El bombardeo de casas y hospitales en Ucrania es una táctica que los sirios conocen bien
¿Cuántas familias más, tanto en Siria como en Ucrania, tendrán que dejar sus hogares para salvar sus vidas?
Las terribles historias que escuchamos, vemos y leemos de Ucrania y los países vecinos tristemente resuenan en las de los sirios, cuyas vidas han sido destrozadas por un conflicto que está alcanzando su decimo segundo año.
En Homs y Alepo, he visto de primera mano lo que significa la devastación total de una ciudad. Desde la azotea de un edificio, por lo que puedo ver, el paisaje está lleno de construcciones que han sido destruidas, algunas hasta sus cimientos. Mientras camino por el barrio, me cuesta trabajo imaginar cuántas personas han sido asesinadas por los bombardeos, o han quedado atrapadas bajo los edificios colapsados, cuántos padres se han visto obligados a dejar todo tras de sí para salvarse a sí mismos y a sus hijos de los bombardeos indiscriminados.
Mientras que el número de ucranianos que han huido al extranjero actualmente ronda los 2,8 millones, 6,6 millones de sirios han dejado su país desde el inicio del conflicto. 6,7 millones más han sido desplazados internamente dentro de Siria desde 2011. Es la mayor crisis de desplazamiento forzado en el mundo, pues representa 25 por ciento de la población mundial de refugiados.
Mientras observamos lo que pasa en Ucrania, puede haber muchas cosas que aprender de Siria, por ejemplo, cómo podemos ayudar a los países vecinos a hacer frente al flujo de refugiados, entendiendo que pueden ser desplazados por mucho tiempo y no deben ser obligarlos a regresar a casa.
He visto lo fuerte que puede ser el impulso de reconstruir, incluso en medio de la devastación. En Homs conocí a Tarek*, quien recibió la ayuda del socio local de CAFOD (Catholic Agency for Overseas Development) para reactivar su negocio familiar, en el que fabrica bolsas y zapatos. Ahora tiene ocho empleados, y está enseñando su oficio a sus cuatro hijos. ¿Su esperanza para el futuro? “Rehabilitar mi casa”.
Lo mismo le sucedió a Mohammad, padre de cinco hijos, que regreso a su casa tan pronto como pudo, a pesar del daño y los saqueos. “No quedaba nada cuando regresé”, me contó. “Lo robaron todo. Pero al menos no lo arrasaron hasta los cimientos”. A pesar de todo, Mohammad tiene fe en el futuro. “Espero que mis hijos tengan una mejor vida que la mía”, comentó. Algo que resonará en los padres de todo el mundo.
También resonarán las palabras de Rima, quien, al igual que Mohammad, fue apoyada por el socio de CAFOD para rehabilitar lo que quedaba de su hogar. Viuda y con seis hijos y una suegra a quien cuidar, no tenía adónde ir, a pesar de los bombardeos diarios. Cuando su casa se infestó de ratas y quedó a merced de la intemperie, la familia no tuvo otra opción más que encontrar una vivienda un poco menos dañada en las cercanías. Un año después de regresar a casa, dijo: “Brindar seguridad y protección a mis hijos es lo que más me importa”.
Lamentablemente, otras familias no pueden volver a sus hogares porque no es seguro. El conflicto armado en Siria sigue causando muertes, destrucción y desplazamientos, y las infraestructuras civiles son atacadas, en violación del derecho humanitario internacional. Muchos siguen viviendo en tiendas improvisadas en Siria o en países vecinos, vulnerables al mal clima y sin servicios básicos como agua, saneamiento o atención médica. Otros arriesgan sus vidas para cruzar mares y fronteras, buscando refugio en países que están en paz.
A medida que el conflicto avanza a su décimo segundo año, aquellos que más han sufrido incluyen a niños como Fatima, quien nunca ha ido a la escuela a causa del conflicto. Tenía cuatro años cuando empezó la guerra y apenas ahora, a los 15, está recibiendo clases de alfabetización en árabe, matemáticas, ciencia, inglés y geografía. Tras pasar el primer nivel, sueña con ir a la universidad. Pero Fatima es la única en una familia de nueve niños que recibe educación. “Quiero ser maestra para [enseñar] a aquellos que no saben leer”, confiesa.
Las personas que huyen de Ucrania se preguntarán cuándo podrán regresar a casa. El retorno de los refugiados debería ser seguro, voluntario e informado, y actualmente, las condiciones en buena parte de Siria no permiten que sea así. Los países donantes y la UNHCR necesitan garantizar que la situación es monitoreada apropiadamente, y que nadie es obligado a volver contra su voluntad. También deberían posicionarse contra el creciente número de deportaciones forzadas de refugiados sirios.
¿Cuántas familias más, tanto en Siria como en Ucrania, tendrán que dejar sus hogares para salvar sus vidas? ¿Cuántos padres más perderán a un hijo bajo los bombardeos? ¿Cuántos más se convertirán en huérfanos debido a la guerra?
Aunque los países en Europa están abriendo generosamente sus fronteras a los ucranianos que huyen de la guerra, deberían mantenerlas abiertas para todos los civiles que buscan protección. Sea de donde sean, tienen el derecho de buscar asilo y ser protegidos sin discriminación basada en raza, religión o país de origen.
*Todos los nombres han sido cambiados
Hombeline Dulière es gerente del programa de crisis de Siria para CAFOD