Me hice viral en TikTok y no fue lo que esperaba
“Debe ser difícil haber tenido un solo éxito”, me insultó sutilmente un seguidor una vez; pues de hecho, sí
Hace cincuenta años, Andy Warhol dijo que todos en el futuro serían mundialmente famosos durante 15 minutos. Aunque en realidad nunca lo dijo. La cita generalmente se le atribuye, pero fue el director del museo de arte Moderna Museet de Suecia quien le pidió a un periodista que la incluyera en una exposición del programa. Y aunque todavía no vivimos en un mundo en el que todos pueden figurar en el escenario global durante 15 minutos, ciertamente es más probable. Lo sé, porque todavía lidio con las consecuencias de mis propios 15 minutos de fama.
En diciembre de 2020, publiqué un vídeo en el que canto “Snowman” de Sia en TikTok. Antes de eso, mi cuenta estaba compuesta en partes iguales de música y contenido variado sobre la vida cotidiana, como chistes, vídeos de tendencias y blogs de vídeo. Cuando tenía suerte, alguno de mis vídeos superaba las 100 reproducciones. Unos meses antes había tenido solo otro vídeo con un éxito comparable, pero para nada cerca de las 3,4 millones de visitas.
Si eres usuario de TikTok, sabes que incluso 3,4 millones de visitas no son gran cosa, no necesariamente. Y si estás en la aplicación, es posible que ya estés familiarizado con lo que sucede después. Una compilación de 10 cantantes en la pista editada en una presentación animada de diapositivas con los personajes de Harry Potter se hizo viral de la noche a la mañana: una voz masculina asignada a Harry; la voz de otra chica asignada a Hermione; y, después de ellos dos, mi audio le fue asignado a Ginny. Lo encontré en enero, cuando el sonido se había usado en 5.000 vídeos. El original y los siguientes dos vídeos con mayor cantidad de reproducciones de entre los que lo usaron tenían un total de más de 500.000 reproducciones.
“Soy fan de @lynlapid”, decía mi pie de foto, haciendo referencia al artista viral a quien vi por primera vez hacer la tendencia, es decir, cantar desde el precoro de “Snowman” hasta el coro, todo sin tomar aire. “Te diré el secreto ahora mismo”, comencé en mi vídeo, tratando de convencer a quienquiera que lo encontrara de que el desafío no era tan difícil como parecía porque “respirar lo suficiente representa más de la mitad de la batalla”. Luego, dejé de prestarle atención a mi teléfono y me conecté a la fiesta de cumpleaños virtual de mi mejor amigo. No he podido ver a mi teléfono de la misma manera desde que esa reunión de Zoom terminó.
Lynlapid me siguió. Otra chica estuvo diciendo que mi voz era la suya; algunos de mis amigos la corrigieron en los comentarios antes de que yo viera lo que había sucedido. Durante meses, la gente hizo vídeos imitándome. Mi voz provocó los elogios de Annabeth de Percy Jackson, Serena de Gossip Girl y la Ginny Weasley original. Modelos e influencers hicieron vídeos en donde simulaban cantar con mi voz de fondo, y preguntaban qué voz les quedaba mejor; la gente hacía bromas sobre cómo las chicas esperaban que les dijeran que la mía: “la número tres”.
Chicas así podrían haber sonado como yo, pero yo no me parecía en nada a ellas. A pesar de que fue muy confuso que mi voz se volviera viral sin relación con mi cuerpo, me alivia que haya sucedido de esa manera. Toda una vida con sobrepeso me dejó con la costumbre de no mostrar mi cuerpo en el Internet, al menos no sin mi guitarra para cubrirme y, como tantos otros, además subí de peso durante la cuarentena.
Afortunadamente, no todos sintieron curiosidad de saber quién estaba detrás de las voces, por lo que solo se filtraron algunos comentarios. Una vez, alguien más volvió a subir mi vídeo y se hizo viral; yo revisé los 2.000 comentarios solo para ver si alguien había insultado mi apariencia física. Una extraña satisfacción me subió por el estómago cuando encontré lo que estaba buscando. No tomé una captura de pantalla, pero no recuerdo que fuera demasiado espeluznante, solo algo básico sobre mi gordura.
Fuera de mi propio vídeo, vi aproximadamente la misma cantidad de comentarios en los que me llamaban gorda que en los que me llamaban bonita: tres o menos de cada uno. Fue confuso escucharlo de manera tan ubicua y, al mismo tiempo, de alguna manera ignorarlo.
Recibí un correo electrónico de una empresa de camisetas y algunas otras marcas, y algunos productores independientes me enviaron mensajes en Instagram. Grabé un cover en la guitarra para una revista digital, la única oferta a la que le di seguimiento de aquellas en las que tenía que mostrarme (pasé cuatro horas tratando de obtener una toma que me gustara). Hice una audición para un programa de talento en Fox. La agente que me invitó hizo todo lo posible para encontrar una marca personal única pero comercializable que me diera una ventaja frente a sus otras participantes, pero yo no le di mucho con lo que trabajar. Canté, pero también lo hicieron todas las demás (era un programa de canto). Eso siempre había sido suficiente para mí, incluso cuando no se trataba de un programa de televisión.
Ese invierno hice transmisiones en vivo frecuentes donde canté covers con mi guitarra. Tomaba las sugerencias que me hacían en el chat, cantaba las que reconocía y rechazaba con una disculpa las que no. Nunca me negué cuando la gente me pedía que cantara “Snowman”, porque la conocía y no tenía motivos para no hacerlo (y porque era fácil: podía hacerlo a cappella y dar un descanso a mis dedos de tocar la guitarra sin parar durante la transmisión). Agotada, tomaba un respiro antes del coro. El mes pasado, alrededor del primer aniversario del vídeo original, intenté hacer el desafío completo nuevamente fuera de cámara. Empecé a batallar a la mitad, no lo logré por mucho y me reí.
En mi cuenta, me involucré en discusiones sociales y ventilé mis opiniones políticas. Publiqué mi prosa y mi música original. Ahora tengo 29.000 seguidores, casi el triple de los que tuve aquel primer fatídico invierno, haciendo lo que me da la gana. Los vídeos que publico en estos días atraen un puñado de nombres de usuario conocidos a mis notificaciones: no del todo mis amigos, no realmente unos extraños, usuarios a los que reconozco de cara y a otros que no.
TikTok en estos días se siente más como tocar música en la calle que como cualquier otra cosa, y descubrí que tales expectativas han cambiado mi experiencia para bien. Y durante las transmisiones, tengo mi conjunto de las mismas 10 canciones que canto una y otra vez, las mismas 10 canciones que conozco lo suficientemente bien como para cantarlas de manera correcta incluso en mi peor día. Podría ser acosada. Podría recibir una o dos propinas. Pero por lo general puedo contar con al menos unas pocas personas que se detengan a escuchar. Estoy agradecida por eso, agradecida por las cosas que me hacen sentir real.
“Debe ser difícil haber tenido un solo éxito”, me insultó sutilmente un seguidor una vez. “Pues de hecho, sí”, bromeé en una respuesta del vídeo que después configuré como privada, “gracias por notarlo”.