La humanidad compartida de las playas de Tel Aviv y Gaza
Se bañan bajo el mismo sol, en las mismas aguas del Mediterráneo y sienten la misma alegría
Las playas de Tel Aviv y Gaza son bañadas por las mismas olas del Mediterráneo pero constituyen dos mundos completamente distintos, y no solo por el centenario conflicto entre sus poblaciones.
En Tel Aviv, abundan las bikinis, pantalonetas y camisetas sin mangas que permiten ver los tatuajes que los bañistas tienen en sus cuerpos. Hay botellas de cerveza, perros que corren detrás de frisbis y surfeadores que doman las olas. A simple vista, es como estar en San Diego o en Marsella, en una metrópoli costera en la que se pueden ignorar tranquilamente las tensiones del Medio Oriente
Gaza, a solo 70 kilómetros (40 millas), es un atestado enclave palestino sometido a un bloqueo de Israel y Egipto desde que la organización Hamas tomó el poder en el 2007. La playa es uno de los pocos espacios abiertos que hay en los que las familias pueden respirar sin muros ni torres con guardias a la vista.
Oded Balilty, igual que la mayoría de los israelíes, no visita Gaza desde que Israel retiró sus soldados y sus asentamientos en el 2005. Khalil Hamra, como la mayoría de los palestinos de Gaza, jamás estuvo en Tel Aviv.
Dos fotógrafos ganadores de premios Pulitzer han cubierto el conflicto entre israelíes y palestinos para la Associated Press durante dos décadas, pero se vieron en persona una sola vez, en una muestra en Europa en el 2003.
Para este proyecto, se comunicaron por Zoom y se pasaron meses tomando fotos, compartiéndolas y tratando de encontrar imágenes similares de ambos lados del mar. Después de cubrir cuatro guerras entre los israelíes y Hamas desde campos contarios, intentaron capturar una realidad compartida.
“El mismo día en que puse mis pies en el agua en Tel Aviv, Khalil puso los suyos en Gaza. Era la misma agua”, comentó Balilty.
Todo lo demás, era distinto.
Balilty contó cómo el proyecto le hizo sentir que “veía Gaza con los ojos de Khalil”. A Hamra lo conmovió una serie de fotos casi idénticas de Tel Aviv y Gaza, que muestran a tres adolescentes o veinteañeros recostados en la playa.
Los hombres de esa edad en Israel generalmente están haciendo el servicio militar obligatorio. Los de Gaza a menudo arriesgan sus vidas en violentas manifestaciones de protesta en la frontera. “Pero estos muchachos estaban descansando, nadando, pasándola bien”, dijo Hamra.
Israel y Hamas libraron cuatro guerras desde el 2008, la más reciente en mayo de este año. Cohetes disparados desde Gaza cayeron en Tel Aviv e hicieron sonar sirenas anunciando un ataque aéreo. Aviones israelíes derribaron edificios de varios pisos en la Ciudad de Gaza y su Armada bombardeó la zona costera.
Las guerras y el bloqueo causaron estragos en la infraestructura de Gaza. En los últimos años aguas residuales sin tratar desembocaron en el mar, contaminando la zona costera y llegando a Israel.
Los palestinos dicen que Gaza es una cárcel sin muros para sus 2 millones de habitantes, la mayoría de ellos descendientes de los refugiados que generó la guerra de 1948 que despejó el camino para la creación de Israel. Los israelíes consideran a Gaza un paraíso para terroristas, cuyos bombardeos generan pánico en comunidades vecinas de Israel desde hace más de una década.
Un día de playa, no obstante, saca a relucir una humanidad compartida.
Chicos israelíes y palestinos pueden pasar el día divirtiéndose, jugando en malecones y tirándose al agua una y otra vez. Los mayores hacen parkour, una gimnasia que preferiblemente se realiza en la arena blanda. Tanto en Israel como en Gaza, los padres les colocan flotadores a sus hijos pequeños, quienes sonríen de oreja a oreja cada vez que una ola les moja los piececitos.
Todos reciben el mismo sol, observan las olas que rompen a la distancia y disfrutan los largos días de verano mientras pueden.