¿Qué es la disociación? El mecanismo de defensa que muchos adolescentes usan sin ser comprendidos
La disociación es una forma en que el cerebro se protege del estrés o de emociones abrumadoras
Llamas a tu hijo adolescente, pero no responde. Tiene la mirada perdida. Vuelves a llamarlo, esta vez con más firmeza. Nada. La escena puede parecer una falta de respeto.
Pero ¿y si en realidad no te está ignorando?
En algunos adolescentes, esa desconexión puede ser una señal de disociación: un mecanismo temporal en el que la mente se separa de los pensamientos, las emociones, el cuerpo o el entorno. Es una forma en que el cerebro intenta protegerse del estrés o de emociones abrumadoras.
La disociación suele estar relacionada con el trauma, es decir, experiencias profundamente angustiantes o que se perciben como una amenaza a la vida o la integridad emocional.
Pero como la disociación es silenciosa e invisible, muchas veces pasa desapercibida. En consecuencia, un adolescente retraído o “ausente” suele llamar menos la atención que uno ansioso o con conductas disruptivas. No obstante, no comprender esta forma de respuesta puede generar frustración y tensar los vínculos familiares.
En dos estudios recientes, entrevistamos a adolescentes que experimentan disociación, así como a sus padres y a profesionales de la salud. Con ello, buscamos comprender mejor cómo se vive esta experiencia y qué podría ayudar en esos momentos.
La disociación:
La disociación funciona como un “interruptor de seguridad” del cerebro. Cuando las emociones o los recuerdos se vuelven demasiado intensos, la mente se aleja como mecanismo de protección, casi como si saliera de la habitación.
De hecho, es común experimentar formas leves de disociación, como cuando te desconectas durante una reunión larga o aburrida. Sin embargo, en adolescentes que han vivido situaciones traumáticas, esta desconexión puede sentirse con mucha más intensidad y resultar profundamente perturbadora.
Aun así, muchas personas subestiman lo frecuente que es el trauma en jóvenes.
A nivel global, casi tres de cada cuatro adolescentes han vivido al menos un evento traumático, como violencia, accidentes graves o la pérdida de un ser querido. En contraste, en países occidentales, la cifra se aproxima a uno de cada dos.

El contenido angustiante también llega de forma directa a los dispositivos de los adolescentes. Por ejemplo, videos violentos, ciberacoso o abusos en línea motivados por el odio pueden detonar sensaciones de desborde emocional.
Cuando eso ocurre, la disociación puede ofrecer un alivio inmediato. Sin embargo, cuando se utiliza con demasiada frecuencia como estrategia de afrontamiento, puede afectar el aprendizaje, las relaciones y la vida cotidiana.
De hecho, encuestas señalan que esta forma clínica de disociación afecta entre el 7 % y el 11 % de los estudiantes de secundaria, una proporción comparable a la de los trastornos de ansiedad.
A pesar de estos datos, la disociación en jóvenes sigue siendo poco comprendida, incluso entre profesionales de la salud.
Lo que buscamos comprender
Para entender mejor la disociación, nuestro equipo de investigación habló con adolescentes que la experimentan: queríamos saber cómo se siente, qué situaciones la desencadenan y qué cosas les ayudan a sobrellevarla.
En total, siete adolescentes que habían vivido traumas significativos y recibían atención en un servicio de salud mental en Australia Occidental compartieron sus experiencias. Dado que la disociación puede afectar la memoria y la conciencia, también entrevistamos a sus padres y al profesional de salud principal de cada uno.
Si bien el estudio incluyó un número reducido de participantes, sus testimonios ofrecieron una mirada valiosa sobre cómo se vive la disociación durante la adolescencia.
Lo que nos contaron los adolescentes
Los jóvenes describieron la disociación como una sensación de desconexión del propio cuerpo o como si la realidad se volviera borrosa.
Lisa* (17 años) relató: “Podía mirarme al espejo y no sentir que era yo. Sabía que era yo, pero no lo sentía así”.
Verity* (14 años) explicó: “Me quedo desconectada y no noto lo que pasa a mi alrededor. […] La gente puede llamarme o mover la mano frente a mi cara y no me doy cuenta”.

Por su parte, los padres contaron que, en ocasiones, sus hijos quedaban completamente inmóviles, sin poder hablar ni moverse, o atravesaban estallidos emocionales que luego no recordaban.
En general, la disociación se manifestaba con mayor frecuencia cuando los adolescentes experimentaban emociones intensas, provocadas por recuerdos traumáticos, conflictos o situaciones de rechazo entre pares.
Qué ayuda
Muchos adolescentes dijeron que lo más útil era saber que una persona de confianza estaba cerca. En esos momentos, no buscaban consejos ni preguntas, sino simplemente la tranquilidad de que alguien se quedaría a su lado.
Lisa* contó: “Me gusta tener compañía porque no puedo manejarlo sola. […] Ayuda que alguien espere conmigo hasta que se pasa”.
Sin embargo, en otras ocasiones necesitaban una ayuda más activa, como el acompañamiento en técnicas para recuperar la calma.
Amy* (16 años) explicó: “Si hay alguien más y me dice qué hacer, me ayuda. Yo sola no puedo hacerlo cuando estoy así”.
Además, algunos adolescentes señalaron que retirarse a espacios tranquilos les permitía reconectarse con el presente.
En cambio, cuando no se sentían con la confianza suficiente para pedir apoyo, algunos recurrían a estrategias menos útiles, como aislarse por horas en mundos de fantasía.
Según nuestra investigación, para reducir estas situaciones, es clave que los adolescentes sepan que tú estás ahí, disponible y presente, aunque no digas nada.
Qué pueden hacer los padres
El acoso, el rechazo o el fracaso pueden sentirse como experiencias devastadoras para una mente en desarrollo. Además, es posible que los adolescentes estén atravesando traumas que los adultos ni siquiera conocen.
Por eso, si notas que tu hijo o hija adolescente está distante o no responde, lo mejor es adoptar una actitud de curiosidad en lugar de frustración. Preguntarte qué puede estar ocurriendo debajo de la superficie puede marcar una gran diferencia.
Sobre las autoras
Bronwyn Milkins es investigadora posdoctoral en trauma y disociación en jóvenes en The Kids Research Institute Australia.
Helen Milroy es profesora y directora del Centro de Salud Médica y Dental Aborigen (CAMDH) de la Universidad de Australia Occidental.
Este artículo fue republicado de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Puedes leer el artículo original aquí.
Cuando ocurre la disociación, es importante que te mantengas cerca y transmitas calma. En esos momentos, ofrecer ayuda con actividades simples —como salir a caminar, respirar lentamente o hacer algo sensorial, como sostener una bebida caliente— puede ser de gran utilidad.
Sin embargo, si la disociación se presenta con frecuencia o de forma intensa, es recomendable consultar a un profesional de la salud mental o a un médico de cabecera para recibir el apoyo adecuado.
Por qué es importante
La disociación no es una mala conducta. Al contrario, es una respuesta de afrontamiento frente al trauma y al estrés, y puede ser una señal de que un adolescente se siente desbordado. Cuando los adultos logran reconocerlo, pueden responder con empatía en lugar de reaccionar con frustración.
Por eso, es fundamental avanzar hacia enfoques informados en trauma tanto en el hogar como en la escuela. Esto significa construir relaciones basadas en la seguridad y la confianza, y promover una actitud de colaboración con los jóvenes.
A veces, ofrecer pequeñas opciones —como tomar una pausa breve o elegir dónde sentarse en el aula— puede darles una mayor sensación de control sobre su entorno. Además, los espacios tranquilos y con pocos estímulos ayudan a que se sientan seguros y más preparados para aprender.
Reconocer la disociación y responder con paciencia y comprensión no solo puede ayudar a tu hijo o hija adolescente, sino también fortalecer el vínculo que tienes con él o ella.
*Los nombres fueron modificados para proteger la identidad y privacidad de los adolescentes entrevistados.
Si este artículo te generó alguna inquietud, o si estás preocupado por alguien que conoces, puedes comunicarte con Lifeline al 13 11 14 o con Kids Helpline (para personas de 5 a 25 años y sus familias) al 1800 55 1800.
Si sientes angustia o te cuesta salir adelante, puedes hablar con los Samaritans, en confianza, llamando al 116 123 (Reino Unido e Irlanda), enviando un correo electrónico a jo@samaritans.org, o visitando el sitio web de los Samaritans para encontrar los detalles de su sucursal más cercana.
Si vives en Estados Unidos y tú o alguien que conoces necesita asistencia por cuestiones de salud mental, llama o envía un mensaje de texto al 988, o visita www.988lifeline.org para acceder al chat de la Línea Nacional de Prevención del Suicidio y Crisis. Es una línea directa, gratuita y confidencial que está disponible las 24 horas. Si te encuentras en otro país, puedes ingresar a www.befrienders.org para conocer una línea de atención telefónica local.
Traducción de Leticia Zampedri






