¿Las tendencias de TikTok están acabando con las experiencias auténticas del mundo culinario?
En las redes sociales se ha desatado una tendencia viral de comida preparada en función de su impacto visual. En cambio, se valora cada vez menos la comida genuinamente sabrosa. Helen Coffey se queja de que cada vez más, se esté dando prioridad a lo visual por encima del sabor de los alimentos
París es una ciudad famosa en todo el mundo por su destacada reputación culinaria. Los meseros locales suelen adoptar un aire ligeramente desdeñoso y condescendiente a la hora de evaluar tu miserable pedido de turista ignorante. Cuando te miran de esa forma altiva, es como si la mismísima Anna Wintour lanzara una mirada fulminante sobre tu ropa desaliñada. A todos nos han contado historias de un tal fulano que se atrevió a pedir su bife bien hecho y servido con ketchup. De hecho, me contaron una anécdota en la cual al turista en cuestión simplemente le negaron el pedido y le trajeron la versión “auténtica” del plato.
Entonces, ¿cómo es posible que incluso en “la Ciudad de la Luz” los parisinos se han visto plagados de la última moda gastronómica de TikTok? ¿Al final, toda esa sabiduría gastronómica era puro postureo?
Me refiero, claro, a las famosas medialunas gigantes. Si sigues las tendencias en ciertas redes sociales, es imposible que no hayas visto esta variante gigante del elemento clásico del desayuno francés. El aclamado pastelero francés Philippe Conticini inauguró la tendencia el año pasado cuando empezó a vender las enormes medialunas en su pastelería de París. Efectivamente, supo elaborar un ingenioso truco superficial que volvería loca a la gente cuya prioridad era “crear contenido” en lugar de “comer algo delicioso”.
La medialuna XXL, una versión desmesurada de este alimento básico francés que pesa un kilo, se hizo tan popular que una verdadera multitud de chefs decidió seguir los pasos de Conticini. Christophe Michalak ha desarrollado “le big pain aux raisins”, de 350 g; Yannick Delpech inventó “la chocolatine XXL” en su panadería de Toulouse; y los grandes almacenes parisinos Galeries Lafayette han empezado a vender el “le big pain au chocolat”, de 320 g. La versión original de Conticini ha tenido tanto éxito que incluso se vende en su tienda de Londres.
Pero no solo la pastelería ha adquirido dimensiones XXL. A principios de este año, la TikToker Baochi compartió un video en el que se pasó todo el día comiendo comidas más grandes de lo normal en París. Empezó con (¿cómo no?) una medialuna gigante de pistacho en la pastelería de Chez Meunier. Siguió con un plato de fideos enormes. Por cierto, parecían muy poco sabrosos cuando los acercó a la cámara. Terminó el día comiendo un sándwich de pan francés gigantesco, del tamaño de “la mitad de [su] cuerpo”.
Sin embargo, Baochi asegura que engullir porciones enormes de comida, es, a fin de cuentas, una experiencia un tanto mediocre. Según Baochi, los fideos eran tan grandes que resultaban ser “difíciles de comer”; el sándwich estaba “un poco seco”. Además, en todos los casos, la porción era sencillamente “demasiado grande para poder terminarla”. Llegó a comerse el equivalente a una factura o un sándwich normal, antes de darse por vencida y guardar el resto para después.
Los alimentos mencionados también son mucho más caros que la alternativa de tamaño normal. La medialuna gigante, por ejemplo, cuesta USD 20. Quizás esto se considere un “buen precio” en comparación con la enorme medialuna inventada por Conticini, que se vende a USD 34. Pero si lo comparamos con el precio de un desayuno normal, que cuesta alrededor de USD 1,50 en París, (que sin duda sería mucho más rico), me cuesta entender el atractivo de optar por la versión “supersize”. Al fin y al cabo, una medialuna común y corriente que se compra de casi cualquier pastelería francesa ya de por sí es uno de los manjares más sabrosos que existen en esta vida. ¿Qué hay de mejor que ese sabor rico y mantecoso, esa textura suave y hojaldrada? ¿Para qué abandonar la perfección por una tendencia superficial? En definitiva, parece que cuanto más grande el alimento, peor es la calidad.
La verdad es que todo esto me deprime un poco. No lo puedo evitar. Porque si París, la capital del esnobismo gastronómico, no es inmune a la maldición de la tendencia culinaria viral, parece que hay pocas esperanzas para el resto del mundo.
Asimismo, los “alimentos gigantes” no son más que la punta del iceberg, un mero subgénero dentro de la “TikTokización” general de la comida. Cada vez más, el mundo culinario se rige por una lógica distorsionada que favorece la apariencia por encima del sabor. El uso del color es una tendencia clave en Instagram; cupcakes, platos de brunch y ensaladeras que aparecen en imágenes variopintas para atraer a la “generación smartphone”. De hecho, se han creado nuevos alimentos justamente porque resultan ser populares en Instagram, desde “tostadas de sirena” en tonos pastel, hasta helados de carbón activado. En concreto, un sinfín de alimentos bastante asquerosos se ha viralizado en las redes a raíz de su apariencia gratificante. (Nadie puede convencerme de que realmente disfruta de un matcha latte, pero, quién soy yo de cuestionarte si tienes ganas de pedirte una taza de líquido verde sabor césped).
Luego está la tendencia del exceso: chocolate caliente servido en una taza untada de chocolate; batidos adornados con caramelos extravagantes en los que el líquido gotea por el vaso; gofres llenos a rebosar; hamburguesas con infinitas capas de ingredientes empapadas de salsa y queso, de modo que es imposible comerlas sin mancharte de comida.
Para mí la comida es uno de los mayores placeres de la vida, una fuente de alegría sencilla y pura, y francamente esas tendencias me parecen una locura. Todo está pensado para quedar bien en una foto o un video, no para que sea fácil o agradable de comer. Todo está diseñado para ser consumido a través de las redes sociales, y no por una persona real. Sé que dicen que “comemos con los ojos”, pero tiene que haber un límite ¿no?
No soy la única que piensa así: varios tradicionalistas franceses se han sentido molestos por la última tendencia. “La principal obsesión de algunas de las nuevas generaciones de pasteleros y panaderos es idear creaciones novedosas en función del impacto que tendrán en las redes sociales”, opinó Christophe Felder, pastelero de Alsacia, en el diario Le Figaro. ”Ahora todos sienten que tienen que cocinar para compartir sus creaciones en Instagram o TikTok. Infelizmente, esa obsesión por el impacto en las redes resulta ser más importante que el sabor de la comida”, señaló el propio director de marketing de la cadena Conticini.
Puede que yo no sea experta en el tema, pero me parece que el fenómeno la “TikTokización” de la comida ha llegado para quedarse. Mientras tanto, sospecho que los pasteleros franceses se están aprovechando de los eternos caprichos de la “generación smartphone” y se están llenando los bolsillos a más no poder.
Traducción de Anna McDonnell