Gorbachov cambió el curso del siglo XX con sus reformas
Antes de la llegada de Mijaíl Gorbachov, la Unión Soviética parecía una superpotencia inamovible en perpetuo antagonismo con Estados Unidos
Antes de la llegada de Mijaíl Gorbachov, la Unión Soviética parecía una superpotencia inamovible en perpetuo antagonismo con Estados Unidos. Con una impresionante serie de reformas, Gorbachov cambió todo eso y alteró el curso del siglo XX.
Junto con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, Gorbachov fue un protagonista clave en un drama global que muchos creían imposible y que parecía casi surrealista para quienes lo vivieron.
Durante el gobierno de Gorbachov cayó el Muro de Berlín, miles de presos políticos fueron excarcelados y millones de personas que sólo habían conocido el comunismo probaron la libertad por primera vez. Pero Gorbachov no pudo controlar las fuerzas que había desatado, y al final libró una batalla perdida para impedir el derrumbe de un imperio.
Gorbachov murió el martes en un hospital de Moscú a los 91 años.
Aunque era poco conocido fuera de los círculos de los sovietólogos antes de convertirse en gobernante en 1985, Gorbachov pasó a ser rápidamente una figura dominante y carismática en la escena mundial. La mancha púrpura en su calva lo hacía reconocible al instante, y su vigor contrastaba con los gobernantes poco elocuentes y de avanzada edad que había tenido el Kremlin.
Su visión de rehacer la Unión Soviética para convertirla en una nación más humana y flexible tenía el potencial de ser de época. Para 1990 había ganado el premio Nobel de la Paz por su “papel protagonista” en el fin de la Guerra Fría y en la reducción de las tensiones nucleares.
Pero apenas un año después, Gorbachov encarnaba la tristeza y el desconcierto del fracaso. La nación se le desmoronó en las manos y se ganó el desprecio interno, el repudio y una creciente marginación que lo llevó a la irrelevancia política.
Con su poder socavado tras un intento de golpe de Estado en su contra en agosto de 1991, Gorbachov pasó sus últimos meses en el cargo viendo como una república tras otra declaraban su independencia. Renunció el 25 de diciembre de ese año. Y al día siguiente, la Unión Soviética pasó a la historia.
Muchos de los cambios, como la disolución de la Unión Soviética, no se parecían en nada a la transformación que Gorbachov había concebido cuando asumió el poder en marzo de 1985.
Hacia el final de su gobierno, carecía del poder para frenar el torbellino que él mismo había provocado. Aun así, fue quizás la figura política que más impacto tuvo en la segunda mitad del siglo XX.
“Me veo como un hombre que emprendió las reformas que eran necesarias para el país, y para Europa y para el mundo”, dijo Gorbachov en entrevista a The Associated Press en 1992.
“A menudo me preguntan: ‘¿Comenzaría todo de nuevo si tuviera que repetirlo?’ Sí, por supuesto. Y con más persistencia y determinación”, afirmó.
Los rusos lo culparon por el colapso de la Unión Soviética en 1991, otrora una temible superpotencia cuyo territorio se fracturó en 15 naciones.
Su intento por ser elegido presidente en 1996 fue una burla nacional y obtuvo menos del 1% de los votos. En 1997 hizo un anuncio televisivo para Pizza Hut a fin de conseguir dinero para su fundación caritativa.
Sus aliados lo abandonaron y lo convirtieron en un chivo expiatorio de los problemas del país.
“En el comercial debió tomar una pizza, dividirla en 15 rebanadas como dividió a nuestro país, y después mostrar cómo unirlo de nuevo”, dijo en broma Anatoly Lukyanov, quien en su día fue simpatizante de Gorbachov.
Gorbachov nunca se propuso desmantelar el sistema soviético. Quería mejorarlo.
Poco después de asumir el poder, comenzó una campaña para poner fin al estancamiento económico y político de la nación mediante la “glasnost” (apertura) para ayudar a alcanzar su objetivo de la “perestroika” (reestructuración).
En sus memorias, dijo que por mucho tiempo lo había frustrado que, en un país con inmensos recursos naturales, decenas de millones de personas vivieran en la pobreza.
“Nuestra sociedad estaba sofocada por las garras del sistema de mando burocrático”, escribió. “Condenada a servir a la ideología y a cargar con el enorme peso de la carrera armamentista, se vio sometida a una gran presión”.
Una vez que comenzó, un movimiento llevó al otro: liberó a presos políticos, permitió un debate abierto y elecciones con múltiples candidatos, les dio a sus compatriotas la libertad para viajar, puso fin a la opresión religiosa, redujo el arsenal nuclear, estableció vínculos más estrechos con Occidente y no se opuso a la caída de regímenes comunistas en estados satélite de Europa del este.
Pero las fuerzas que había desatado rápidamente escaparon de su control. Las tensiones étnicas reprimidas por mucho tiempo estallaron rápidamente, lo que suscitó conflictos en el Cáucaso. Surgieron huelgas y agitación laboral tras los aumentos de precios y la escasez de productos.
En uno de los puntos más bajos de su mandato, Gorbachov autorizó medidas represivas contra las inquietas repúblicas bálticas a principios de 1991. La violencia puso a muchos intelectuales y reformistas en su contra.
Las elecciones competitivas también produjeron una nueva camada de políticos populistas que desafiaron las políticas y la autoridad de Gorbachov. El más notorio de ellos fue su antiguo protegido y eventual némesis Boris Yeltsin, quien se convirtió en el primer presidente de Rusia.
“El proceso de renovación de este país y de introducción de cambios fundamentales en la comunidad internacional resultó ser mucho más complejo de lo que se había previsto en un principio”, dijo Gorbachov a la nación al abandonar su cargo.
“Sin embargo, reconozcamos lo que se ha logrado hasta ahora. La sociedad ha adquirido libertad, se ha liberado política y espiritualmente. Y éste es el logro más importante, que no hemos asumido plenamente en parte porque todavía no hemos aprendido a utilizar nuestra libertad”, añadió.
En su infancia hubo pocos indicios acerca del papel crucial que desempeñaría en la escena mundial. A muchos niveles, tuvo la típica educación soviética en una típica aldea rusa.
Pero fue una niñez con inusuales golpes de suerte.
Mijaíl Serguéievich Gorbachov nació el 2 de marzo de 1931 en el pueblo de Privolnoye, en el sur de Rusia. Sus dos abuelos eran campesinos, presidentes de granjas colectivas y miembros del Partido Comunista, igual que su padre.
A pesar de que sus credenciales estelares en el partido, la familia Gorbachov no salió indemne al terror desatado por el dictador Josef Stalin: sus dos abuelos fueron arrestados y encarcelados por supuestas actividades antisoviéticas. Pero en una situación extraordinaria en aquel periodo, ambos fueron puestos en libertad.
En 1941, cuando Gorbachov tenía 10 años, su padre había ido a la guerra como la mayoría de los demás hombres en Privolnoye. En tanto, los nazis avanzaban por las estepas occidentales en su guerra relámpago contra la Unión Soviética y ocuparon Privolnoye durante cinco meses. Cuando terminó la guerra, Gorbachov fue de los pocos niños en la aldea cuyo padre había regresado con vida.
A los 15 años, Gorbachov ayudaba a su padre a conducir una segadora después de clases y durante los abrasadores veranos en la región. Su desempeño le valió la Orden de Bandera Roja del Trabajo, una distinción inusual para un joven de 17 años.
Ese premio y los antecedentes de sus padres en el partido lo ayudaron a ingresar a la mejor universidad del país, la Estatal de Moscú, en 1950. Fue ahí donde conoció a su esposa, Raisa Maximovna Titorenko, y se unió al Partido Comunista.
La distinción y las credenciales de su familia también le ayudaron a sobreponerse a la desgracia del arresto de sus abuelos, que fueron pasados por alto debido a una conducta comunista ejemplar.
En su autobiografía, Gorbachov se describe a sí mismo como un tipo de rebelde a medida que avanzaba en las filas del partido, estallando por momentos en críticas hacia el sistema soviético y sus líderes.
Las primeras etapas de su carrera coincidieron con el “descongelamiento” que comenzó Nikita Jrushchov. Como joven funcionario en la propaganda comunista, se le asignó la tarea de explicar el 20mo Congreso del Partido, que reveló la represión de millones de personas por parte de Stalin, a los activistas locales del partido. Su presentación fue recibida con un “silencio fúnebre” y, después, con incredulidad.
“Dijeron: ‘No lo creemos. No puede ser. Quieren culpar a Stalin de todo ahora que está muerto’", contó a la AP en una entrevista en 2006.
Fue un auténtico, pero poco ortodoxo, creyente del socialismo. Fue elegido al influyente Comité Central del partido en 1971, asumió el mando de las políticas agrícolas soviéticas en 1978 y se convirtió en miembro titular del Politburó en 1980.
Poco a poco, pudo viajar a Occidente, a Bélgica, Alemania, Francia, Italia y Canadá. Esto tuvo un gran impacto en su manera de pensar, sacudiendo su creencia en la superioridad del socialismo soviético.
“El tema me atormentaba: ¿Por qué el estándar de vida en nuestro país era más bajo que en otras naciones desarrolladas?”, recordó en sus memorias. “Parecía que nuestros avejentados dirigentes no parecían particularmente preocupados sobre nuestros innegables estándares de vida más bajos, nuestro estilo de vida insatisfactorio, y nuestro retraso en el ramo de las tecnologías avanzadas”.
Pero Gorbachov tuvo que esperar su turno.
El gobernante soviético Leonid Brezhnev murió en 1982 y le siguieron otros dos líderes de edad avanzada: Andropov, el mentor de Gorbachov, y Konstantin Chernenko. No fue hasta marzo de 1985, cuando falleció Chernenko, cuando el partido eligió finalmente a alguien más joven para tomar las riendas del país. Gorbachov tenía 54 años.
Su gobierno estuvo repleto de periodos turbulentos, incluyendo una campaña contra el alcohol que no fue bien recibida, la retirada militar de Afganistán y el desastre nuclear de Chernóbil.
Pero a partir de noviembre de 1985, Gorbachov comenzó una serie de cumbres con líderes mundiales que acapararon la atención, en particular con los presidentes estadounidenses Ronald Reagan y George Bush. Esto resultó en una profunda reducción de los arsenales nucleares de Moscú y Washington.
Después de varios años observando un desfile de mandatarios en el Kremlin, los gobernantes occidentales prácticamente se embelesaron con el carismático y energético Gorbachov, así como con su elegante e inteligente esposa.
Pero en casa, la percepción era muy distinta. Era la primera vez desde el deceso del fundador del país, Vladimir Lenin, que la esposa de un gobernante tenía un papel público tan importante, y muchos rusos consideraban que Raisa Gorbachov era extravagante y arrogante.
A pesar que el resto del mundo se beneficiaba de los cambios que implementó Gorbachov, la desvencijada economía soviética colapsó en el proceso, lo que causó tremendas adversidades económicas para los 290 millones de habitantes del país.
En los últimos días de la Unión Soviética, el declive económico se aceleró. La hiperinflación dejó a la mayoría de los ancianos sin los ahorros de toda una vida. Las fábricas cerraron. Se formaban largas filas para comprar pan y el desprecio popular hacia Gorbachov y su esposa aumentó.
Pero la pareja recibió la empatía del pueblo a mediados de 1999, cuando se dio a conocer que Raisa Gorbachov se moría a causa de una leucemia. En sus últimos días, Gorbachov hablaba a diario con los reporteros de televisión y, de la noche a la mañana, el rígido político de antaño era percibido como un emotivo hombre de familia sumido en un profundo dolor.
Gorbachov trabajó en la Fundación Gorbachov, creada para atender las prioridades globales en el mundo posterior a la Guerra Fría, y con la fundación de la Cruz Verde, formada en 1993 para ayudar a cultivar “una relación más armónica entre los seres humanos y el medio ambiente”.
Asumió el mando del pequeño partido Unión de Socialdemócratas en 2000 con la esperanza de que pudiera llenar el vacío que dejó el Partido Comunista, que dijo que fracasó al reformarse en un partido de izquierda moderno tras la caída de la Unión Soviética. Renunció a la presidencia de la formación en 2004.
Siguió comentando la situación política en Rusia, incluso cuando muchos de sus compatriotas ya no estaban interesados en lo que tuviera que decir.
“La crisis en nuestro país continuará por algún tiempo, resultando posiblemente en una agitación más grande”, escribió en su autobiografía de 1996. “Pero Rusia ha elegido irrevocablemente el camino de la libertad y nadie puede obligarla a volver al totalitarismo”.
Gorbachov osciló entre la crítica y los elogios comedidos al presidente Vladimir Putin, quien ha sido criticado por dar marcha atrás en los logros democráticos alcanzados en los mandatos de Gorbachov y de Yeltsin. Dijo que Putin había hecho mucho para restaurar la estabilidad y el prestigio de Rusia tras al tumultuosa década que siguió al colapso soviético.
Sin embargo, protestó contra las crecientes limitaciones a la libertad de prensa, y en 2006 compró uno de los últimos periódicos de investigación del país, Novaya Gazeta, junto a un socio.
“Debemos - este es uno de nuestros objetivos - promover el desarrollo cualitativo del periódico en interés de los valores democráticos", indicó en una crítica tácita a los esfuerzos del Kremlin por doblegar a Novaya Gazeta y a otros medios independientes.
A sus 70 años, Gorbachov se adentró en otros ámbitos, lo que le valió premios y reconocimientos en todo el mundo. En 2004 ganó un Grammy con el expresidente estadounidense Bill Clinton y la actriz italiana Sophia Loren por su grabación de “Pedro y el lobo”, de Prokofiev. Dos años más tarde, Naciones Unidas lo nombró Campeón de la Tierra por su defensa del medio ambiente.
Tenía una hija, Irina, y dos nietas.