‘Monstruo: la historia de Ed Gein’: la sombría verdad detrás del asesino que inspiró clásicos del terror
Con el estreno en Netflix de ‘Monstruo: la historia de Ed Gein’, el periodista Tom Murray entrevista al autor de true crime Harold Schechter para explorar la vida del asesino que inspiró a personajes como Norman Bates, Leatherface y Buffalo Bill
En noviembre de 1957, la policía de Plainfield, Wisconsin, registró la aislada granja de Ed Gein, de 51 años, tras detenerlo por la desaparición de una comerciante local.
El hallazgo superó cualquier expectativa: Bernice Worden, de 58 años, había sido colgada, decapitada y desollada.
En la casa, los agentes encontraron objetos hechos con restos humanos, como máscaras de piel, cuencos de cráneos y un traje femenino confeccionado con piel humana.
Aquella escena macabra acabaría inspirando clásicos del cine de terror como Psicosis.
El sheriff Art Schley quedó tan afectado por la escena que, según allegados, nunca se recuperó del impacto. Lamentablemente, murió en 1968 de un infarto, sin llegar a ver a Gein en el banquillo.
Aunque Ed Gein inspiró a psicópatas ficticios como Norman Bates (Psicosis), Leatherface (La masacre de Texas, 1974) y Buffalo Bill (El silencio de los inocentes, 1991), nunca había sido retratado directamente en una gran producción de Hollywood. Hasta ahora.
Ed Gein, conocido como el “carnicero de Plainfield”, es el nuevo protagonista de Monstruo, la serie antológica de Ryan Murphy que ya abordó los casos de Jeffrey Dahmer (2022) y los hermanos Menéndez (2024). Con Charlie Hunnam en el papel principal y Tom Hollander como Alfred Hitchcock, la producción se adentra en los traumas de la infancia de Gein, su obsesión materna y su improbable transformación en ícono del horror hollywoodense.
A diferencia de Jeffrey Dahmer o de su contemporáneo John Wayne Gacy, Ed Gein no fue un asesino prolífico: solo se le confirmaron dos víctimas. El resto de sus macabros “accesorios humanos” provenía de cuerpos que desenterraba de los cementerios locales.
“Las dos mujeres que Gein mató las ejecutó muy rápidamente, solo porque le recordaban a su madre —y probablemente porque ya se le habían acabado los cadáveres en el cementerio”, explica Harold Schechter, autor especializado en true crime. “En esencia, era un necrófilo”.
Lo que convirtió a Gein en una figura casi mítica del horror no fue la cantidad de sus crímenes, sino quién era… y lo que hizo con los cuerpos. “En toda comunidad hay una casa apartada sobre la que los niños cuentan historias: que allí vive un monstruo. Es como Boo Radley en Matar a un ruiseñor”, apunta Schechter. “Pero en el caso de Gein, era cierto. De verdad existía ese monstruo que vivía en una destartalada casa en las afueras. Era como un ogro de cuento convertido en realidad”.
A finales de los años ochenta, Harold Schechter viajó a Plainfield para investigar de primera mano la historia de Ed Gein: entrevistó a vecinos que lo habían conocido, a personas del pueblo y al propio juez que presidió su caso. Ese trabajo dio origen a su libro Deviant: The Shocking True Story of the Original “Psycho” (1989), que ayudó a instalar la figura de Gein en el imaginario popular.
“En realidad, pensé que estaba inventando un nuevo género literario, porque no lo concebía como true crime”, afirma Schechter. “Lo pensé como horror verdadero”.
Ed Gein tuvo una infancia marcada por el aislamiento: su padre, George, era un alcohólico violento, mientras que su madre, Augusta, era una fanática religiosa dominante que le inculcó un miedo tóxico hacia las mujeres y la sexualidad.
A pesar de ello, Gein idolatraba a su madre —un rasgo que inspiró al personaje de Norman Bates en Psicosis y la famosa frase: “El mejor amigo de un niño es su madre”.
Cuando Augusta murió en 1945, Gein quedó devastado y decidió sellar las habitaciones que ella utilizaba, mientras él se recluía en condiciones cada vez más miserables en un pequeño cuarto junto a la cocina.
Como escribe Schechter en Deviant: “Había perdido a su única amiga y a su único y verdadero amor. Y estaba absolutamente solo en el mundo”.
Tras su arresto, Ed Gein confesó que, entre 1947 y 1952, realizó hasta 40 incursiones nocturnas en cementerios locales. Afirmó que durante esas visitas entraba en una especie de “trance” mientras exhumaba los cuerpos de personas recién enterradas.
La policía logró verificar al menos diez robos de tumbas en tres cementerios distintos.
Después de la muerte de su madre, Augusta, Gein comenzó a confeccionar lo que describió como un “traje de mujer”. Según la psicóloga forense y autora Katherine Ramsland, su objetivo era claro: “convertirse en su madre, meterse literalmente en su piel”.
Para lograrlo, buscaba cadáveres frescos que se parecieran físicamente a ella.
Durante los interrogatorios, Gein admitió haber asesinado a Mary Hogan, una tabernera de 51 años desaparecida en diciembre de 1954. Su cabeza decapitada fue hallada en la granja, aunque él insistió en no recordar los detalles del crimen.
También negó haber mantenido relaciones sexuales con los cuerpos exhumados. Su explicación fue simple: “Olían demasiado mal”.

La historia de Ed Gein plantea una pregunta inquietante: ¿los monstruos nacen o se hacen?
La película Psicosis de Alfred Hitchcock abordó el caso desde la represión sexual del protagonista, enmarcando el horror dentro del clima social de la posguerra estadounidense.
“La sociedad educada nos impone la ficción de que estos impulsos no existen”, dice el Hitchcock interpretado por Tom Hollander en un episodio temprano de Monstruo. “Eso convierte esos impulsos en secretos. Y los secretos nos enferman”.
En una entrevista reciente con The New York Times, Ryan Murphy y su coguionista Ian Brennan explicaron que su enfoque no está centrado únicamente en la salud mental de Gein, sino en la forma en que el sistema de justicia penal y el sistema psiquiátrico lo abordaron.
“Para mí, lo interesante no son tanto los crímenes, sino todo lo que los rodea”, sostuvo Murphy. “Si después de ver a Ed Gein lo único de lo que quieres hablar son de los dos asesinatos, bueno… eso dice mucho de ti”.
En 1957, Ed Gein fue llevado ante la justicia. Pero no llegó al banquillo de inmediato: su diagnóstico de esquizofrenia lo dejó fuera del juicio durante una década.
Pasó diez años internado en instituciones psiquiátricas, hasta que las autoridades concluyeron que estaba en condiciones de participar en su defensa y finalmente enfrentó juicio.
El veredicto fue contundente: culpable, pero legalmente insano.
Gein fue condenado a cadena perpetua en un hospital psiquiátrico, donde murió tranquilamente en 1984, a los 77 años, por insuficiencia respiratoria.

Harold Schechter sostiene que es “posible sentir cierta compasión por Ed Gein, dadas las condiciones en las que vivió”. A diferencia de asesinos como Jeffrey Dahmer o John Wayne Gacy —quienes disfrutaban del sufrimiento de sus víctimas—, Schechter cree que Gein no poseía ese núcleo de maldad consciente.
“Una vez arrestado e internado en instituciones, era solo un anciano inofensivo, viviendo mejor de lo que jamás había vivido… Por lo que he visto, Ryan Murphy y su equipo lo han retratado como un asesino serial mucho más temible de lo que realmente fue”, afirma.
Schechter expresa su preocupación por ciertas licencias creativas tomadas en la serie, como mostrar a Gein empuñando una motosierra —una herramienta que, aclara, “nunca usó”— o torturando a una joven interpretada por la influencer y estrella pop Addison Rae.
“Eso no fue lo que hizo Gein”, sentencia.

Ryan Murphy ha sido objeto de críticas persistentes por tomarse amplias licencias creativas al retratar a asesinos notorios, una polémica que alcanzó su punto más álgido con Dahmer, centrada en los crímenes cometidos en los años ochenta.
Los críticos señalaron que la serie corría el riesgo de glamurizar a Jeffrey Dahmer al presentarlo con un nivel de complejidad y carisma capaz de eclipsar el sufrimiento real de sus víctimas y de sus familias, muchas de las cuales aún viven y no fueron consultadas.
Con Ed Gein, Murphy se desplaza hacia un terreno históricamente más distante —los años cincuenta—, y más atrás aún con la próxima cuarta temporada de Monstruo, centrada en Lizzie Borden, la joven absuelta de un brutal asesinato con hacha en la década de 1890.
A pesar de sus reparos sobre la fidelidad histórica de esta adaptación, Harold Schechter defiende el valor narrativo de estas producciones: “Sirven, de algún modo, para que las personas enfrenten y gestionen sus miedos. Convertir actos indescriptibles en relatos te da una sensación de control sobre ellos”.
En el tráiler, Charlie Hunnam —como Gein— rompe la cuarta pared con una línea inquietante: “No puedes dejar de mirar… y eso dice más de ti que de mí”.
‘Monstruo: la historia de Ed Gein’ ya está disponible en Netflix.
Traducción de Leticia Zampedri