de primer nivel han reemplazado las imágenes de Chávez en las vallas publicitarias. Algunos de sus murales, otrora coloridos, se están despintando.

Después de la muerte de Chávez el 5 de marzo de 2013, Maduro se convirtió en presidente interino y luego fue elegido por un margen estrecho unos meses después. Fue reelegido en 2018 para un mandato de seis años en un proceso electoral que fue ampliamente criticado por fraudulento y que la oposición y numerosos gobiernos extranjeros se negaron a reconocer. Por ley, la próxima elección debería realizarse en 2024.

Las distintas facciones de la oposición, que luchan por recuperar adeptos tras enfrentamientos públicos y repetidas decepciones, tienen previsto celebrar primarias en octubre. Sin embargo, sea quien sea el candidato, los votantes quieren un alivio económico.

“En este momento en el 2023, Maduro tiene una sociedad venezolana básicamente concentrada en la supervivencia y en aprovechar las oportunidades económicas que se pudieran presentar”, opina Daniel Varnagy, profesor en Ciencias Políticas de la Universidad Simón Bolívar de Venezuela.

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El periodista de The Associated Press Jorge Rueda contribuyó para este reportaje.

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