México se estrena con una comandante suprema, pero ¿traerá cambios en las fuerzas armadas?
Las fuerzas armadas de México estarán comandadas por primera vez por una mujer a partir del 1 de octubre con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia. Y eso ha reanimado los reclamos de organizaciones humanitarias y activistas para que se limite el poder que los militares han acumulado en años recientes.
La duda es si Sheinbaum implementará, desde su posición como máxima autoridad militar, los cambios que se exigen desde fuera del cuerpo uniformado, sin que haya habido voces desde dentro que se pronuncien. Analistas no ven modificaciones en el corto plazo.
Las fuerzas armadas mexicanas han recibido de los últimos gobiernos, especialmente desde el del presidente Andrés Manuel López Obrador, numerosas y nuevas responsabilidades —también en el ámbito civil— e incrementos significativos de presupuesto.
La política de seguridad ha descansado sobre los hombros de los militares por casi dos décadas en México, sin que eso haya resuelto el problema de violencia relacionado con los poderosos carteles de las drogas que controlan vastas regiones del país.
En los últimos días activistas y organizaciones humanitarias, entre ellas Amnistía Internacional, han realizado exhortos a Sheinbaum para que dé un giro a la relación de dependencia que mantiene el gobierno con las fuerzas armadas.
También han pedido que detenga una reforma constitucional en materia militar que se discutirá en octubre en el Congreso, de mayoría oficialista, y que de aprobarse sentará las bases legales para la participación de militares en todos los órdenes de la vida pública civil. Validará las tareas que ya realizan, como la construcción y gestión de grandes proyectos de infraestructura, que han cosechado críticas de quienes sostienen que van en contra de lo recogido en la Constitución.
Organizaciones humanitarias han exigido el regreso de los militares a los cuarteles y que las policías del país —federales, estatales y municipales— retomen el manejo de la seguridad pública, misión que han ido perdiendo desde 2006 al ver limitado su presupuesto, equipamiento y áreas de acción.
Hasta el momento la futura presidenta no ha dado señales de que vaya a realizar ajustes en las políticas del presidente saliente Andrés Manuel López Obrador.
El mandatario dejó en manos de los militares la gestión de aduanas y aeropuertos, la construcción de proyectos emblemáticos como un nuevo aeropuerto en la capital o un tren turístico al sur del país, el mantenimiento de carreteras, el manejo de una aerolínea o la distribución de medicamentos y vacunas.
Aunque López Obrador ha defendido sus decisiones alegando que los militares eran garantía de eficiencia y que se acabaría con la corrupción de los civiles, para los sectores adversos al gobierno y para las organizaciones humanitarias esa política ha representado un avance del poderío militar que opera en medio de opacidad.
Sheinbaum, además, se ha comprometido a apoyar la controversial reforma constitucional que propuso López Obrador en febrero para que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) asuma el manejo de la Guardia Nacional —de naturaleza inicialmente civil— que actualmente está bajo control de la Secretaría de Seguridad. La Suprema Corte de Justicia declaró el año pasado que ese traspaso es inconstitucional.
Para algunos analistas ese cambio legislativo permitirá formalizar el predominio de los militares en la Guardia Nacional, donde el 80% de sus 130.000 elementos provienen de las fuerzas armadas y, en una menor proporción, de la desaparecida policía federal.
Sheinbaum ha rechazado que el traspaso de la Guardia Nacional al control de la Sedena implique una militarización de la seguridad y recalcó que “la política de seguridad la define el gobierno de la República con la presidenta”.
Aunque se ha comprometido a mejorar las condiciones laborales y formación de las policías, a crear un centro nacional de inteligencia e investigación y desarrollar programas sociales para evitar que los jóvenes sean captados por la delincuencia, la futura mandataria hasta el momento no ha hablado de planes para reducir progresivamente la participación de los militares en actividades de seguridad pública.
La “relación de dependencia del gobierno con los militares", apuntó la analista Daira Arana Aguilar, "es muy fuerte”. Para la candidata a doctora en Política Pública por la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey, esa sería una de las razones por las que Sheinbaum no ha propuesto cambios de fondo en materia militar. También, señaló, por un “contexto de desconocimiento” sobre la naturaleza, función y capacidades de las fuerzas armadas, algo de lo que aseguró también han adolecido otros mandatarios mexicanos.
“No estoy escuchando ni veo que Claudia Sheinbaum tenga un plan para implementar una política de defensa democrática", recalcó Arana Aguilar sobre la necesidad de que la mandataria se plantee “acotar” las funciones de las fuerzas armadas y “limitar la autonomía” del poder judicial militar.
El otro aspecto que recaerá sobre Sheinbaum, y que ya ha generado expectativas, será el nombramiento de una nueva cúpula militar y si las mujeres tendrán cabida en ella.
La futura presidenta dijo que no dará los nombres de los secretarios de la Defensa Nacional y Armada hasta estar más cerca de su toma de posesión, pero hay analistas que descartaron que vaya a nombrar a mujeres para esos cargos puesto que la legislación mexicana establece que esas posiciones deben ser ocupadas por generales de división y almirantes, rangos que aún no han alcanzado las mexicanas.
Las fuerzas armadas de México están conformadas por unos 200.000 elementos y menos del 20% son mujeres. De ellas, escasamente un 10% están en la unidad de armas que incluye infantería, artillería, caballería, arma blindada e ingenieros. El resto, en la unidad de servicios, como administración, transportes, intendencia, transmisiones, sanidad, precisó Javier Olivo, coordinador del Seminario de Estudios en Defensa, Dimensiones de la Seguridad e Inteligencia de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Según Olivo, el poder de decisión de Sheinbaum como comandante suprema en las fuerzas armadas está además limitado a las decisiones de seguridad nacional, sin poder meterse en el manejo operativo puesto que eso corresponde a los mandos militares.
Dentro de las fuerzas armadas, usualmente reacias a pronunciarse, hay quienes lo ven con mayor optimismo. La teniente coronel del Ejército Leticia Yáñez Domínguez, jefa de la sección de alto rendimiento y equipos de conjunto de la Sedena, dijo a la AP sin querer ahondar en el tema que “las mujeres somos capaces de los retos que se nos ponen”.
Para Lisa Sánchez, directora general de la asociación civil México Unido contra la Delincuencia, la posibilidad de que puedan darse cambios en la estructura interna es remota, pero no hay que descartarla por completo.
El liderazgo de Sheinbaum, planteó, podría activar “ciertos cuestionamientos” de las mujeres y animarlas a escalar posiciones de mando.