Primera vicepresidenta afro de Colombia desafía al racismo
El ímpetu de Francia Márquez por defender su territorio desde muy joven la llevó del activismo a la política y luego a hacer historia como la primera afrodescendiente en ocupar la vicepresidencia de Colombia
Cuando nace un bebé algunas comunidades afrodescendientes de Colombia suelen enterrar el ombligo en la raíz de un árbol como símbolo de la conexión con la tierra y la naturaleza.
Francia Márquez, quien tiene “sembrado” su ombligo en su natal Cauca, al suroeste del país, mostró desde joven un fuerte ímpetu por defender su territorio que la llevó del activismo ambiental a la política y a hacer historia como la primera afrodescendiente en ocupar la vicepresidencia de Colombia.
Al asumir el cargo no sólo juró por Dios, como es costumbre, sino también por sus “ancestras y ancestros”.
Su llegada al poder junto a Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en la historia del país, significó un triunfo para la comunidad afro que reclama el fin de la exclusión social y el racismo pese a que hace 171 años se abolió la esclavitud en el país.
“Me siento demasiado bien representada, aquí se divide la historia”, dijo a The Associated Press la afrodescendiente Adriana Patricia Palacios luciendo un turbante amarillo que envolvía su cabellera, al asistir al cambio de mando presidencial en la Plaza de Bolívar.
“Los otros gobiernos siempre se han olvidado de nosotros, los afrodescendientes, y con Francia vamos a saldar eso, vamos a ser más visibles”, agregó la mujer de 50 años oriunda de Chocó, en el Pacífico, donde habitan comunidades afrodescendientes y hay altos niveles de pobreza.
Márquez, de 40 años, fue víctima de comentarios discriminatorios por su color de piel durante la campaña. Una reconocida cantante colombiana la llamó despectivamente “King Kong”, lo que generó un debate inédito sobre el racismo. “Erradicar el racismo no es una responsabilidad de la población que ha sido racializada... es una responsabilidad que debemos asumir como sociedad”, respondió Márquez.
Lejos de desalentarse, Márquez continuó hablando y mostrando sus raíces. Como un acto político suele vestirse con telas estampadas de colores vibrantes que evocan las raíces africanas y aretes dorados con la forma del mapa de Colombia de la marca Esteban African, creada por el joven diseñador Esteban Sinisterra Paz, víctima del largo conflicto interno de Colombia.
La vicepresidenta prometió luchar contra el racismo y trabajar por “los nadies y las nadies” en alusión al poema de Eduardo Galeano que habla sobre los excluidos: “Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres”.
Cuando tenía 16 años Márquez quedó embarazada. Tuvo que abandonar la escuela y trabajar en una mina de oro durante toda la gestación. Aunque su sueño era continuar sus estudios, por ser madre soltera debió trabajar como empleada doméstica y recién consiguió graduarse de abogada hace dos años.
“Me siento más cercana a Francia, es una mujer que ha trabajado por sobrevivir y es lo mismo que hace cualquier ciudadano de a pie”, dijo a AP Angie Suárez, de 28 años, en la Plaza de Bolívar.
El 39% de los colombianos subsisten con menos de 89 dólares al mes y se encuentran en condición de pobreza, según las últimas cifras oficiales disponibles de 2021. En la población afrodescendiente la pobreza trepa al 46,1%.
Márquez será la segunda vicepresidenta de Colombia. Sin embargo, Suárez no se sintió representada por su antecesora Marta Lucía Ramírez, de larga trayectoria política, por considerar que forma parte de “la élite que siempre ha gobernado el país”.
Márquez aseguró que además de los desafíos que enfrentan las mujeres para llegar a puestos de poder en Colombia, su situación podría ser más compleja. “Si le tocó trabajar como mujer, sé que como mujer negra me va a tocar trabajar mucho más”, dijo en una declaración conjunta con Ramírez luego de un recorrido por las instalaciones de la vicepresidencia en el que saludó a todo el personal, incluido el doméstico, estrechando sus manos.
Su activismo tuvo eco mundial en 2018 cuando ganó el prestigioso premio Goldman -considerado el “Nobel ambiental”- por su defensa del medio ambiente y su oposición a la minería ilegal, un activismo que le ha costado amenazas y un atentado con una granada en 2019.
Al menos 562 defensores de los derechos humanos y activistas fueron asesinados en Colombia entre 2016 y 2021, según Naciones Unidas.
Márquez era una adolescente cuando ya denunciaba el impacto que dejó en su pueblo la construcción de una represa. Su liderazgo se formó en la comunidad de La Toma, ubicada al norte del departamento del Cauca, entre los ríos Cauca y Ovejas, la tierra que habitaron los africanos esclavizados para trabajar en las minas.
En 2014 lideró la “Marcha de los turbantes”, una movilización contra el extractivismo en la que decenas de mujeres caminaron más de 500 kilómetros desde Cauca hasta Bogotá para exigir al gobierno central que sacara de su territorio las retroexcavadoras de una empresa transnacional dedicada a la minería de oro. Tomaron las instalaciones del Ministerio del Interior exigiendo ser escuchadas.
Vicenta Moreno, amiga de Márquez y líder social, recordó que en 2017 hicieron algo parecido durante las manifestaciones de Buenaventura, al oeste. “Estábamos muy indignadas por el tratamiento de la policía a los manifestantes y me llama Francia y me dice ‘’he pensado que nos tomemos la Defensoría del Pueblo, nos vamos a encadenar y quién nos va a sacar’”, dijo Moreno a AP.
Durante una semana un grupo de activistas ocuparon el edificio y durmieron en el suelo hasta que se abrió una negociación. Moreno cree que aquel episodio demuestra el talante de Márquez: “Me mostró la resistencia y la esperanza, ella no defraudó, no se dejó amedrentar”.
Por eso el año pasado aceptó cuando Márquez la llamó para formar parte de su naciente movimiento político “Soy porque somos” con el que se lanzó primero como candidata presidencial antes de hacer equipo con Petro. Moreno se postuló al Senado sin éxito y luego entró al equipo de empalme del nuevo gobierno en el que, dijo, los afrodescendientes han ganado espacio “luchando”.
En Colombia el racismo se refleja en la distribución desigual de acceso a una vida digna porque los afrocolombianos enfrentan una pobreza mayor a la de quienes no pertenecen a ninguna minoría étnica, explicó a AP durante la campaña electoral Aurora Vergara-Figueroa, amiga de Márquez y docente de Sociología. Vergara fue nombrada por el nuevo gobierno viceministra de Educación.
Para Moreno el racismo es palpable, sobre todo en el suroeste del país. “He hecho los recorridos de la segregación y de la muerte que hacen muchas de las mujeres negras en Colombia”, aseguró en referencia a ser desplazada de su territorio, vivir en un barrio periférico y en un ambiente violento. “El hambre para la población que viene desterrada es una situación de racismo, porque no hay oportunidades de trabajo, así estudiemos”, aseguró.
El conflicto armado dejó más de cuatro millones de víctimas afrodescendientes, según cifras oficiales. Las guerrillas y los grupos paramilitares muchas veces tuvieron un trato colonial y racista, concluyó en un reciente informe la Comisión de la Verdad, encargada de reconstruir los hechos del conflicto interno.
El racismo contra las mujeres negras fue acentuado y normalizado. Además de violencia sexual y desplazamiento forzado, los armados utilizaban insultos racistas como “negra asquerosa” y las sometían a “humillaciones públicas y tratos inhumanos como en los tiempos de la esclavización”, detalló la Comisión.
Márquez ha incluido en el lenguaje popular el lema “Vivir sabroso”, que para las comunidades afrocolombianas significa vivir en autonomía y dignidad, tarea que aspira llevar adelante liderando un Ministerio de la Igualdad que ha prometido crear.
“Francia conoce nuestra realidad. Por muchos años hemos vivido la guerra y nuestros pueblos étnicos han sido víctimas. Queremos la paz”, dijo a AP Mónica Yalanda, integrante de la comunidad indígena Misak del Cauca.