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Plan europeo de terminales de gas aviva temores climáticos

Conforme se acerca el invierno, los países europeos, desesperados por sustituir el gas natural que antes compraban a Rusia, han apostado por una solución de corto plazo: terminales flotantes que recibirían gas natural licuado de otros países y lo convertirían en combustible

AP Noticias
Miércoles, 31 de agosto de 2022 03:22 EDT
EUROPA-GAS LICUADO-ENTORNO
EUROPA-GAS LICUADO-ENTORNO (AP)

Conforme se acerca el invierno, los países europeos, desesperados por sustituir el gas natural que antes compraban a Rusia, han apostado por una solución de corto plazo: Una veintena de terminales flotantes que recibirían gas natural licuado de otros países y lo convertirían en combustible.

Pero el plan, que contempla la entrega de las primeras terminales para final de año, ha hecho sonar las alarmas entre los científicos que temen las consecuencias de largo plazo para el medio ambiente. Advierten que estas terminales perpetuarían la dependencia europea del gas natural, que emite metano y dióxido de carbono, gases que calientan el planeta, durante su producción, transporte y consumo.

Algunos científicos dijeron que temían que las terminales flotantes se conviertan en una fuente de energía para la enorme demanda europea durante años, si no décadas. Esa tendencia podría ser un revés para los esfuerzos de reducción de emisiones, que según los expertos no han avanzado lo bastante deprisa como para frenar los daños al medio ambiente global.

Buena parte del gas natural licuado, o GNL, que Europa espera recibir llegaría de Estados Unidos. La necesidad deriva de la invasión rusa de Ucrania, que destruyó los lazos de Moscú con Europa y provocó el corte de la mayoría del gas natural que entregaba desde hacía años.

En la costa del Golfo Pérsico se están ampliando terminales de exportación, y muchos habitantes de la región se sienten alarmados por el aumento de las perforaciones para buscar gas, con su consiguiente pérdida de tierras, así como por los fenómenos climáticos extremos asociados a la quema de combustibles fósiles.

“Construir esta inmensa infraestructura de GNL atará al mundo a una dependencia continuada de los combustibles fósiles y continuará el daño climático durante décadas”, dijo John Sterman, científico climático del Massachusetts Institute of Technology.

El gas natural contribuye de forma significativa al cambio climático, tanto al quemarse y producir dióxido de carbono como por las fugas de metano, un gas de efecto invernadero aún más potente. Sin embargo, los países europeos, que durante años lideraron el cambio a una energía más limpia, han propuesto llevar más de 20 terminales flotantes de GNL a sus puertos para ayudar a compensar la pérdida del gas natural ruso.

Las terminales, que se alzan sobre las casas y miden casi 304 metros (1.000 pies) de largo, pueden almacenar unos 170.000 metros cúbicos (6.000 millones de pies) de GNL y convertirlo en gas para viviendas y negocios. Pueden construirse más rápido y por menos dinero que las terminales en tierra, aunque son más costosas de operar, según la International Gas Union.

Muchos científicos ecologistas alegan que el dinero reservado a construir esas estructuras, que según la consultora Rystad Energy cuestan unos 500 millones de dólares cada una, estaría mejor invertido en la adopción rápida de energía limpia o reformas de eficiencia que podrían reducir el consumo energético.

Construir más parques eólicos o granjas solares, algo que lleva años, no cubriría de inmediato el déficit de gas ruso. Pero con financiamiento adecuado, Sterman dijo que aumentar la eficiencia energética en viviendas, edificios y fábricas, junto con el despliegue de tecnologías solares y eólicas, entre otras, podría reducir enormemente la necesidad de que Europa sustituya todo el gas perdido.

Alemania, uno de los mayores defensores europeos de las terminales flotantes de GNL, espera tener cinco de esas embarcaciones y ha destinado unos 3.000 millones de euros al proyecto, según Global Energy Monitor. Alemania también ha aprobado una ley para acelerar el desarrollo de las terminales que suspende el requisito de evaluaciones ambientales.

El gobierno y la industria energética en Alemania han defendido la estrategia como una respuesta urgente a la pérdida de la mayoría del gas ruso que recibieron durante años, y que temen Moscú pueda cortar por completo.

“En una circunstancia excepcional como esta, cuando se trata de la seguridad del suministro del gas de Alemania, está justificado acelerar el proceso de aprobación”, dijo en un comunicado la asociación de la industria de la energía en Alemania, BDEW

Polonia, Italia, Grecia, Francia, Holanda, Croacia, Estonia, Finlandia, Letonia, Eslovenia y Gran Bretaña tienen planes de una terminal de GNL o más, según Rystad Energy.

El Panel Intergubernamental de Cambio Climático ha advertido que mantener la infraestructura ya existente de combustibles fósiles haría que el calentamiento global supere los 1,5 grados Celsius (2,7 grados Fahrenheit). A ese nivel, se espera que el aumento de las temperaturas agrave las inundaciones, el calor extremo, los fuertes huracanes y los incendios forestales más grandes, provocados por el cambio climático y que han costado vidas.

Los barcos flotantes de GNL se han presentado como una solución de corto plazo para mantener el flujo de gas unos pocos años mientras se desarrollan fuentes de energía más limpias que el viento y la energía solar. Pero los críticos dicen que es improbable que una estructura construida para durar décadas deje de operar de forma permanente tras unos pocos años.

Una vez se construyan las terminales flotantes, pueden utilzarse en cualquier lugar del mundo. De modo que si los países europeos ya no las quieren para hacer la transición a energías más limpias, las instalaciones podrían trasladarse a otros puertos, lo que en la práctica garantiza el uso de gas natural durante décadas.

“Cuando la guerra se resuelva y, como todos esperamos, se restaure la paz, ¿de verdad van a decir ‘Oh, llevémoslo al desguace’?” preguntó Sterman. “No van a hacer eso”.

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El periodista de AP Frank Jordans en Berlín contribuyó a este despacho.

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